Pueblos indígenas que se vuelven canción

 

A propósito de la celebración del Día Internacional de los Pueblos indígenas, el 9 de agosto, en Maguaré tuvimos la oportunidad de charlar con una mujer que se destaca en el panorama de la producción de contenidos musicales para niños y que pertenece a una de las comunidades indígenas más representativas del sur de Colombia, los Kamëntsá. Yeny Tandioy Chindoy trabaja desde hace varios años con todo un equipo de personas de su comunidad comprometidos con el rescate de su lengua materna a través de la música.

Yeny pertenece a la Fundación Uaman Luare, en Kamëntsá, o Territorio Sagrado, en español. Ellos han desarrollado diversos procesos propios y externos que han fortalecido la relación con los taitas, las abuelas sabedoras, los niños y el territorio geográfico y simbólico de la comunidad.  

 

Yeny se inspira en el milenario territorio de los Kamëntsá en el Valle del Sibundoy.

 

¿Cuál es el origen del proyecto musical?

 

La producción musical ha sido un esfuerzo de varias personas, pero hay una en particular que lidera el proceso y quien nos motiva permanentemente; esa persona es Wilson Chindoy, licenciado en música, y quien siempre ha estado muy motivado en realizar proyectos que impacten dentro de la comunidad. Él estudió música y se especializó en el bajo y podría ser músico de cualquier agrupación no indígena, pero él pensaba “Si ya tengo este conocimiento, ¿por qué no rescatar esas melodías propias que significan mucho para nuestro pueblo?”. Así que se trataba de llevar a la práctica lo que aprendió en lo occidental pero para fortalecer lo propio.

En el 2009 produjimos el álbum Lo nuestro hablando con los abuelos, con los niños, haciendo talleres, encuentros vivenciales desde la música en los hogares infantiles y en las escuelas. Las mismas instituciones nos llaman para que desde la lúdica y con pedagogía propia elaboremos canciones. Lo más gratificante es escuchar a los niños, que no estaban familiarizados con la lengua, a los más chiquitos, cantar en kamëntsá. Esa es la motivación que necesitamos para continuar.

 

Wilson Chindoy en proceso de formación y creación con los niños Kamëntsá.

 

¿Cómo se desarrolla la producción musical en el Valle de Sibundoy y cuál es tu rol en ese proceso?

 

Nos preocupaba mucho el debilitamiento de la lengua materna, el kamëntsá, y queríamos construir una estrategia a través de la música para llegar a los niños e inclusive a los adultos en quienes la lengua se ha ido perdiendo paulatinamente. Al conversar con los taitas, al recorrer el territorio y al estar presentes con los niños, hemos consolidado las letras de las canciones. Mi rol es la recopilación de letras y no se trata de sentarme yo sola a inventarlas, se trata de sentarme con los abuelos y con los niños a escucharlos y a crear en conjunto.

 

Yeny recopilando saberes con la abuelita Antonia Satiaca, en Sibundoy.

 

Por ejemplo, la canción de Saludo bonito narra el encuentro del niño con el tío; en la cotidianidad se encuentran y se saludan. El tío cuenta “Voy para el pueblo, voy a comprar sal” y el niño agradece por ese encuentro, que hace parte de la vida cotidiana. Es una canción sobre el encuentro como familia; se trata de saber cómo está el otro y sentirse bien porque está bien. De esa manera están construidas las demás letras de las canciones: son interacciones entre las personas de la comunidad en medio de la vida cotidiana. Luego viene el trabajo arduo de componer la melodía y el ritmo desde sonidos propios de nuestro pueblo.

 

 

¿Cómo se desarrolla el trabajo con los niños?

 

El pueblo Kamëntsá cuenta con una pedagogía propia que gira en torno a dos elementos fundamentales en nuestra cultura: la chagra, o zona de cultivo, y la tulpa, que es el fogón. Los niños están interactuando entre ellos y con los mayores en estos dos contextos: su conocimiento surge de la chagra, que es un espacio donde se siembra el pensamiento y se cosechan saberes. Primero se desarrolla una fundamentación con los abuelos y luego se construyen los versos y las palabras con los niños. Con ellos se juega y es allí donde se suscitan los versos; surgen palabras como sonreír o estar felices y es ahí donde aprenden a pronunciarlas. Eso les genera mucha diversión y pronuncian muy fácil a través de las canciones, jugando todo el tiempo.

Los niños estaban aislados de la lengua, la escuchaban como algo ajeno y ahora reconocen que hace parte fundamental de ellos, eso nos da fuerza para seguir escribiendo y componiendo música. Ellos cantan una canción y en el cantar aprenden a saludar. Los niños están devolviendo la lengua a su hogar, los padres están escuchando a sus hijos cantar en su lengua y ahora ellos se sienten motivados a cantar y a hablar en Kamëntsá. Poco a poco se involucran más palabras en lo cotidiano… Se trata de contribuir a lo nuestro, a lo propio, a través de lo que mejor sabemos hacer.

 

¿Cuál ha sido el impacto en la comunidad?

 

¡Ha sido muy bueno! Fuimos el primer grupo que tomó la iniciativa y que hizo canciones en lengua materna y ha sido una motivación para otros grupos de niños y jóvenes que han visto ese aporte significativo a la esencia de nuestro pueblo. Hay más personas en la comunidad que quieren fortalecer la lengua y el pensamiento; es una labor inspirada en lo que somos, en lo que sabemos y en lo que sabemos hacer. Se trata de aprender de la cultura, de nuestra historia para unirnos como pueblo, como comunidad. Las mismas autoridades tradicionales reconocen lo que estamos haciendo, el mayor impacto se visibiliza en que estamos cantando en Kamëntsá.

 

¿Qué proyectos similares están desarrollando? ¿Cómo ves el futuro de este proyecto?

 

Nos consolidamos como una fundación y en torno a ella hay más posibilidades de desarrollo de proyectos. Por ejemplo, con el ICBF y la modalidad de Territorios Étnicos con Bienestar desarrollamos un CD con canciones en lengua materna en donde se visibiliza el proceso que se llevó a cabo con las familias; con ellos se hicieron encuentros culturales como rituales, interacciones en la chagra, intercambio de alimentos… Alrededor de la tulpa se construyeron versos y las canciones reflejan todas estas acciones.

Por lo general los proyectos se entregan a través de cartillas u otros productos, pero nosotros creemos que es mejor a través de la acción de escuchar. Los temas de convivencia, unidad familiar o el cultivo digno de los niños desde el pensamiento propio se transmiten mejor a través de la música.

Esa producción ya está lista y el proyecto tiene como meta contar con el apoyo de distintas instituciones; la herramienta principal la tenemos y con el aporte de las instituciones podemos aportarle a la comunidad. Por ejemplo, construir canciones para el pueblo Inga, o con los Nasa y Siona, la perspectiva es amplia. Queremos aprender con otras comunidades, garantizar la pervivencia de nuestro pueblo y fortalecer la de los demás.

 

 

En Maguaré contamos con una colección de canciones Kamëntsá que pueden disfrutar y compartir:

Atsbe cuerpok (Mi cuerpo).

Uaman Luare (Territorio sagrado).

Motsomana (Duérmete).

Kabëngbiam (Para nosotros).

Ngomënchetema (Mi pequeño).

Botamán jentchuayam (Saludarse bonito).

Shinÿetema (Solecito).

Vocalëng (Las Vocales).

Bacatemëng Oyejuayëng (Niños Felices).

 

Adicionalmente contamos con canciones, juegos e historias de pueblos como los Wayúu, Uitoto, Curripaco, Sicuani, Arhuaco o Totoró. ¡Qué orgullo!

El venadito.

El delfín rosado – Audio.

El relato del abuelo tigre.

SAI – Actividades infantiles.

Tortuguita, vení bailá – Libro.

Putunkaa serruma duérmete, pajarito.

Los arrullos de Jáamo.

SAI Cuentos Mágicos de los Ancestros.

El llamado de Inti.

Números en Chibcha.

 

Como es habitual Saimiri le propuso a Yeny un juego de palabras. Nuestro monito ardilla decía una palabra y Yeny debía decir otra de manera automática sin pensar… Este fue el divertido resultado:

 

Jugar: Niños.

Niños: Amor.

Cantar: Inspiración.

Tierra: Vida.

Agua: Alimento.

Indígena: Esencia.

 

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