En Bogotá, en el barrio San Bernardo, de la localidad de Santa Fe, se encuentra la Casa de Pensamiento Intercultural Shinyak, del pueblo Kamëntsá, originarios del Valle de Sibundoy, en Putumayo: en medio de las montañas orientales de los Andes colombianos del sur.
La Casa acoge a todos los niños indígenas Kamëntsá con un modelo educativo intercultural que se desarrolla a partir de las tradiciones del pueblo: el conocimiento de la lengua Kamëntsá, los cantos tradicionales y la cosmovisión.
La Casa de Pensamiento tiene tres pisos. En el primero está la sala, donde se desarrollan los diálogos entre la comunidad y donde se hacen rituales de armonización del territorio. En este espacio hay varios vestuarios representativos de la cultura Kamëntsá, así como algunos instrumentos; en el centro está el fuego –símbolo esencial para los espacios de comunión del pueblo– y alrededor de éste hay tres piedras: una representa al padre sol, la otra a la madre luna y la última a los hijos estrellas. A lo largo de la Shinyak hay butacos pequeños para que los niños sean testigos de los diálogos con los mayores y, así, participen y conserven las prácticas culturales ancestrales. En la sala hay un mural que representa los ritos alrededor del fuego, la importancia del taita, las yerbas y el ciclo lunar.
Las Casas de Pensamiento, administradas por Alcaldía Mayor de Bogotá, son espacios que nacieron gracias a las reivindicaciones políticas de los diferentes pueblos indígenas que habitan en Bogotá y están lideradas por los Cabildos Muiscas, de Bosa, y Muisca, de Suba; también por los Cabildos Pijao, Kichwas e Inga; y por los líderes indígenas de los pueblos Kamëntsá, Uitoto, Pastos, Misak y Nasa. Hoy en día hay diez Casas de Pensamiento en nueve localidades de la ciudad y en éstas confluyen las tradiciones culturales de los Misak, Muisca, Inga, Embera, Huitoto, Kichwa, Pijao y, entre otros Kamëntsá.
El plan pedagógico de la Casa de Pensamiento de los Kamëntsá está pensado desde los tiempos de siembra y cosecha, así como en el calendario lunar que predomina en su cultura. Los sabedores, como María Concepción, le enseñan a los niños sobre el Bétsknate, el gran día o comienzo de año para los Kamëntsá, que puede ser entre febrero o marzo según el calendario lunar; sobre la Uanarsenshing o siembra delantera, que representa los meses de preparación; sobre el T’sabe y Unatsen Shinye, que es la siembra delantera propia; sobre el Uashenzentsn shinye, que es la siembra del maíz; y sobre el Tsabe unatsenshing, que es la siembra propia.
Para los Kamëntsá la tierra es muy importante porque es la que provee alimento y, como cuenta María Concepción, en ocasiones no se deja pisar ni por las gallinas:
En el segundo piso de la casa se encuentran los salones. Allí los niños saludan a la sabedora María Concepción en las dos lenguas y ella, como si fuera un repaso, les dice los números en Kamentza para que ellos los repitan. Luego ella va hacia un mural, donde precisamente se identifican varias plantas sagradas, y le dice a los niños que corten papeles y los peguen, representando elementos de la naturaleza, mientras habla de la importancia del cuidado de la tierra.
La educación intercultural expande el escuchar de distintas voces y esto expande el conocimiento. Las vivencias, costumbres e identidades requieren ser entendidas desde sus diferencias, por eso educar en la diferencia, y desde la diferencia, sugiere tener en cuenta no solo las experiencias de apropiación y valoración de la identidad y cultura propia, sino también tener en cuenta aquellas culturas que facilitan la comprensión y aceptación de otras identidades, formas de ser y de estar en el mundo.