Andrés, María y Emma, una familia transnacional

 

Andrés Duarte, María Pericu y Emma Duarte Pericu hacen parte de un modelo de familia que también representa la diversidad cultural y familiar. Ellos componen una unidad que viaja, migra y se adapta a su contexto –a sus contextos. Esto quiere decir que son una familia transnacional, que quiere decir que independientemente de las fronteras entre un país y otro los parientes siguen compartiendo vínculos estrechos y una cultura que transmiten a pesar del lugar en que se encuentren.

En 2008, Andrés Duarte, de Bogotá, conoció a María Pericu, de Ozieri, que está situado en la provincia de Sassari, en el norte de Cerdeña, en Italia. A través de Andrés, María conoció Colombia y, después de estar en Venecia, luego Roma y España, decidió migrar a Colombia: quería conocer el país que había probado en una bandeja paisa y en un tamal de Barcelona y en la música que le fue presentando Andrés, como la cumbia. Luego de año y medio de relación, María y Andrés decidieron vivir juntos y establecer una familia que se enriqueció con la llegada de Emma en 2012, su hija que ahora tiene seis años.

Según Belén Martínez Ferrer, David Moreno Ruiz y Gonzalo Musitu Ochoa, en el texto Formas Familiares y Procesos Migratorios actuales: Nuevas familias en la sociedad de la globalización, el “transnacionalismo es un heredero directo de la globalización, un sistema sin países ni fronteras económicas, donde la comunicación tampoco se constriñe a las fronteras territoriales. En este marco, las migraciones y las relaciones humanas también adquieren una dimensión transnacional. En efecto, las comunidades transnacionales, propias de las sociedades globalizadas, trascienden las fronteras políticas y constituyen un grupo que, como señala Portes (1996), “no está ni aquí ni allí, sino en ambos lugares a la vez”.

María, Andrés y Emma se convirtieron en una familia transnacional y empezaron a integrar sus experiencias de vida, sus culturas, tradiciones, cotidianidades y costumbres en Colombia.

En la casa de María, Emma y Andrés hay varios instrumentos y elementos propios de la la cultura colombiana: guacharacas de todos los tipos, muñecos amazónicos fabricados en yanchama, corteza vegetal, así como conejos en papel, mariposas de colores hechos o dibujados por Emma. Además de esto se puede distinguir que el comedor está más cerca a la cocina que en cualquier otro hogar y que la cocina no está encerrada sino abierta, sin paredes que limiten el paso o las miradas. Adentro hay diversos utensilios de cocina traídos de Italia, especies y plantas aromáticas de todas las clases: representantes de la cultura italiana.

Pese a la distancia María sigue siendo muy familiar, ya que como los italianos y, en general, como los latinos, las familias suelen ser muy unidas. Sus padres, los abuelos de Emma, están muy presentes gracias a las ayudas tecnológicas –aunque María acepta que no es tan fácil establecer vínculos –entre Emma y sus abuelos– por medio de los dispositivos electrónicos. Por eso viaja cada año al pueblo de sus padres y siempre es como empezar de nuevo:

Todos los años es como volver a empezar. Las relaciones son distintas desde el momento que llegamos hasta el momento en que nos vamos. Al inicio Emma y sus abuelos parecen extraños y tienen que volverse a conocer. Emma vuelve a recordar a sus abuelos y los abuelos reconocen de nuevo a Emma, sobre todo porque ella cambia todos los años y cada vez es más activa y con rasgos más distinguibles en su personalidadMaría Pericu

Aunque María hablaba muy bien español y para ella era fácil hablarlo en casa, en Colombia, sintió la necesidad de transmitir su idioma y su cultura a Emma desde muy chiquita. María le hablaba en Italiano, le decía “ciao”, “per favore”, “grazie”, “mamma” o “ti voglio bene”. Mientras Andrés, por su parte, le transmitía el español.

En Colombia, y a sus seis años, Emma, de ojos grandes, pelo hasta los hombros y capul, habla perfecto italiano y español; lee libros que María y ella escogen en Italia y escucha cumbia, pero también salsa, champeta y bambucos que le comparte Andrés. Además de esto, escucha las mismas canciones que escuchaba María de niña como Volevo un gatto nero o Il cocodrillo come fa?, y que puede seguir a través de YouTube cuando ve Zecchino d´Oro, un programa de concursos para niños que lleva en Italia más de 50 años y en el que Emma quiere participar.

Cuando llegué le tomaba fotos a todo y sentía gran curiosidad por la cocina y los sabores. Conozco italianos que les parece muy difícil acostumbrarse a la comida de acá y aunque hay cosas que me cuestan como encontrar un buen pan, no me gusta cerrarme a la posibilidad de experimentar con otros ingredientes estando acá dice María, sonriente.

En Italia la cocina es parte fundamental de la cultura y es el principal vehículo de transmisión de tradiciones y saberes. Por tal motivo la cocina de la casa fue modificada para que fuera más abierta y se convirtiera en un espacio familiar en el que pudieran compartir con Emma –como si lo hicieran en Italia. Las comidas favoritas de Emma son las pastas, la sopa de tomate, pero también los frijoles.

La comida y la experiencia en la cocina está mediada por los 10 kilos de quesos que todos los años trae María en su maleta desde Italia –para que alcance para todo el año–, y por los implementos de cocina que le regaló la abuela de Emma a María.

Los planes de Emma y María giran en torno a la comida. Hacen pastas, galletas, pizza y Emma, por ejemplo, pide que en su fiesta de cumpleaños le preparemos esocomplementa Andrés.

En este caso, la transnacionalidad es vivida de muchas formas: la educación (Emma estudia en un colegio italiano de Bogotá), los viajes, la comida, los países… La visión del mundo de Emma es distinta y de muchas formas privilegiada.

Emma habla muy bien italiano y eso la hace distinta para algunos niños, les genera curiosidad y muchos quieren estar con ella en el colegio. Todos los años viaja a Italia y toma avión, luego bus y después un barco, y esta experiencia, como afirma Andrés, aunque le representa un trabajo en términos de tiempo y desplazamiento, “hace que Emma tenga más claras las dimensiones que tiene el mundo, los panoramas y sus paisajes”.

Entre Cumbia, Zecchino d´Oro, italiano, español, pasta, frijoles y una facilidad para los idiomas, para entender las diversas culturas y su facilidad de adaptación, Emma crece en medio de esta diversidad cultural que se da en casa y fuera de ella, la misma que pasa por sus oídos, su gusto y la forma en que va construyendo con más fuerza su identidad en la que se funde un país con el otro.

 

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