Lo que dice la motricidad de un niño

En el artículo “La imagen corporal sin cuerpo: angustia, motricidad e infancia” (disponible aquí para descarga gratuita), el psicoanalista y psicomotricista argentino Esteban Levin aborda un tema trascendental para cuidadores, padres y docentes de los niños que comienzan su vida en este siglo y en un mundo plagado de estímulos sensoriales inmediatos, efímeros y exageradamente veloces.

Las sensaciones que se derivan de este tipo de estímulos son producto de una cultura centrada en las tecnologías digitales y maquinales en la que el juego se entiende como una simple actividad para aprender, enseñar y acelerar los procesos que llevan a un individuo a estar apto para el mercado y que, de paso, amenazan sus habilidades para el juego corporal, para fantasear y su capacidad de representar y crear símbolos.

En contraposición a esta cultura de lo efímero y fugaz, está la experiencia infantil como acto significante de los niños -entendida como la posibilidad de descubrir, de inventar palabras, objetos y personajes y de jugar sin buscar un objetivo impuesto por los adultos-, como elemento imprescindible para la estructuración subjetiva y el desarrollo psicomotor, así como para posibilitar la generación de “espejos” en que los niños se reflejan en el Otro.

En entrevista concedida a Emilia Cueto en www.elsigma.com, Levin afirma: “En la primera infancia la constitución del sujeto, la experiencia infantil, el desarrollo psicomotor, son las actividades centrales de un bebé. Nosotros no comprendemos por desarrollo solamente el aspecto neuromotriz, sino que consideramos la primera infancia como un punto de encuentro, de anudamiento entre el desarrollo neuromotriz y la estructuración subjetiva, donde el Otro ocupa un lugar central en el armado escénico de la imagen del cuerpo. Ya que la imagen del cuerpo es la imagen del cuerpo del Otro, sin ella el niño no podrá estructurarse subjetivamente y, por lo tanto, no podrá representarse y representar el mundo y los objetos. Sin imagen del cuerpo, el pequeño no podrá jugar y sin jugar no podrá construir sus espejos”.  

Los niños no vienen al mundo con sus propias representaciones, las van creando en las “puestas en escena” que construyen en sus relaciones, cuando experimentan con su propio accionar en escenarios simbólicos en los que ponen a prueba con otras personas sus avances en la formación de la imagen de su propio cuerpo, en la construcción de su propio esquema corporal. En el mundo contemporáneo, la imagen que ofrecen los entornos diseñados por adultos para los niños se impone y compite con el goce corporal. El tiempo que pasan los niños frente a las pantallas los priva de “poner en escena” su cuerpo en la relación con el Otro, usando su cuerpo para jugar.

Las consecuencias, siempre según Levin, son evidentes en la escasa creatividad de los niños de las nuevas generaciones y en las distorsiones de la experiencia corporal manifiestas, por ejemplo, en el movimiento constante de esos niños que invierten todo su esfuerzo, cuerpo y motricidad para obtener la respuesta del Otro -comúnmente etiquetados como hiperkinéticos-, y que con su desenfreno obtienen la presencia permanente del Otro, porque resulta imposible ignorarlos.

Ese movimiento constante es la encarnación de la angustia de muchos de los niños que responden como pueden a la cultura de nuestro mundo presente, plagado de imágenes y sensaciones que van a toda velocidad, imposibles de retener y procesar. Un mundo al que reaccionan con ese goce sensorio-motor desbordante en el que no hay una imagen de su propio cuerpo porque no hubo tiempo para la representación, porque nunca llegaron a concretar su “puesta en escena”.

Este documento es una invitación a encontrar lo singular, lo misterioso y sorprendente en el proceso de desarrollo de cada niño para combatir la estandarización, a no perder la capacidad de asombro y reconocer al sujeto que hay en todo desarrollo y en todo niño. A buscar constantemente respuestas a la pregunta: ¿de qué nos habla la motricidad de un niño?

Esteban Levin se graduó de bachiller en Buenos Aires, en 1978 y como profesor nacional de Educación Física en 1981. Es psicomotricista, licenciado en psicología y psicoanalista con amplia trayectoria en atención precoz, primera infancia, trabajo con niños con problemas en el desarrollo y en la estructuración subjetiva. Autor de libros como “Constitución del sujeto y desarrollo psicomotor” y “Discapacidad: clínica y educación”.

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