En pleno centro de Bogotá, sobre la carrera 30 con calle 19, se distingue un terreno plano donde se refleja el sol durante el día. En el fondo se alzan dos torres grises: una está adornada por un tapete vegetal que parece un árbol al que se le extienden las hojas rojas y verdes. En el centro de los bloques hay una suerte de puente que los une y a los costados hay dos torres más. Las fachadas de las estructuras tienen rectángulos pequeños en dos tonalidades –un gris más oscuro que el otro– y se distinguen puntos de colores de las cortinas que sobresalen de los ventanales.
Es la Plaza de la Hoja, un conjunto de 457 viviendas de Interés prioritario inaugurado en 2015 y que como proyecto fue revolucionario por su diseño y concepción urbanística. Actualmente, además de viviendas, en la Plaza de la Hoja hay varios salones a medio acabar; en uno de esos espacios, precisamente, se realiza el taller de arquitectura para niños de Lunarquicos.
En el salón hay ocho niños entre los 7 y 14 años. Está Ronald, Jose, Jennifer, Samanta, Michel, Mariana, Carlos, Samuel y Daniel Cárdenas, uno de los voluntarios de Lunárquicos.
– ¿Qué hemos hecho en las anteriores clases?, pregunta Daniel Cárdenas.
– ¡Dibujar!, dice Samanta, con el pelo negro, brillante, que le llega hasta los hombros.
– Hablamos de las ciudades, dice Jennifer, de pelo rubio, quien tiene siete años.
– Hablamos de lo urbano y lo rural, agrega Mariana, morena, con pecas y con un auricular en su oído izquierdo.
– Pintamos con tizas y carboncillos, comenta Jose, quizás el más participativo y alegre de la clase.
Precisamente, en una de las paredes del salón hay un mural que representa la transición del campo a la ciudad. Se distinguen edificios de colores, algunas casas con cruces en los techos y superficies negras, una carretera con carros que termina en el encuentro con las montañas; se ven niños, árboles, patos, vacas y pájaros.
– ¿Qué comparten todos los dibujos?, pregunta Daniel.
– ¿La naturaleza?, pregunta Jennifer.
– ¿Si agarran un dibujo de frente qué ven? Y si lo ven de lado, ¿qué es? ¿Un objeto tridimensional?
– Profe, yo no sé que es tridimensional, confiesa Jennifer.
En ese momento Ronald decide ponerse una silla en la cabeza y ver por entre las patas.
– Ronald está en otra dimensión, dice José y todos se ríen.
El profe retoma la explicación y el juego, y concluye:
– Construir algo tridimensional es salir de un plano que tiene un ancho y un largo.
Los niños se quedan callados ante la respuesta y, justo, aparece Fabiola Uribe, fundadora y directora de Lunárquicos. Ella explica qué es la bidimensionalidad y tridimensionalidad por medio de un dibujo que luego recorta para darle volumen. Luego invita a los niños a transformar las palabras en formas y construcciones.
Lunárquicos
Lunárquicos nació en 2011 como una propuesta académica presentada a Ricardo Daza, director, en ese entonces, del Museo de Arquitectura Leopoldo Rother, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. La propuesta consistía en darle a los niños elementos y conceptos básicos de arquitectura.
El proyecto empezó con Fabiola, con artista Sandra Bustos y con dos estudiantes de arquitectura. Ellos dirigieron un taller piloto dirigido a los niños del Instituto Pedagógico Arturo Ramírez Montúfar, más conocido como el IPARM.
Los primeros talleres de Lunárquicos se desarrollaron a través de convocatorias internas de la Universidad Nacional; éstas se ofrecían a la comunidad universitaria y se realizaban una vez por semana en el museo. Los talleres exploraban los temas de las exposiciones del museo y, además, se relacionaban con conceptos de la arquitectura: lugar, espacio y técnicas de representación…
Después de un tiempo de trabajo dentro de la universidad, Fabiola pensó que Lunárquicos debía tener un enfoque más social y empezó a buscar la forma de realizar los talleres de arquitectura para niños en otros espacios y contextos. Así, pues, inició procesos en lugares como el barrio Rafael Uribe, Las Acacias, Ciudad Bolívar, en las Torres del parque y en varios colegios de Bogotá.
A comienzos de 2018 Fabiola abrió una convocatoria para voluntarios y allí conoció a una profesional que hacía parte de la Plataforma de Juventud de Puente Aranda, y participaba en varios proyectos dentro de la Plaza de la Hoja.
De esta manera Lunárquicos inició un proyecto en el que pretendían saber cómo vivían los niños de la Plaza de la Hoja, un lugar de alta densidad, y contribuir a la transformación del espacio.
La Plaza de la hoja
La Plaza de la Hoja es un proyecto de Vivienda de Interés Prioritario (VIP) adjudicado por concurso público en el que se presentaron más de cuarenta participantes. El ganador fue el arquitecto Felipe González-Pacheco, quien presentó un proyecto que buscaba que los habitantes accedieran a diferentes servicios a través de la obra y sus posibilidades de diseño: un centro de desarrollo comunitario, un centro cultural, un jardín infantil, espacios comerciales, una torre de oficinas y una intervención en la plaza. Estos espacios lograban que el proyecto fuera, en parte, comunitario: de todos y para todos.
La Hoja era un proyecto que pretendía, mediante la arquitectura, resolver las necesidades de una comunidad específica. Las primeras casas fueron entregadas por sorteo a 361 familias, en su mayoría víctimas del conflicto armado.
Los niños en el salón reciben los materiales: cartulinas de colores, tizas, y tijeras. La actividad consiste en escribir tres palabras que evoquen el campo o la ciudad y luego, en un formato más grande, hacer de esas palabras elementos para la construcción de una maqueta.
Mientras Jennifer corta con la tijeras cuenta que antes tenía piscina en su casa. Ya no, claro. Luego pregunta que si puede hacer un volcán en su dibujo.
Pese a su “terminación no terminada” la Plaza de la Hoja es una construcción que tiene planteamientos arquitectónicos interesantes: tiene terrazas con espacios verdes, la idea de una arquitectura abierta, está ubicada en un sector central de la ciudad, los paisajes y panorámicas se pueden ver desde varios puntos de la infraestructura. Sin embargo, también tiene problemas: un primer nivel sin acabar; los salones, oficinas y espacios comerciales que no se construyeron; los corredores deteriorados, los pasillos enrejados, los muros de contención que son el paisaje que se ve tras las ventanas del primer nivel.
En la Plaza de la Hoja no hay una banca donde se sienten los niños y el parque está en el lado más alejado, en la parte inclinada y trasera de una de las torres, y está limitado por dos muros y una reja.
“Los mejores lugares deberían ser donde están los niños”, piensa Fabiola: “En este país, con estas cifras de agresión influye mucho el espacio. No hay que golpear un niño para que sea violento, tan solo basta el espacio… Hay mucha agresividad simbólica en los espacios”.
“Acá el grupo es muy mezclado y heterogéneo. Es muy interesante porque los niños traen sus diferencias al taller y pueden hacer lazos de comunidad y aprender de las virtudes de su edificio”, dice Daniel, el voluntario. Luego concluye Fabiola:
“El tema es que les guste y se enamoren de la arquitectura no para que se vuelvan arquitectos sino para que se den cuenta que la arquitectura es una historia de la cultura contada en palabras y forma. La forma se vuelve palabra y la cultura se vuelve forma con la arquitectura… Es muy importante que los niños sepan leer su ciudad, entender por qué pasan las cosas y, al saber eso, que entiendan que existe la posibilidad de transformar el mundo”.
La arquitectura vista desde Lunárquicos no es académica ni artística: un plano no es una obra de arte. Los niños entienden de conceptos y términos de forma experimental, sensitiva e incluso corpórea. La arquitectura sirve de excusa para sentir, transmitir percepciones climáticas y de temperatura, emociones, seguridad, así como significados. Cuando los niños y todas las personas se educan con conocimiento de arquitectura se forman ciudadanos, esa consciencia crea individuos más críticos, propositivos y optimistas… Individuos más lunárquicos.
Importante confirmar tu nota. Es plataforma de juventud de Puente Aranda y no estudiante, es profesional. Que llega al colectivo con el objetivo de fortalecer acciones a nuestra Localidad. 😉
Hermosa Nota
Adriana, gracias por tu precisión. El texto ya está ajustado.
¡Feliz día!