En un brazo de la cordillera oriental, rodeado de imponentes montañas y quebradas se encuentra el municipio de El Carmen, en Norte de Santander. Ubicado a 331 kilómetros de Cúcuta la capital del departamento y a 43 kilómetros de Ocaña, se abre camino entre la imponente topografía, el centro histórico de este municipio que acoge a más de 3000 personas y 512 niños.
Entre las 8:00am, las 12:00pm y las 6:00pm es realmente mínima la afluencia de personas que transitan, juegan y comparten en los espacios públicos, de este lugar declarado Bien de Interés Cultural del Ámbito Nacional en 2005. Los habitantes prefieren sentarse en los muros que rodean la plaza central, donde se encuentra la iglesia, pero nunca se quedan mucho tiempo en los espacios exteriores, igual que los niños, que hasta hace unos pocos días no tenían un espacio donde jugar.
En 2016, la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura, inició el proceso de caracterización y diagnóstico del Plan de Manejo y Protección –PEMP– en el Centro Histórico del municipio, con el fin de resolver las problemáticas existentes en torno a la conservación del patrimonio.
Se realizaron varias encuestas para tener información primaria del lugar, y así entender qué estaba pasando en el municipio, cómo ellos asumían el patrimonio, cómo lo veían y cómo lo cuidaban. Sobresalió una pregunta particular que tenía que ver con la ausencia de espacios culturales y recreativos donde salió a la luz la falta de un parque infantil.
Además, en medio del diagnóstico, se destacó el oficio tradicional de la carpintería que era evidente en las puertas, ventanas, divisiones de espacios y techos. Patrimonio vio la necesidad de fortalecer este oficio así como la de construir un parque que tuviera características locales e inició el proyecto de construcción del primer parque para el disfrute de los niños y el proceso de formación en carpintería que generaría los dispositivos lúdicos de este.
En la valoración que realizaron a la comunidad sobre el espacio público se concluyó que la violencia que había azotado la región hasta hace muy poco, primero con las luchas bipartidistas en la década de 1950, caracterizadas por la masacre en 1949 y más recientemente por grupos armados al margen de la ley que hicieron mucho daño en los 80 y 90, había generado una percepción de vulnerabilidad en los espacios exteriores que no permitía el disfrute ni la permanencia en el espacio público.
Como cuenta Tatiana Plazas coordinadora del proyecto, “la plaza central es el único lugar donde se hacen las fiestas, y la misa, pero la gente prefiere sentarse alrededor de unos muros que hay, evitando el centro, donde los únicos que hacen presencia son los de la banda musical“.
En términos de espacio público, El Carmen tiene cuatro terrazas, que son una especie de miradores en cerámica de gres. Cuando se llega al municipio, al costado izquierdo se encuentra el monte sagrado que es una montaña muy alta y el centro histórico que está rodeado por dos quebradas. Al otro lado está el alto de la virgen que se cree protege a la comunidad de la incursión de los grupos armados. En las terrazas los niños juegan fútbol, pero para los mayores, está en su memoria que fue allí donde salió todo el mundo a esperar a que llegara la policía mientras los masacraban en el 49.
En noviembre de 2016 llegó a El Carmen John Vela, quien sería el diseñador del parque para los niños y quien considera importante trabajar desde la interacción con las personas que utilizarán sus dispositivos. Para un reconocimiento en este caso de los niños, realizó tres visitas antes del diseño y la construcción del parque.
En su primera visita, muy temprano en la mañana estuvo recogiendo materiales como cajas, cuerdas y papeles y tuvo la oportunidad de encontrarse con las agentes que trabajan con los niños allá, como la bibliotecaria y el coordinador local que poco a poco le presentaron los niños del municipio. En un primer laboratorio, hizo lectura en voz alta con el fin de empezar a generar vínculos con los niños.
En el mirador más alto donde se encontraban, continuaron leyendo y jugando hasta que les contó que estaban reunidos allí con el fin de crear su parque. Así que John tomó una tiza, dibujo en las baldosas de gres un croquis de donde sería el parque, que tenía forma de trapecio y les preguntó cómo se lo imaginaban.
En la actividad regó el material que había recogido más temprano y les explicó que ese espacio dibujado en el piso, era su nuevo sitio de juego y que se imaginaran lo más cómodos posible. Los niños se sentaron, tomaron papeles de distintos tamaños y empezaron a dibujarlo, hicieron aviones, cohetes y complementaban sus dibujos entre ellos. Si un niño dibujaba un avión, la otra niña le dibujaban lo que iba a ir a adentro.
Después jugaron con los elementos que habían elaborado para sacarlos del suelo e hicieron esas formas ahora tridimensionales. Como cuando un niño sostiene un carro en su mano pero imagina que es el piloto que va adentro.
En el protocolo común del diseño se dan unos datos etnográficos con informes estadísticos al diseñador, sin importar si están desactualizados, de hábitos muy superficiales acompañados por fotos para que el diseñador cree desde su escritorio. Pero en esta ocasión y basado en el diseño participativo John vio la posibilidad de vincular esta experiencia como estudio de campo, analizando qué acciones eran importantes en el momento de interactuar con el espacio, y lo que los niños estaban expresando, como la importancia de poder transitar el objeto y atravesarlo.
Así que después de conocer a los niños que utilizarían el parque, inició la conceptualización y convergencia de todos los elementos que había encontrado. En total se propuso la construcción de tres dispositivos, cuyo dispositivo central tiene forma de una nave, resultado de una idea colectiva y la asociación que los niños realizaron al pensar un objeto que permitiera viajar, arribar y volar. “Si no lo podía hacer en un escenario técnico, operativo tenía que generarlo con el fin de que se disparara con la imaginación“.
En febrero y marzo del 2017, se realizó el proceso de formación en carpintería que constaba de 60 horas de formación al que se inscribieron 20 personas y tenía como fin identificar los que tenían mejor mano de obra para la construcción de los dispositivos.
Se hizo una consulta para el nombre del parque, y aunque muchos hablaron del tema de las galaxias y el parque interestelar, el nombre surgió de la obra de un reconocido poeta y político del municipio llamado Enrique Pardo Farelo y su obra “Memorias de mi tierra encantada” que le dio el nombre al parque de Mi tierra encantada.
La importancia de un parque para el patrimonio y la comunidad es que la potencia del juego es infinita, mueve a las familias, a los abuelos y es importante para los niños que normalmente no se ven como el patrimonio. “El patrimonio se ve como lo viejo, lo que está quieto, lo que no se puede mover y fue la oportunidad de construir una memoria distinta, del presente que son los niños, nueva y basada en lo que tienen“.
Para John, la cultura material como los objetos, son productos de una creación cultural. Los objetos, como él menciona, son extensiones de las personas, prolongaciones de la cultura y no son simples adornos o cosas para llenar el espacio.
Un parque configurado desde la experiencia es para que los niños puedan ser niños. “un niño es niño, no en la medida en que esté encerrado. Es niño en la medida en que puede hablar, expresar con su cuerpo, e imaginar en un lugar que es de ellos. En un espacio como el nuevo el parque de El Carmen, los adultos evocan su infancia también y eso genera que sean felices en ese lugar y que quieran permanecer allí. Cuando uno diseña para los niños lo hace para los adulto también. El adulto no juega pero se sienta a hablar y a recordar cuando era pequeño, y desde la ausencia se puede generar memoria, si para ellos no había eso, evocan con lo que jugaban. Eso genera memoria y cultura material desde esas cosas que habitan el espacio ahora“.
Olvidé decir gracias, que pena. ¡Gracias!
Se hacen corazoncitos mis ojos… estamos desarrollando un proyecto similar con los niños de una comunidad indígena pero desde el diseño gráfico. Me encantaría contactar a Jhon Vela .. tenemos mucho que compartir!! Que viva el diseño participativo!
Por favor me pueden compartir su correo o una forma de contactar con el o alguien del proyecto. Gracias infinitas!!
Hola, Yu! Puedes escribirle a zorroyconejo@gmail.com 🙂
Un saludo.