Wilson Chindoy, un Kamëntsá hijo de las estrellas

 

Fotos de la audioteca De agua, viento y verdor. Tomadas por Federico Bartelsman.

 

Según el mito fundacional del pueblo indígena Kamëntsá, hace mucho tiempo las estrellas cayeron a la tierra y se convirtieron en hombres. En esa tierra llena de estrellas nació Wilson Chindoy Jacanamejoy, en lo que ahora se conoce como el Valle de Sibundoy o Tabanoy, al sudoeste de Colombia, en la región andino-amazónica: al noroeste del departamento de Putumayo y el oriente del departamento de Nariño. Él es indígena Kamëntsá y, como una premonición del mito fundacional, bajó convertido en astro para fortalecer su lengua.

José Wilson recuerda que hasta 1995, año en que se graduó del bachillerato, se hablaba Kamëntsá en cada esquina: en las ceremonias con el chamán, en el parque donde los niños jugaban, al salir de la misa, en los rituales de los médicos tradicionales cuando el recién nacido recibía su primer baño en agua con hojas de naranja, saúco y otras hierbas… Después de esa fecha las cosas cambiaron: sin saber exactamente por qué la lengua se descuidó completamente y con esto su preservación y transmisión a las nuevas generaciones.

En 2012 Wilson salió de su territorio para cumplir sus sueños y con la idea de retorno siempre presente. Estudió en la Universidad de Caldas, en Manizales, licenciatura en música. La música siempre había estado presente en su vida: en la ceremonia de su primer corte de pelo y uñas; en el Klestrinyé, conocido como la Fiesta del Perdón –un encuentro entre lo musical, lo ceremonial y lo ritual–; así como en los cuentos, mitos y leyendas de su pueblo: su cielo.

Fotos de la audioteca De agua, viento y verdor. Tomadas por Federico Bartelsman.

 

En Manizales, con base en los conocimientos de la música contemporánea y de las estructuras y sistemas musicales, Wilson quiso seguir conectado con el cielo –las estrellas de su pueblo– y conformó un grupo con los estudiantes de la universidad; quería revitalizar la lengua Kamëntsá y su música a través del mal llamado, según él, bambuco tradicional, más conocido por su pueblo como el Luarteskam, ritmo que nació en las cuadrillas o mingas con la comunidad.

Siempre hubo músicos en las familias. Se pedía permiso al casero o los músicos pedían autorización para salir a tocar y de estas juergas salió este ritmo que es el mismo que se baila en las ceremonias de corte de pelo de los niños entre los 5 y 7 años, así como en las fiestas de matrimonio en homenaje a los solteroscuenta Wilson.

Wilson le transmitió a otros estudiantes de la universidad el Klestrinyéque se entona en el Bëtsknaté’ o Día Grande, que suele ser el día lunes antes del miércoles de ceniza. La música para esta conmemoración es producida por los sonidos de los cascabeles, los bombos, las flautas, el cacho, y es interpretada en cuatro cuartos en una improvisación en escala menor, que es compartida por todos los pueblos indígenas. En el día grande los versos de saludo de alegría y bienvenida entretejen los colores de las vestimentas, coronas y máscaras fabricadas en comunidad. Todos se reúnen a la espera de los cinco personajes del carnaval: el matachín, los sanjuanes, los saraguayes, los bandereros y las fiesteras de la Virgen de las Lajas.

En 2013, año en que el Bëtsknaté’ fue reconocido por el Ministerio de Cultura dentro de la lista representativa de patrimonio cultural inmaterial del ámbito nacional y se aprobó su Plan Especial de Salvaguardia, Jose Wilson volvió a Sibundoy.

 

La estrella convertida en hombre trajo la lengua Kamëntsá

 

Era una época especial. El gobierno, la comunidad y el cabildo estaban concentrando esfuerzos para preservar y salvaguardar no solo la lengua sino las tradiciones de los Kamëntsá. Entre 2013 y 2014 los líderes se aliaron con los gobernadores y con el Ministerio de Educación para implementar el Proyecto de Educación propia, el Modelo Pedagógico del Pueblo Kamëntsá. Wilson propuso la música como herramienta lúdica y educativa para fortalecer la lengua propia a través de una estrategia que se implementaría en niños y adolescentes.

Así, pues, él empezó a componer canciones: comenzó por los fonemas, luego por los  saludos, como el Saludo bonito o  Jenchuayam, que narra el encuentro de un niño con su tío; también por canciones que hablaran de la jajañ o chagra, del shinyak (el fuego), o sobre la tulpa (el fogón); también escribió melodías sobre los animales, los números, los valores de la familia. Todo lo convirtió en rondas infantiles con un objetivo: Baseng Chamatabouinÿ Javersiam, o sea, «Para que los niños y las niñas aprendan a cantar» –título del primer volumen de su trabajo discográfico. El éxito de estas canciones entre los niños de la comunidad mostró que a través del sonido, de la renovación cultural y de la cotidianidad como elemento de identificación, se podían fortalecer los lazos de los herederos con su cultura.

Por la misma época León David Cobo llegó a Putumayo y conoció a Wilson Chindoy y escuchó sus canciones. Impresionado le propuso hacer parte de la primera audioteca De agua, viento y verdor, que recopila arrullos, cantos, rondas, historias y relatos de pueblos indígenas colombianos. Wilson fue invitado al lanzamiento de este libro y fue acompañado de Nicolás Ágreda, quien por ese entonces tenía siete años, y juntos interpretaron el Saludo Bonito.

 

Gracias a lo anterior se abrieron espacios para el diálogo con las docentes que trabajaban con primera infancia en Putumayo. Por ejemplo, se visitaron los cabildos Kamëntsá e Inga Kamëntsá del municipio de Mocoa, con quienes se realizaron talleres de intercambio de experiencias de las cuales salieron otras composiciones; se crearon audios en lengua propia para preparar a las madres gestantes para el nacimiento y también canciones que contenían sonidos que invitaban a la sanación, al encuentro con lo ritual y lo chamánico.  

En 2015 Wilson, acompañado de Yeny Tandioy, fueron invitados por León David Cobo a participar en el Festival Centro, que realiza la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, en Bogotá. Esta invitación dio pie para conformar el colectivo Uaman Luar, qué significa, en español, Territorio Sagrado, y que más adelante se convertiría en una fundación.

La audioteca de Agua, Viento y Verdor, en cuyas páginas está el nombre de Wilson Chindoy, narra que las mamás Kamëntsá prefieren que sus hijos e hijas nazcan en el lugar más abrigado de su casa: al lado de la tulpa, el fogón donde se preparan los alimentos. Gracias a Wilson ahora las madres gestantes pueden recibir a ese nuevo niño y saludarlo en lengua Kamëntsá, decirle que lo quieren mucho, que se duerma, y que el papá y la mamá lo esperan.

El segundo volumen discográfico de José Wilson y la Uaman Luar se llamó Bëngbe Bëtsananëng Juabn y Biyan Jëtsjabuachenam: Para que el pensamiento de nuestros mayores se fortalezca, en español. Así como en el trabajo anterior tomaron algunas historias de vida, vivencias familiares y comunitarias, e historias del pueblo, entre otros, en este disco narraron canciones con mensajes alusivos al cuidado del territorio, la armonía en la vida, la familia y la sociedad.

 

Nicolás Ágreda de la comunidad Kamëntša. Foto de Federico Bartelsman.

 

Hoy en día solo el 6% de los kamentsa hablan, entiende, leen y escriben su lengua; un 22% la escribe y la habla, otro 25% la entienden pero no la hablan y el 47%, la gran mayoría, ni la hablan ni la entienden.

En 2015 Wilson Chindoy y Uaman Luar recibieron un reconocimiento por parte del ICBF por el trabajo con primera infancia. Además fue seleccionado en el Festival Iberoamericano de Michoacán, en la categoría de experiencias significativas de docentes, por su investigación y aporte a la construcción de comunidad en red.

 

El rival y el frijol

 

Según el mito fundador de los Kamëntsá, entre los hombres llegados de las estrellas había uno por el que los demás sentían rivalidad. Esta estrella tenía que quemar el frijol seco y cosecharlo para obtener su cáscara y volver al cielo; sin embargo, las otras estrellas lo engañaron y lo enviaron a otro lugar. Cuando regresó encontró el rastro de una gran fogata, ya sin fuerza. La prendió nuevamente para regresar al cielo, pero su humo ya no fue suficiente. Sus compañeros se habían ido. El hombre encontró todo el frijol que ellos habían desgranado y lo usó para empezar a relacionarse y crear amistad con las familias que encontró. En una de ellas encontró a una mujer, con la cual formó una gran familia a la que le enseñó el lenguaje de las estrellas.

La estrella convertido en hombre trajo esta lengua, que es única y no tiene parentesco con ningún otro idioma. Hoy y con ese legado a costa, Wilson espera que la lengua Kamëntsá siga haciendo honores de su bello origen y brille en la tierra desde la voz de cada uno de sus hermanos.

 

Fotos de la audioteca De agua, viento y verdor. Tomadas por Federico Bartelsman.

 

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