Por: Lina Salas Ramírez – Gestora de Comunidades Maguaré y MaguaRED
La paz es un asunto de la vida cotidiana de los niños, tanto en los momentos en los que la reconocen, la aprenden y le dan vida, como en aquellos en los que les hace falta.
Expresiones tan populares como “a ese niño le falta juete” o “la letra con sangre entra” son muestra de que hemos hecho de los actos violentos lo normal en la educación y en la crianza, lo natural, pero peor aún, lo que nos suena efectivo y apropiado. Generación tras generación se ha enseñado “con mano dura”, con castigos y maltratos, lo que muchos otros niños en el mundo han podido aprender a punta de consideración, normas explicadas, buen trato para resolver los conflictos y de reprensiones que sancionan directamente las faltas cometidas, en lugar de reemplazar por miedo la conciencia de lo que podrían hacer mejor.
De este tema quiso hablar la profesora Ruth Albarracín con sus estudiantes del grado jardín en el colegio Agustín Fernández de Bogotá, mediante un acto cariñoso inspirado en los lenguajes del arte para revelar lo que pasaba en casa y llevar hasta allí el mensaje de reconciliación.
Cartas para la paz
Lo primero que les pidió fue responder con un dibujo las siguientes preguntas:
¿En casa te castigan?
¿Cómo te castigan?
¿Por qué te castigan?
¿Te pegan?, ¿con qué?
De manera que empezaron a dibujarse manos, chancletas, correas o cinturones, palos, escobas, ollas, palas, ortiga… y al cumplir la propuesta de la profe de juntar y contar cada elemento para saber cuál era el más común, no solo se liberó el ambiente de cualquier posible tono triste (pues los niños rieron y se divirtieron viendo cuál “ganaba”); además empezaron a darse cuenta de que eso que les duele les sucede también a otros y los hace sentir similar. Fue entonces el momento preciso para preguntar cómo contarle a sus padres que no quieren que esto suceda y allí surgieron las Cartas para la Paz.
Indagar en los porqués puede ser un buen camino para que ellos mismos propongan qué actitudes prometen cambiar para evitar que sus cuidadores los regañen. Sin que esto implique que el niño entienda como suya la culpa por lo sucedido, la paz requiere que todas las partes cedan, estén de acuerdo, perdonen y entreguen.
Vivir de manera pacífica, con su total significado, es un proceso de transformación en las relaciones, prácticas y actitudes de múltiples personas que incluye, por supuesto, a niños y niñas (especialmente a los de primera infancia) para que se desarrollen cuidados, amados, felices y protegidos.
La mesa de negociaciones
Unos días después de la experiencia con las cartas, la profe Ruth le propuso a sus niños dedicar la jornada a pintar las mesas y sillas del salón. Los niños agarraron sus colores favoritos y decoraron de muchos tonos y combinaciones el mobiliario. Como era de esperarse, trazos, rayas, letras y autorretratos surgieron, pero la bonita sorpresa se la llevó cuando empezó a indagar por los motivos que inspiraban los dibujos, y la paz, tema álgido en el momento de la actividad y difundido por las noticias que comentaban en casa sobre lo que estaba sucediendo en La Habana con las FARC, fue la musa principal. Una muestra de que los mensajes bien enviados, con la naturalidad del arte y la cotidianidad, de verdad llegan muy adentro de los niños y les permiten pasar muy pronto de receptores a líderes creadores, que hacen y proponen.
A nosotros nos encantó este resultado y se nos ocurrió una idea para complementar la experiencia: ¿Qué tal si se pinta de paz una mesa con sus sillas y se propone como espacio para la reconciliación? Puede funcionar muy bien para la casa o para la escuela y en cualquier caso puede ser el lugar al que los mismos niños inviten a los autores de cualquier conflicto para que se sienten y discutan lo que les molesta, lo que quisieran que el otro cambiara y lo que cada uno está dispuesto a dar para quedar en paz. ¿Imaginan este lugar en un salón de clases? ¡Seguro los mismos niños propondrán aún más creativos y diversos usos!
La paz, como experiencia cotidiana de niñas y niños, es una expresión de relaciones y acciones protectoras que previenen todos los tipos de violencia y los previenen en cada uno de los lugares que habitan, no solo en casa. Es un paso a paso, individual y colectivo, para la construcción de espacios afectuosos, tranquilos, acogedores y de juego que permitan la comprensión y la construcción entre niños y adultos. ¿Se te ocurre alguna idea? ¡Que sea una creación colectiva! Cuéntanos cómo podrías desde tu posición propiciar experiencias lúdicas y creativas de paz, para niños y para adultos. ¡Estaremos felices de compartirlas con nuestra comunidad!
Conoce más de esta experiencia en el blog: tejedoresdelcielo.blogspot.com.co