En Cúcuta los niños juegan con una caja caliente

Por: Lina Salas Ramírez – Estratega Digital Maguaré- MaguaRED

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Esta propuesta parte de una preocupación por el sedentarismo en las nuevas generaciones y por el interés de la artista por conectar a los niños con las tradiciones que hacen parte de su cultura.

“Frío….
frío… fríiiiiooo….
tibio…
¡Caliente, caliente!”

Si naciste en la década de los noventa o antes seguro puedes recordar ese jueguito en el que buscábamos a ciegas algún objeto y nuestros amigos nos guiaban por el camino hacia él indicándonos si estábamos cerca. De ahí toma su nombre La caja caliente, una obra de arte relacional creada por Rosa Delia Duarte, una de las seguidoras de MaguaRED y Maguaré que nos contactó a través de nuestra comunidad en Facebook para compartir esta experiencia. ¡Y nos encanta porque así podrá ser inspiración para otros proyectos pensados en los niños!

Todo parte de una preocupación por el sedentarismo que esta artista cucuteña, nacida en el 64, percibe en las nuevas generaciones, y de su interés por conectarlas con las tradiciones que hacen parte de su cultura y que se heredan, desde hace muchos años, de los padres y abuelos. Rosa Delia lleva su caja vinotinto sobre todo a los colegios públicos de Cúcuta porque ha visto que allí es donde menos se encuentran áreas diseñadas especialmente para jugar, sin embargo, está siempre dispuesta a pasar con su magia tradicional por los colegios privados que la inviten y, de hecho, sueña con poder llevar La caja caliente por todo el territorio nacional.

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Cuando llega La caja caliente a un colegio, los niños salen del aula de clase y se toman el resto de espacios de la escuela para jugar.

¿Y a qué se juega?

14 juegos tradicionales salen del cofre de un metro con setenta centímetros:

  • Yaces: también se le llama al juego “matatena” o «catapiz». Es original del náhuatl y significa “llenar la mano con piedras”, porque este es el fin de la actividad. A veces en lugar de piedras son semillas o estructuras en forma de estrellas que se elaboran con metal o plástico, y a veces se usa una pelota que se tira al aire mientras se agarran las piezas y se debe atrapar antes que rebote por segunda vez.
  • Trompos: tienen forma cónica y giran sobre sí mismos al ser lanzados con una cuerda. Por lo general son de madera pero también hay de plástico e incluso de metal. Solían hacerlos los artesanos y carpinteros, pero también los mismos niños los tallaban de forma rudimentaria. Los Chocoes o Emberá, por ejemplo, les agregan frutos secos para que suenen al rodar.
  • Yo-yo: están formados por un disco de madera, de plástico o de otros materiales con una ranura profunda que va por todo el borde y hasta el centro alrededor de la cual se enrolla un cordón que, anudado a un dedo, se hace subir y bajar alternativamente.
  • Cocas o perinolas: son originarias de México, donde se les conoce como baleros. Tienen un tallo unido por una cuerda a una bola horadada por uno o varios agujeros del diámetro del tallo. El objetivo del juego es hacer incrustar en repetidas ocasiones y con distintos ritmos un extremo del tallo al hueco de la bola o mazo.
  • La golosa: se juega dibujando 10 casillas en el piso para que los niños salten sobre ellas con una o dos piernas. Se cree que se originó en la Europa renacentista y que la temática está basada en el libro La divina comedia de Dante Alighieri, obra en la cual el personaje, cuando sale del Purgatorio y quiere alcanzar el Paraíso, tiene que atravesar una serie de nueve mundos hasta lograrlo.
  • El runcho (zumbador): se elabora con una estructura plana circular a la que por lo general se le pintan muchos colores. Se le hacen dos huecos en el centro y por ellos se pasa una cuerda amarrada a sí misma. El juego consiste en hacerlo girar para que suene y cree patrones de color con el movimiento.
  • El caballito: es un palo, por lo general de madera, al que se le pone en un extremo una cabeza de caballo hecha con tela y rodeada por una cinta que hace las veces de riendas. En algunos casos se le incluyen ruedas al otro extremo. Se usa para que los niños simulen que van cabalgando.
  • La cuerda: así, ¡una cuerda! Se toma por cada extremo con las manos y se mueven los brazos en círculos para lograr saltarla cada vez que pasa por los pies.
  • Costales: son geniales para hacer carreras y, según parece, esta actividad podría datar del siglo XVII cuando los hortelanos —las personas que cuidaban las huertas— realizaban carreras después del almuerzo. Los niños se meten en ellos y para desplazarse deben saltar con habilidad y equilibrio. Gana el primero que llegue a un punto definido.
  • Canicas: son pequeñas bolitas, por lo general de vidrio, que se hacen rodar con la presión que generan los dedos índice y pulgar. Muchos juegos derivan de esta posibilidad, pues dibujando en la arena se crean espacios distintos para mover las esferas de diferentes maneras. La primera prueba de la existencia de canicas se halló en Egipto, cerca del río Nilo, donde se descubrieron bolitas dentro de la tumba de un niño.
  • Rondas: es un juego que no necesariamente requiere de instrumentos o herramientas. Consiste en armar un círculo tomándose de las manos y girar de manera coordinada mientras se entonan canciones o se recitan rimas.
  • Triki trakes: conocidos también como «tronadoras» o «tiki takas». Son juguetes de malabares y cada uno está conformado por dos esferas de plástico sostenidas por un mismo cordel entrelazado especialmente con un aro que funciona como eje y proporciona simetría entre las esferas y el cordel. El objetivo del juego es sostener el mayor tiempo posible el golpeteo en equilibrio rotacional del par de esferas, controlado desde el eje mediante una serie de movimientos rítmicos del brazo y/o la muñeca.
  • Hula hula: aro, por lo general de plástico, que se hace girar alrededor de la cintura o de otra parte del cuerpo como brazos o piernas. De hecho muchos adultos lo siguen practicando en rutinas de malabares o como deporte de calentamiento.
  • Juegos de manos: funcionan como las rondas, no requieres de más herramientas que el cuerpo humano y la coordinación de dos o más jugadores al cantar una canción. Esto se hace mientras se chocan las manos, sobre todo las palmas, pero también otras partes del cuerpo.

Cuando llega La caja caliente los niños salen del aula de clase y se toman el resto de espacios de la escuela. Dan vida a lo que imaginan, siguen las propuestas de Rosa Delia mientras dirige la experiencia y también dan a conocer las suyas. En estos encuentros se acercan unos a otros, se tocan, corren, ríen a carcajadas, sudan y encuentran nuevas amistades, incluso aquellos compañeros que aunque están siempre en el salón no son los que frecuentan. Al terminar los 14 juegos regresan al aula, conversan y dibujan sobre lo vivido; mencionan y reconocen de nuevo a las personas con las que compartieron y expresan todo lo que sintieron.

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El juego propicia encuentros pacíficos en los que se asumen roles por mutuo acuerdo, se trabaja en equipo y se comprende la posibilidad de la derrota.

Según Rosa, es importante que obras como esta lleguen a todos los colombianos, “sobre todo en este momento tan importante donde está en juego la paz de Colombia y donde hay tantos niños marcados por la guerra”.

Lo cierto es que el juego no solo es el lenguaje de los niños, sino que propicia encuentros pacíficos en los que se asumen roles por mutuo acuerdo, se trabaja en equipo y se comprende la posibilidad de la derrota. Además, lo bonito de los juegos tradicionales es que permite que estos niños lleguen a casa a contar sobre estas actividades que seguro activan reminiscencias en sus familiares y propician momentos de juego compartido para guardar en el baúl (o la caja) de los bellos recuerdos.

¡Yo recuerdo con mucho cariño las tardes en las que jugaba yaces con mi mamá! Me encantaba verla quedar descalza y sentarse en el piso conmigo, me hacía sentirla muy cerca y, ahora que lo miro en perspectiva, entiendo que fue una forma maravillosa de ponernos al mismo nivel y compartir de verdad. Siempre me ganaba, y hasta eso me gustaba también. ¿Tú recuerdas algún juego con tus papás o los adultos con los que creciste?

Dice también Rosa Delia: “La caja caliente está hecha para apropiarse de ella, para explorar, conocer, participar, compartir y sobre todo jugar. Voy con mi obra caminando por los senderos del arte moderno y donde hay un encuentro hay arte”. ¿Y qué es el arte, si no la oportunidad de comunicarnos? Aunque muchos podrían alegar que las artes son asunto de técnica y estética, el arte relacional como el que propone La caja caliente aparece para decirnos que el contacto entre los sujetos que se propicia es más importante que el objeto en sí y que la cotidianidad es un lienzo siempre dispuesto para estas experiencias de creación. Y los niños son de hecho artistas natos, en cada uno se crean siempre aventuras, ideas, nuevas formas de jugar y, sobre todo, nuevas relaciones.

¡Déjanos tus comentarios abajo y recuerda que si tienes algún proyecto que quisieras compartir, podemos publicarlo! A Rosa Delia la conocimos por nuestras redes sociales y estamos felices de poder inspirar a través de su obra a otras personas en todo el país que estén buscando proyectos que garanticen los derechos culturales de los niños.

* Si quieres conocer más del trabajo de Rosa Delia puedes contactarla a través de su página de Facebook.

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