Este texto hace parte del Seminario sobre Derechos de Autor: La ilustración, una forma de imaginar la obra literaria, realizado en el marco de la XXII Feria Internacional del libro de Bogotá en agosto de 2009.
Por: Carmen Barvo – Gestora cultural.
Voy a hablar de la importancia de los libros ilustrados en la promoción de la lectura, particularmente con los más pequeños, mostrando por qué son esenciales a partir de algunos ejemplos que tomamos de la experiencia que hemos tenido en Fundalectura con programas para la primera infancia, tema que nos ocupa durante esta Feria en el 9º Congreso Nacional de Lectura Los niños son un cuento”, que ha despertado un interés que ha sobrepasado nuestras expectativas.
Las imágenes hacen parte de nuestra vida diaria, y esto es especialmente cierto cuando nos referimos a los niños, que hoy desde muy pequeños ven la televisión, invierten buena parte de su tiempo con juegos y mensajes electrónicos o navegan en Internet y como nosotros, siguen los rastros de un mundo que ha hallado en lo visual un importante eje de la comunicación. Como nosotros, entonces, los niños siguen desde muy pequeños las imágenes de lo cotidiano –por ejemplo, identifican su cereal preferido por el logo, o conocen la ciudad por la que se desplazan–, o gracias a la televisión, los libros y la asistencia a museos y eventos culturales se acercan a expresiones artísticas donde lo visual es fundamental: la pintura, el teatro, el cine, la danza. Así, muchos niños conocen un complejísimo mundo antes de los seis años. Pero esta no es la historia de la mayoría de los niños en Colombia.
Cuando iniciamos el programa Leer en familia en 2003, una de las cosas que más nos sorprendió fue encontrar que, independientemente del estrato social de las madres o padres, cuando hablamos con ellos por primera vez de leer con sus bebés, muchos nos dijeron: “Pero si no entienden, ni saben leer”. En consecuencia, no conversaban con ellos, no les cantaban y muchísimo menos compartían libros con sus hijos. Por eso, una de las estrategias del programa fue entregar a los padres con bebés recién nacidos, de estratos 1 y 2 una bolsa con orientaciones sobre cómo leer con los hijos, listados de libros recomendados para compartir con ellos y un libro para el bebé. Durante una Fiesta de Leer en Familia, evento anual que realizamos en Biblored, se acercó a mí una de las madres que había recibido una bolsa de las que entregamos en el programa; había recibido el libro de Ivar Da Coll, Chiguiro y el baño, del cual hemos entregado más de 18.000 ejemplares, y se me acercó para quejarse: “Mi libro salió dañado, no tenía palabras y entonces le tuve que inventar una historia a mi hijo”. Esto me alegró muchísimo, porque hizo justamente lo que esperábamos al entregarle un libro de imágenes: que buscara en su historia personal las palabras para compartir con su hijo aquello que sugerían las ilustraciones de Ivar que ambos leían al tiempo. ¿Qué le sugerían aquellas imágenes?: un personaje que desborda placidez, que juega con una pelota, como la pelota de cualquier niño y que, de repente, se ensucia; su momentáneo fastidio tiene una sola solución: tomar un baño que prepara con calma y realiza con alegría; al final el chigüiro y la pelota están listos para jugar de nuevo.
Así el niño ha tenido un primer acercamiento a lo literario: las imágenes le han descubierto un personaje que evoluciona a lo largo de una secuencia narrativa, donde hay una situación inicial, se desarrolla un conflicto y hay una resolución feliz; el bebé percibe cómo el personaje se desplaza durante un tiempo en un espacio blanco donde solo hay lo esencial: una pelota, una tina, un armario donde se guardan el jabón, la toalla y el cepillo. Y conecta esto con su propia experiencia vital. Todos estos elementos narrativos están ya en un libro para bebés y, a medida que los niños crecen, las propuestas para ellos también crecen en complejidad.
En el libro Lectura de imágenes, de Evelyn Arispe y Morag Styles, se afirma que en una ilustración primero vemos el conjunto, después los detalles y luego se regresa a la imagen completa y el proceso empieza de nuevo (p. 46). Se afirma también que los niños pequeños llevan una ventaja significativa sobre los lectores experimentados en la percepción de los detalles. Esto se puede comprobar al leer con los niños el libro de Rotraut Susanne Berner, ¡Buenos días!, que pueden ver en la pantalla.
Esta es una historia de lo cotidiano, creo que todas las mamás la hemos vivido, al entrar como esta mamá coneja en el cuarto de su hijo para despertarlo. Hay gran desorden de cosas por el piso (ropa, juguetes, zapatos, libros), cuelga un avión del techo, hay varios objetos en las paredes y la cama desarreglada, donde el bulto de las mantas hace suponer al lector que ahí está Miguel. Sabemos que es por la mañana, el reloj señala que faltan 15 minutos para las 8. En este libro ilustrado hay textos desde el comienzo: un narrador nos sitúa en la escena que se repite cada mañana e introduce la voz de la madre, quien propicia un juego que se repite mañana a mañana por 15 minutos. En la tercera página, una vez la madre abre la ventana, aparece una gallina que se mueve por todo el cuarto y parece buscar algo. El narrador centra nuestra atención en el diálogo entre madre e hijo y nuestros ojos adultos sólo ven cómo la mamá coneja le va preguntando a los muñecos que hay sobre la cama si han visto a Miguel, su hijo; así pasan varias páginas y a más de un adulto se le ha escapado que hay una historia paralela que se va contando: la búsqueda de otra mamá de su pequeño hijo; se trata de la gallina que busca su pollito. Éste y Miguel muestran dónde están simultáneamente. Mientras la madre recoge el desorden, ¿alguien reparó en qué hacen la mariquita y el payaso? En una atmósfera cargada de afecto, juego y color, este es un libro que despliega gran cantidad de detalles que nos invitan a repasar una y otra vez cada escena, para señalar detalles y hablar de ellos. Sabemos que dependiendo de su precocidad, de su experiencia como lector, un niño desde los dos a tres años buscará con gran fruición al pollito porque desde el principio sabe, ha inferido, que Miguel está debajo de las sábanas. Esta historia, ha sido concebida para atraer a dos lectores al tiempo: el niño y el adulto que lee con él: los dos tienen con qué identificarse (las mamás, los niños), los dos centran su atención al tiempo en la imagen y tratan de desentrañarla, conversando, pensando en voz alta, así es como la lectura conjunta crea vínculos afectivos duraderos y significativos para el niño y para el adulto.
Esta lectura nos muestra tres funciones importantísimas que se llevan a cabo cuando un niño mira un libro y que Marion Durand nos ha revelado en Aimer lire (Citada por T. Durán, p. 41): el niño reconoce, identifica con él mismo e imagina. Vamos con la primera: a través de las imágenes, adquirimos conocimientos, porque ver equivale a saber (Durán, p. 12). Esta actividad mental, ver, es bastante sofisticada, el lector mira una representación de persona, de conejo, de tren, de biberón y sabe que no es el objeto real; la representación le recuerda un objeto que ya conoce. Cuando lo reconoce, cuando sabe que esa imagen corresponde a un objeto cuyo nombre él ya conoce, ha entendido la relación entre dibujo y realidad. Los libros ilustrados para niños, contengan textos o no, constituyen una forma de relato elaborado, donde la expresividad constituye uno de los elementos más importantes en los personajes. Estos comunican sentimientos: tristeza, alegría, nostalgia. Descifrar un sentimiento y asociarlo a un nombre (alegría), un gesto (sonrisa), una actitud (abrazo) lleva al niño a deducir, “Yo también me he sentido así”, es decir se identifica, segunda función que se despliega durante la lectura y que es posible porque, como dice Teresa Durán, “Antes de saber leer, se ha de saber sentir” y desde el comienzo de sus vidas los niños sienten y pueden conectar eso que han vivido y sentido con lo que encuentran en las páginas.
Del libro de Arizpe y Styles, tomo el siguiente ejemplo, una conversación sobre lo leído en el marco de una investigación con niños a propósito del libro de Anthony Brown, Zoológico.
E: ¿Por qué crees que no vemos la cara del orangután?
Paul: ¿Por qué está triste?
E: ¿Por qué crees que está triste?
Paul: Porque está encerrado.
E: ¿Cómo sabes que está encerrado?
Paul: Porque allí hay una jaula (señala con el dedo)
E: ¿Hay otras formas en las que Anthony Brown nos muestra que está triste?
Paul: Porque está sentado contra la pared y no quiere enseñar la cara.
La tercera y última función que se cumple en la lectura de ilustraciones es que el niño imagina. El niño crea un hecho o una situación nueva a partir de lo que vio, sumándole sus experiencias, deseos o frustraciones. Además, por supuesto, de los sentimientos y conocimientos, el afecto por quien le lee, por lo que lee, lo llevará a compartir su mundo interior con esa persona, y si esa otra persona está dispuesta a escucharlo y a plantear las preguntas que lo llevarán a sondear no sólo el libro sino sus emociones y pensamientos, y a expresarlos, se dará una comunicación que genera conocimiento mutuo, bienestar, el deseo de volver a encontrarse entre las imágenes de otro libro. No creo que sea necesario justificar en mayor detalle, ante este auditorio, todas las bondades de la lectura de los libros ilustrados, de cómo los textos llevan a explorar las imágenes, de cómo estas plantean dilemas al lector que lo llevarán a descubrir profundas relaciones entre lo que lee y su vida personal. Creo que queda claro, tras enumerar estas funciones esenciales, que la valoración y selección de los libros, no solo de los ilustrados sino de todos aquellos materiales dirigidos a promover la lectura cobra una fuerza importantísima.
Para las personas de este auditorio que no están familiarizadas con lo que hacemos en Fundalectura, una de nuestras actividades más importantes, y que nutre todos nuestros programas de promoción de lectura, es la de los comités de valoración y recomendación de libros infantiles y juveniles, tanto literarios como informativos. Una tarea que hacemos con el convencimiento de que una buena oferta de lectura hace mejores lectores. Este es uno de los postulados de IBBY, la organización internacional que propende por un acercamiento mayor entre libros y niños y de la cual Fundalectura es la representación nacional.
Por supuesto, este universo de libros ilustrados es una cantera importantísima de nuestra labor. Contamos con una colección de libros para niños y jóvenes de todo el mundo que ya alcanza 22.000 ejemplares y que está a disposición del público en nuestra sede. Fruto de ese trabajo de los comités es la publicación Como reconocer los buenos libros para niños y jóvenes, orientaciones que se desprenden de una investigación de Fundalectura que coordinó Gemma Lluch de la Universidad de Valencia. En esta publicación, damos orientaciones sobre cómo conformar grupos de análisis y discusión de los libros, que valoren las imágenes, los textos y, en general, todos los elementos que hacen de una publicación una obra de excelente calidad. Una obra que por fortalecer la comunicación coadyuva el desarrollo emocional y afectivo de los niños, y que por eso cobra una gran importancia social.
Nuestra preocupación es cómo difundir las bondades de los buenos libros ilustrados y cómo introducirlos de manera amable, no escolarizada en la vida de los niños. Cómo llegar a los padres con la invitación sencilla de compartir su tiempo y su afecto alrededor de un libro y sacar el mayor provecho posible de esta experiencia. De ahí que también hubiéramos emprendido la tarea de hacer una cartilla, Leamos con nuestro hijos, guía para padres con niños de 0 a 6 años, que ya llega a los 30.000 ejemplares, y que hubiéramos pedido a Bookstart de Inglaterra que nos permitiera entregar a los padres colombianos su cartilla A los bebés les encantan los libros, escrita e ilustrada por Lawrence y Catherine Anholt, autores, a propósito, de maravillosos libros informativos sobre arte. Bookstart no solo lo permitió sino que nos cedió sus derechos y gracias a ello ya hemos entregado 50.000 ejemplares a otras tantas familias. Esta cartilla, totalmente ilustrada, ha sido importantísima para padres que tienen dificultades con la lectura, pues gráficamente muestra que lo más importante es leer con los hijos en cualquier parte y oportunidad, que a los niños también les encanta escuchar historias, que a ellos les fascina escuchar la voz.
Hemos resaltado la importancia de leer en voz alta con los niños, de conocer los libros y las imágenes que compartimos con ellos en las etapas de formación a nuestros promotores de lectura, a las educadoras de la Secretaría Distrital de Integración Social, a las madres comunitarias del ICBF, a las bibliotecarias y enfermeras de las Cajas de Compensación y, en general, a todos los que trabajan en entidades que han adoptado nuestro programa Leer en Familia, donde hay un gran énfasis en poner al alcance de los niños libros ilustrados para que los lean por ellos mismos y con los adultos significativos que los rodean. Entre otras recomendaciones, consideramos esenciales las siguientes a la hora de leer libros ilustrados con los más pequeños:
- Leer el libro antes de compartirlo con el niño, para estar familiarizado con la historia.
- Leer en voz alta con el niño, transmitiendo las emociones del libro: para ello hay que leer con ritmo y entonación, con diferentes matices de la voz para encarnar los personajes y de manera natural (así el niño sentirá que esta es una experiencia genuina, nada artificial).
- Señalar con el dedo las palabras y las imágenes que se están leyendo.
- Leer despacio, para que el niño tenga tiempo de recorrer la imagen y buscar todos sus detalles, para darle tiempo de reconocer, identificar e imaginar.
- Suscitar la conversación con preguntas, antes, durante y después de la lectura, esta última sin tomar lección; así invita al niño a anticipar, comprender y contrastar con su experiencia vital.
Pero sobre todo, les recomendamos leer con afecto.
Referencias
- Arizpe Evelyn y Styles, Morag. Lectura de imágenes: los niños interpretan textos visuales, México: Fondo de Cultura Económica, Espacios para la lectura, 2004.
- Durán, Teresa. Leer antes de leer, Madrid: Anaya, La sombra de la palabra, 2002. Lluch, Gemma (Coord.). Como reconocer los buenos libros para niños y jóvenes, Bogotá: Fundalectura, 2009.
- Rodríguez Claudia y Rincón, María Cristina. Leamos con nuestro hijos, guía para padres con niños de 0 a 6 años, Bogotá: Fundalectura, 2006.
Soy educadora de niños y niñas de básica primaria y me ha gustado mucho incentivar el gusto, el amor, el apasionamiento por la lectura y la escritura como medios de comunicación social, no solo como la técnica de codificar y decodificar palabras, por eso este articulo me encantó, ya me da elementos para abordar estos saberes de diferentes formas gracias
¡Gracias por escribirnos, Maria Teresa!
Este tipo de mensajes le dan mucho sentido a todo nuestro trabajo. Nos alegra mucho que sean útiles para los agentes educativos como tú y, por supuesto, que las ideas puedan beneficiar a los niños.
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