Malaquita es un jardín infantil donde la música está presente en cada momento de la mañana. La mayoría de los juguetes son instrumentos musicales, las maestras cantan y tararean durante los juegos, inventan canciones mientras los niños moldean plastilina y le ponen ritmo incluso a la hora del refrigerio. Estar allí es como ser parte de un musical que empieza y termina con una ronda.
Esta manera de relacionar a los niños con los sonidos, contrario a lo que algunas personas podrían creer, no tiene que ver con formar prodigios o con la intención de ofrecer un entrenamiento musical. Según Carmenza Botero, fundadora de este jardín, lo que se busca es despertar el placer y la curiosidad por la sonoridad, y poner el lenguaje de la música al alcance de todos: “Me interesa muchísimo que se tome esto como un derecho y que no sea la música para los músicos, la poesía para los poetas, la pintura para los artistas… sino que todo el mundo tenga derecho a sonar y a expresarse”.
Y por “sonar” Carmenza no solo se refiere al canto. Escuchar, inventar coreografías, bailar, buscar sonoridades en la naturaleza, interpretar un instrumento, leer en voz alta y sorprenderse con las sonidos de la vida cotidiana, también son maneras de relacionarse con la actividad musical.
En este lugar, ubicado en Bogotá, suenan temas de música clásica y también de música pop: “Los niños necesitan textos inteligentes, por eso en la escogencia de las canciones infantiles le damos mucho peso al texto y a la calidad musical. Nos importa mucho respetar versiones originales y darle crédito al autor para que los niños también entiendan que la música y los libros están hechos por seres humanos que tienen historias para contar y que ellos podrían ser también unos de esos cuando sean grandes”, afirma la directora.
¡Damas y caballeros, es hora de encontrar la música en su interior y compartirla con los niños!
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