Ana Sol Restrepo, maestra de luz y vida para generaciones de invidentes

Ana Sol Restrepo

Ana Sol Restrepo es una de las funcionarias más antiguas y destacadas de la Biblioteca Pública de Popayán

Por: Juan Carlos Millán

»El trabajo con personas invidentes comenzó por pura casualidad, porque yo me presenté a la Universidad Nacional de Colombia para estudiar psicología y no pasé; de manera que al año siguiente, por consejo de mi mamá, con las mismas pruebas del ICFES, me presenté a la carrera de Educación para Invidentes en la Universidad Pedagógica. Inicié el proceso como por no dejar, y ¿quién iba  a pensar que esa sería mi profesión durante cuarenta años?», recuerda Ana Sol.

No en vano ella misma ha sabido sobrellevar con la mejor disposición de ánimo posible una discapacidad auditiva de carácter moderado, que también la ha llevado a buscar refugio en el dominio de algunas manualidades como la porcelana fría y la plastilina; destrezas de inestimable valor a la hora de construir materiales en relieve para poder enseñarle con mayor efectividad a los cientos de alumnos a quienes les ha compartido sus conocimientos y experiencias.

»Yo disfruto del trabajo que hago, porque más que enseñar trato de establecer un intercambio de saberes en el que todos los días aprendamos algo de manera conjunta. Cada uno de mis alumnos es un mundo diferente y no son pocas las cosas que se pueden aprender de ellos», asevera la misma Ana Sol, quien es una de las primeras beneficiarias de un amplificador de voz que llegó a la Biblioteca Pública Rafael Maya gracias al Proyecto de Uso y Apropiación de TIC del Ministerio de Cultura y la Fundación Bill & Melinda Gates.

»Ese ha sido un beneficio incomparable, porque gracias a ese aparatico ahora puedo escuchar mejor y comunicarme con mis alumnos con mayor facilidad y sin ningún tipo de tensión; de tal manera que siento que yo misma he logrado superarme al lado de las personas que ayudo diariamente a salir adelante», explica la maestra.

Una vida de servicio

Luego de adelantar sus estudios universitarios, Ana Sol se integra al equipo del Instituto Nacional para Ciegos (INCI), y fue enviada a la ciudad de Manizales (Caldas) con el fin de adelantar un trabajo de carácter social que involucraba a niños, jóvenes y adultos, debido a que se creía que los mayores no tenían la capacidad de aprender después de viejos; ella debía cambiar esa lectura equivocada: »Me tocó golpear varias puertas para que los discapacitados visuales de esa época pudieran ir a la institución», recuerda con un aire de nostalgia, y con el bienestar de quien ha cumplido su deber.

Tiempo después, Ana Sol se vincula al Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos, donde trabaja durante siete años en calidad de profesora de ábaco para personas invidentes y, posteriormente, como subdirectora técnica de la institución. “Esa fue una experiencia bien bonita», asegura con gratitud; no obstante, se desvinculó  durante un período de seis años para dedicar sus días al sueño de servir a los demás y abrazar los hábitos.

»Mi mayor anhelo era ser religiosa, y por eso hice parte de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, pero debido a mi problema de audición llegó un momento en el que pensé que tal vez por ahí no era el camino. Decidí retirarme y al otro día me presenté nuevamente al INCI, y me dijeron que efectivamente había una vacante pero para trabajar en la ciudad de Popayán. Acepté el puesto, y ahora llevo 20 años en la Biblioteca Pública Rafael Maya», destaca con un orgullo que se evidencia en su mirada, en sus palabras y en cada acto de su admirable labor.

»Trabajar en una biblioteca es una experiencia increíble porque ese contacto con los libros hace que uno se vaya cultivando todos los días, justamente porque la relación con las personas que están en el proceso de inclusión educativa hace que uno realice consultas permanentes de textos especializados en la materia», explica Ana Sol.

Para desarrollar su labor de la mejor manera y atender sus usuarios oportunamente, Ana Sol se dedica a preparar el material necesario para su trabajo antes de las 8:00 de la mañana y permanece atenta durante el resto del día a las múltiples solicitudes que le hacen en el transcurso de la jornada, en su gran mayoría provenientes de alumnos que no obstante su discapacidad asisten a las diversas escuelas del departamento del Cauca.

»A veces suelo dictarles para que ellos escriban en braille, pero si se requiere ir más allá y apropiar de manera más efectiva toda esa información recurrimos a la tecnología, que ha sido fundamental para todos nosotros», precisa Ana Sol, quien no duda en destacar los beneficios y los avances que ha observado en todos sus alumnos gracias a la dotación tecnológica entregada por el Ministerio de Cultura de Colombia, y a la posibilidad de contar con software especializado como All Reader, que permite escuchar el contenido de cualquier texto luego de adelantar un escaneo previo en la pantalla de un computador.

»Tenemos también dentro de nuestras ayudas tecnológicas un lector de discos compactos capaz de reproducir el gran archivo fonográfico con que cuenta la Biblioteca Pública Rafael Maya, y computadores con el programa Jaws que permite escuchar lo que se observa en la pantalla», agrega la maestra de niños, niñas, jóvenes y adultos que ven el mundo con la ayuda de sus ojos y de su invaluable conocimiento. Una mujer que despierta admiraciones y afectos en muchas personas de la capital de Cauca que han pasado por sus manos y que de alguna manera han vuelto a ver a través de sus ojos.

Hacer camino al andar

»Tengo el caso de un muchacho que estudiaba en la Normal de La Vega (Cundinamarca), totalmente ciego, que cuando iba a iniciar su práctica pedagógica le dijeron que no podía cursarla allí por su condición de discapacidad. En unas vacaciones vino hasta acá para que le enseñara braille y ábaco; cosa que por tratarse de un alumno muy piloso aprendió en el término de un mes, y luego concluyó sus estudios acá en Popayán. Posteriormente, se presentó a la Universidad Nacional de Colombia, estudió Psicología y consiguió un trabajo para comenzar a hacer sus prácticas en una escuela de acá”, recuerda la sencilla maestra, quien no oculta su satisfacción personal al relatar la manera como aquel alumno hizo realidad su propio sueño, aquel sueño de su juventud.

»Muchas de las personas que tuve la oportunidad de acompañar en su proceso educativo, desde muy pequeños, ya se han graduado como bachilleres o profesionales en las más diversas áreas, y eso la verdad es muy gratificante para mí y para la Biblioteca Pública de Popayán», puntualiza la profesora de sonrisas y bondades permanentes.

Con 65 años a cuestas y aunque ha cumplido ya con la edad de una merecida jubilación, Ana Sol no concibe su vida alejada de la biblioteca pública. Esta es la razón de ser de su existencia: el trabajo por la vida de los otros, sus alumnos, los hijos de la biblioteca.

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