#CuentosDerechos 2: Niños y niñas tienen derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo

La actividad #CuentosDerechos es una invitación de nuestro proyecto para que las familias (y todas las personas que trabajan en entornos educativos y culturales para primera infancia) compartan con los niños y niñas conversaciones sobre sus derechos que se sugieran a través de las expresiones artísticas. Cada derecho, de 12 que entregaremos en total, incluye un cuento que sugerimos contarles mientras ellos dibujan lo que piensan y sienten. A quienes participen según nuestros términos y condiciones les enviaremos un libro de regalo y otros detalles especiales para algunos seleccionados que entreguen por escrito experiencias valiosas, testimonios del proceso y nuevas ideas.

Los niños y las niñas tienen derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo.

Para participar en la actividad y hablar a los niños específicamente sobre este derecho sugerimos el cuento a continuación. Los dibujos y experiencias en texto que recibamos aparecerán publicados en diciembre en una revista digital (para leer gratis en línea, descargar e imprimir).

Derecho de los niños y niñas a la vida, #CuentosDerechos, cuentos

En una charca más o menos profunda, Carlos el renacuajo sacudía su cola mientras tarareaba la única canción que se sabía y avanzaba entre las estremecedoras corrientes que creaban a su paso animales más grandes. Algunos renacuajos susurraban admirados a su paso y una que otra renacuaja se atrevía a saludarlo, colorada de la pena, y decirle lo mucho que le gustaba su canto. Carlos estaba satisfecho consigo mismo, con la redondez de su cabeza negra, con la elasticidad de su cola -su pequeño motor fuera de borda, que tanta potencia había ganado en los últimos días- y con su habilidad para estar siempre cerca de otros renacuajos que tanto lo admiraban por el tono de su voz. De repente, algo en la parte baja de su cuerpo empezó a doler, su piel empezó a estirarse y algo incomprensible empezó a ocurrirle. Su voz empezó a cambiar, algunos de sus amigos se burlaron y Carlos se ocultó mientras una extraña forma emergía junto a su adorada cola. Estaba incómodo, no sabía cómo manejar esa nueva parte de él mismo que ahora colgaba de su costado izquierdo.

Ricardo, su amigo de toda la vida, lo encontró después de mucho buscarlo y no pudo ocultar su sorpresa al ver lo que le estaba ocurriendo. Se acercó y tocó esa cosa larga y dura, mucho más dura que sus colas, y le contó a Carlos que había oído muchos rumores sobre cosas parecidas que les pasaron a sus familiares antes de convertirse en ranas. Ninguno de los dos tenía claro cómo era posible dejar de ser lisos, redondos y hermosos como hasta ahora y pasar a ser como sus padres: ásperos, deformes y poco agraciados. Carlos regresó a su casa e intentó por todos los medios ocultar las novedades. Su madre, que no era tonta y de tanto vivir tenía una especie de visión de rayos X, notó de inmediato que algo le estaba pasando y, por mucho que Carlos intentó hablar de frente con ella para que no lo viera de lado, ella encontró su pata. Emocionadísima, le tomó una foto y se la envió con su celular al padre de Carlos, ¡su hijo estaba dejando de ser un niño! Había llegado el momento de contarle la verdad sobre la metamorfosis, ese proceso por el que pasan todas las ranas y en el que su familia y todas las demás ranas de la charca estaban dispuestos a colaborar. Con la ayuda de un gran libro y la orientación del sapo médico sabio que se ocupaba de estos casos, Carlos y su madre contemplaron hermosos dibujos que mostraban huevos redondos que pasaban a ser renacuajos como sus amigos, detalles de patas traseras como la que estaba estrenando, perfiles de patas delanteras como las que pronto tendría a los lados de la espalda y finalmente imágenes de adultos como su padre, su madre y el sapo sabio. Sorprendido, Carlos le preguntó a su mamá lo que esperaba que hiciera. Ella le respondió: «¡Eres libre de ser lo que tú quieras!». A lo que él, en vista de la oportunidad que se le presentaba, respondió que quería ser cantante. Sus padres lo apoyaron, aunque hubieran preferido que fuera abogado, lo inscribieron en el conservatorio, el gobierno de la charca financió sus estudios en el extranjero, los monjes sapistas le ofrecieron su orientación espiritual. Orientación que Carlos rechazó porque la música se había convertido en su única fe, una creencia poderosa que lo llevó a ganarse muchos discos de oro y de platino gracias al increíble éxito de «Croando» su primer disco de larga duración.

¡A participar! 🙂

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