¿Cuál fue el libro que lo introdujo al mundo de la literatura?
Yo tengo mala memoria y no podría hacer referencia a una obra en particular. Debía tener cinco o seis años y quizá se trataba de algunos de los cuentos de Andersen o los hermanos Grimm, que yo conservaba en unas colecciones de cuentos en los que solía leer El patito feo o Rapuncel.
Luego me encontré con la literatura de Julio Verne, cuya obra pude leer completa, a la par de desarrollar una especie de gusto compulsivo por una escritora que me obsesionó durante mucho tiempo: Enid Blyton, y su serie de Los cinco.
¿Recuerda esa primera visita a una librería?
La mayoría de librerías que frecuentaba con mi mamá estaban en el centro de la ciudad, y entre ellas recuerdo bien una que se llamaba La Continental y otra que era La Aguirre, también muy tradicional y que por supuesto dirigía Alberto Aguirre.
Había otras, y siempre sentí especial satisfacción en frecuentarlas tanto por las librerías como por las bibliotecas; recuerdo sobre todo una que me resultaba muy familiar, y era la de mi abuelo paterno, porque se trataba de una biblioteca muy amplia y muy linda, en la que cada vez que la visitaba yo me sentía como si entrara a un lugar mágico y a la vez sagrado.
¿Qué llamó su atención de una manera tan particular de la biblioteca y los libros?
Los anaqueles y los mismos libros, porque siempre he considerado que se trata de objetos muy bellos, y de hecho en mi casa están por todas partes: en el comedor, en la biblioteca, en el cuarto. Los libros son objetos muy lindos y aparte de su contenido -que es en últimas lo que importa- siempre me han atraído de manera especial las portadas: esas primeras pistas de lo que hay adentro.
¿Anota los comentarios que pueda tener de estas lecturas?
No, en una época los subrayaba y luego opté por destacar aquellas cosas que juzgara importantes, anotando al final del libro el número de la página en la que se encuentra la referencia de lo que me ha impactado.
Después de cada lectura me queda un sabor muy parecido al gusto que le queda a uno después de haber comido. Y en esa medida tengo muy claro qué libros me dejaron un gran sabor, como también muchos otros que la verdad no me gustaron.
Lecturas en familia
¿Qué papel ocupa la lectura en su vida?
Tengo una hija de ocho años y leemos todas las noches juntos en voz alta, y ese para mí es uno de los instantes más mágicos de todo mi día, porque gracias a esa lectura en voz alta se afirma el afecto y el amor que siento por ella.
Nosotros tenemos ya un horario entre las 7:45 p.m. y 8:00 de la noche, que es el momento previo a que ella se vaya a dormir.
¿Cómo es ese ritual de lectura?
Nosotros tenemos un sillón en el que nos sentamos juntos y abrazados; y siento que con ella pareciera que jugáramos a tener un espejo al frente que no es otra cosa que un libro que termina por despertar la curiosidad de ambos, y que además nos permite entablar un diálogo en torno a temas diferentes a los que nos ocupan a lo largo del día.
Yo aprovecho ese momento para hacerle preguntas y conocerla más a ella, a partir de esa lectura que hacemos todos los días; a veces lee ella y otras lo hago yo. Evito siempre que sea un acto impuesto, y más bien procuro presentarlo como un momento muy rico que vamos a pasar juntos en el que vamos a desconectarnos del mundo que nos rodea.
Como los niños quieren ser protagonistas de la lectura, y a veces ella misma me dice: yo soy éste y tú eres este; de manera que procuro llevar la lectura de una manera muy lúdica y simbólica. Es más: lo primero que hago es preguntarle si quiere leer.
¿Tiene algún libro que le llame particularmente la atención de esas lecturas?
Es un libro de una escritora brasileña, Ana María Machado, que además recibió el Premio Hans Christian Andersen, y se llama La princesa que escogía.
Escribir
Y de sus libros, ¿con cuál se siente más satisfecho?
Esa pregunta es bien complicada porque uno establece una relación bien distinta con cada uno de ellos. Es un lugar común, pero también muy cierto, que cada uno de ellos es como un hijo y con cada uno el tipo de acercamiento es distinto y el proceso de escritura también muy diferente.
Por ejemplo, Rosario tijeras es una novela con la que vivo muy agradecido porque me dio a conocer y me sacó del anonimato; ha sido traducida a muchas lenguas además de haber sido adaptada para cine. Pero Melodrama fue una novela que marca un giro en mi forma de escribir, muy diferente a lo que venía haciendo antes; de manera que con ella logré soltarme y la escribí con mucho placer.
¿Y El mundo de afuera?
Con esta novela tengo también una relación muy especial, no solo por el Premio Alfaguara de Novela 2014, sino también porque se trata de una novela que está muy comprometida con mi infancia, y que yo quiero mucho por esta razón.
Hemingway aconsejaba huir después de entregar los derechos para la versión cinematográfica de sus obras. ¿Cómo le ha ido a usted en este aspecto?
Hay un antecedente importante y es que yo estudié cine antes que literatura, y aunque me quedé finalmente allí –y allí me gustaría permanecer-, considero que cuando ese matrimonio se da a veces produce unos resultados muy buenos.
Creo que hay una gran novela que es también una gran película: La muerte en Venecia, escrita por Thomas Mann y dirigida por Luchino Visconti, y en la que además está tan presente el adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler.
Shakespeare, García Márquez & Co
Los gustos van cambiando con el paso del tiempo, pero ¿cuáles serían esas obras que le han dejado un mejor sabor?
Si bien hay autores que en una época llegaron a fascinarme, y después ya no tanto, la pasión por Shakespeare se mantiene. Siempre estoy entre Othello y Macbeth, aunque con el tiempo descubrí sus sonetos, cuyo contenido es absolutamente bello.
En Colombia tendría que comenzar por Gabriel García Márquez y Cien años de soledad que creo fue el primer libro que leí de él, para encontrarme con algo que era toda una novedad que me invitaba a soñar y a viajar a través de todo ese universo mágico que está presente en toda su obra, que conozco diría que en su totalidad.
Aunque El otoño de patriarca me costó algo más de trabajo y lo dejé y retomé en varias oportunidades, sobre el tercer intento tuve la impresión de que se tratara de otro autor y otro libro. Tanto así que terminé leyendo esta novela cuatro veces porque no solo es maravillosa sino que además es una gran lección para cualquier escritor, en la medida que es la demostración física de que en literatura todo es posible y que la escritura puede sortear cualquier obstáculo.