Tàssies y el color negro de la esperanza

 

Josep Antoni Tàssies es periodista e ilustrador español. Nació en Barbastro, en la provincia de Huesca. En 2009, con su libro El niño perdido, recibió el Grand Prix de la Bienal de Ilustraciones de Bratislava, uno de los certámenes internacionales más prestigiosos en su género, auspiciado por la UNESCO y en el que participan más de 300 artistas de más de 37 países. Él  es el primer español en obtener este reconocimiento.

Tássies empezó a interesarse en los libros cuando era niño a través del cómic. En segundo y tercero de primaria empezó a publicar sus dibujos en la prensa y se consolidó como ilustrador en 1983 con sus publicaciones en el Diari de Barcelona, la revista El Món d’Ahir, El País Semanal y El Periódico de Catalunya. Estudió Ciencias de la Información y Periodismo, en la Universidad Autónoma de Barcelona, en 1987, y realizó allí, también, el Máster de Edición en 1991.

Luego, interesado en el formato y en los contenidos de libros para niños, empezó a combinar sus dos pasiones y a editar libros de reportajes infantiles, en los que unió su experiencia como padre de cuatro hijos. En El niño perdido, su obra más emblemática, Tássies reflexiona sobre la guerra:

Estaba impactado por la guerra de venganza después de los atentados de las torres gemelas en Nueva York, la guerra contra Afganistán y luego Irak. En el primer momento cuando se bombardeó totalmente Afganistán me pareció una salvajada, una reacción a la violencia con mucha más violencia dice el autor español

Luego de escribir el texto y de ilustrar todo el libro, éste no lo convenció y entró a una gaveta donde estuvo reposando por varios años hasta que decidió sacarlo de nuevo y rehacerlo.

El niño perdido ofrece una parábola de la navidad. Una niña se levanta y ve que el niño Dios ha desaparecido de su pesebre la noche de Reyes; en sus sueños sale a buscarlo y en lugar de surcar ciudades y comercios recorre escombros, charcos y ruinas donde reflexionará mucho más allá sobre el significado de la noche buena.

 

El libro me enseñó que lo que quería hablar era de lo que aportan los niños, no de lo que había pasado ni de las guerras de los adultos, sino de lo que aportan los niños en situaciones de conflicto

Para Tássies la guerra es un tema más que hay que tratar en la infancia; abrir esta posibilidad al diálogo permite que los niños potencien la solidaridad y el papel que ellos tienen en el mundo de hoy.

“Hay una cosa que no se tiene en cuenta y es la aportación que hacen los niños en tiempo presente; los niños no son solo una cosa del futuro. Ellos, con su deseo de conocer, de gozar, de ayudar, aportan un valor de esperanza lejos de la mentalidad adulta. Cuando hablo de la guerra a los niños lo hago desde un punto de vista esperanzador, positivo y activo, y no desde lo trágico”.

Según este ilustrador y autor el peligro de la guerra se encuentra en el espectáculo y las consecuencias como la normalización del dolor y el horror. En sus libros subraya el papel protector que deben tener los adultos en estos casos, así como los valores positivos como la curiosidad.

 

Su obra más reciente, Nombres robados, es un relato sobre la soledad de los niños en los casos de abuso escolar y el papel que tienen los demás como sociedad para evitar la segregación y la violencia. Tàssies apela directamente al lector para que tome partido y no se refugie en la comodidad de la indiferencia.

Mis libros sirven más a personas que no están pasando esa situación, a los testigos, padres, profesores o sus compañeros. Esa es la clave, la solución está en el grupo, ni siquiera en el acosador. El libro se dirige a ellos, ya que son los que pueden tomar contraparte y neutralizar la situación. El acoso escolar está en clave de poder y debe ser tratado en clave de igualdad. Hay que enseñar ese respeto, hay que dar un paso más allá de las jerarquías adultas en las que vivimos, estamos reproduciendo todo el tiempo relaciones de poder

Su apuesta es, por un lado, el de la provocación. Su estilo, que ya lo diferencia de otros, está marcado por el uso del color negro y las formas robustas de sus dibujos: “El primer mensaje es estético, vamos a ofrecer a los niños unas imágenes de calidad que no están en código infantil”. Segundo, es cuestión de contenido: en sus libros lucha por intentar no espectacularizar el dolor e intentar dar un mensaje de construcción social, solidaridad, de amor y libertad.

“En el fondo solo hay dos caminos. Ser un superdotado como dibujante y tener un gran abanico de recursos técnicos o usar un lenguaje u otro en función de lo que quieres expresar. Aunque manejo más de un registro he optado por uno, un tipo de acabado. Me encanta el color negro pese a sus connotaciones negativas, a las que me opongo. El negro es un color precioso. Los colores son para usarlos libremente”.

 

Su estilo aporta diversidad a los niños; son formas y texturas distintas para que ellos generen, como cualquier persona, su criterio y siempre se sorprendan por lo que ven desde una lectura de imagen más crítica.

Los niños siempre hacen lecturas creativas, tanto en las formas como en los contenidos. Se fijan en los detalles, en lo que narras, en las expresiones. Son lectores que tienen menos contexto –como conocimientos culturales heredados de la cultura académica que tenemos los adultos– y quizás por ese motivo tienen una actividad lectora superior. Se interrogan mucho más, no están buscando situar las cosas

 

 

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