Por: Nibeth Adriana Duarte – Periodista digital de MaguaRED.
Llegué a una de las fronteras sociales de la ciudad de Bogotá, al extremo oriente de la ciudad, en el Municipio de Soacha, con la intención de conocer el trabajo de Niñas sin miedo, fundación que empodera a las niñas y adolescentes para que puedan ejercer plenamente sus derechos. Hice mi primera parada en el Centro comercial Unisur donde se reunieron algunas de las voluntarias que ese día preparaban los últimos detalles de dos talleres que tenían que ver con seguridad y emociones.
Al completar el grupo, tomamos un bus con dirección al Barrio Los Pinos, ubicado en la comuna 4 de Cazucá perteneciente a la localidad de Ciudad Bolívar, habitada por cerca de 70.000 personas. En el camino a esa empinada colina, la mitad del grupo se bajó antes, para reunirse con las niñas más grandes que ese día tenían día de bicicleta. Las demás nos dirigimos al salón comunal de este barrio de calles destapadas cuyo paisaje se ensambla con las cientos de casas con arquitectura regular y popular caracterizada por ladrillos desnudos que cubren las fachadas y tapan la montaña.
Estas voluntarias llegaron allí, a partir del trabajo y la búsqueda personal de Natalia Espitia, quien en 2012 sufrió abuso sexual en las calles de Buenos Aires y decidió subirse a la bicicleta que la condujo a este barrio en el extremo de la ciudad de Bogotá lindando con Soacha, con la misión de prevenir casos de abuso sexual y embarazos tempranos en las niñas de esta comunidad a través del deporte y usando como vehículo de empoderamiento, la bicicleta. A ella se le unieron artistas, abogadas y maestras que comprendieron la importancia de trabajar con las niñas y prevenir algunos de los 48 casos de agresiones sexuales a niños de entre 0 y 17 años que se presentan cada día en Colombia.
Mientras que las niñas de 10 años en adelante, se unían a los bicimentores para dar un bici paseo por las calles de su barrio en bicicletas que han sido donadas a la fundación, y con las que aprenden a sentirse seguras y valientes, yo me unía a la línea de educación en compañía de tres voluntarias que saludaron a las niñas que ya se encontraban esperando en el parque próximo al salón comunal. Como primer ejercicio las voluntarias invitaron a las niñas a presentarse y luego a una actividad al aire libre donde entonaban en coro: “era una sandía gorda, gorda, gorda que quería ser la más bella del mundo y para el mundo conquistar…”
Como lo define Paula Herrera de seis años “Niñas sin miedo es lo mejor para nosotras para aprender a montar bici, aprender que no debemos tener miedo y si uno se cae, volverse a levantar y seguir luchando por los sueños”
La primera actividad consistió en realizar una cartografía o mapa de las emociones del cuerpo. Una de las voluntarias les entregó el dibujo de dos niñas y allí tenían que ubicar emociones como el aburrimiento, la diversión o la depresión. Con este ejercicio vieron sus cuerpos como el primer territorio del que hacen parte y lograron identificar las emociones en cada punto de su organismo con el fin de poder identificar mejor cómo reaccionar ante momentos donde este tipo de emociones salen a flote.
Actividades como esta, logran que las niñas, sientan a Niñas sin miedo como un espacio seguro donde ellas pueden expresar todo lo que les pasa y sienten. Como el caso de Carol Herrera que en medio de una actividad recordó como un hombre trató de llevarla a la fuerza y reaccionó contándole a sus padres, quienes interpusieron una denuncia por acoso.
En el programa de educación intentan mejorar la conciencia sobre la percepción y el aprecio de sí mismas. La comprensión y el uso práctico de su papel como agentes de cambio en la sociedad, así como a establecer y fortalecer su red de apoyo social en caso de abuso o violencia de género y proporcionar mayor conciencia sobre la igualdad de género y su papel como niñas y jóvenes en la sociedad.
El proyecto arrancó con 30 niñas del barrio entre los 6 y los 15 años de edad y fue hasta diciembre de 2016 que se pudieron abrir 20 cupos más para las pequeñas del barrio Bella Vista; y en febrero empezaron a trabajar con 50 niñas.
Como cuenta Mariana Ospina de 12 años y que hace parte de Niñas sin miedo desde su fundación. Niñas sin miedo les enseña a las niñas que son especiales, que no se pueden dejar de nadie y son valientes. “Me encanta que nos valoran y es un ambiente que podemos disfrutar, sin ningún inconveniente”
Las bicicletas por su parte, promueven el liderazgo, el trabajo en equipo y permiten que las niñas y adolescentes tomen el control sobre sus propias vidas. Así como fortalece el desarrollo , mejorando la salud integral y bienestar de las niñas a partir de oportunidades deportivas y actividades de esparcimiento.
Natalia y todas sus voluntarias seguirán rodando y trabajando en conjunto con estas niñas para alcanzar la igualdad y frenar los abusos de violencia y agresión, generando lideresas que podrán identificar cualquier situación de peligro y en el mañana seguirán fortaleciendo su rol de niñas y mujeres.
Entradas relacionadas:
- El juego como creación: una experiencia en el laboratorio artístico…
- Andrea Vega Serna, la escritora y guionista que habla sin…
- Neveras que conservan los libros de la selva
- El efecto de la moda en los cuerpos de las…
- 5 protagonistas femeninas de Leer es mi cuento que vale…
- Kininí , las niñas también son heroínas
- El autismo no es un mundo aparte
- ¿Cómo hacer proyectos de comunicación innovadores para niños? 10 puntos…