Juan Carlos Velásquez es artista plástico de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Allí se dio cuenta que lo que quería hacer era espacios y ambientes para niños de la primera infancia: como artista quiso vincular no solo su conocimiento, sino técnicas para crear instalaciones, mobiliarios y ambientes que propiciaban las experiencias significativas en los niños.
En 2004, un año antes de graduarse, participó en un proyecto de la caja de compensación familiar Comfenalco Antioquia. Durante semanas visitó Centros de Atención y jardines infantiles y notó que sus diseño no distaban de los lugares en los que él había estudiado el kínder: mobiliarios ajenos al concepto de inclusión: rígidos, pesados, con bordes afilados y fabricados desde la perspectiva de un adulto, sin un adecuado manejo de alturas, que no tenían en cuenta el punto de vista estético, de provocación o de movilidad. Con ese escenario entendió las posibilidades de aprovechar los recursos del arte, los movimientos artísticos, y todo lo que había aprendido de instalación y lenguajes expresivos, en pro de convertir espacios en ambientes adecuados para los niños.
En 2010, año en el que hubo una especie de “boom” de los espacios adecuados para la primera infancia en Medellín, Juan Carlos se integró el equipo de Buen Comienzo, una estrategia que empezó en Medellín y se extendió por el departamento; esta estrategia atiende de forma integral a niños desde la gestación hasta los 5 años y crea conciencia sobre los sentidos que los niños dan a los lugares, y sobre su forma de habitar los espacios. Allí, gracias a esa experiencia, Juan Carlos entendió cómo el concepto de comodidad variaba según el contexto: la ubicación y relación que las personas tienen con el lugar transforma las formas de concebir el espacio.
«En este año empiezan a aparecer los jardines de calidad en Medellín y la figura del artista residente y la comprensión del arte como pilar de los procesos pedagógicos de los niños, cuenta Juan Carlos Velásquez.
En 2015 Juan Carlos entra a hacer parte del Diplomado Cuerpo Sonoro y descubre las posibilidades de transformar los espacios para la primera infancia teniendo en cuenta los sentidos, el cuerpo y la memoria como extensiones de la experiencia que contribuyen a potenciar la creatividad. Basta recordar la infancia, como lo formula Cuerpo Sonoro, para entender la importancia del espacio.
“Todo niño tiene la capacidad de convertir un objeto en cualquier cosa, de crear micro universos donde debajo de la sábanas pasan cosas mágicas. Hasta el niño que haya tenido la infancia más compleja tiene recuerdos bonitos de su infancia. Basta con traer eso a colación para entender la contribución del espacio en los primeros años de vida”, afirma Juan Carlos.
Los recuerdos se ubican en un lugar donde emergen las experiencias significativas, cuando se jugaba o se armaban casas con los hermanos: experiencias potentes que significan; basta con esto para comprender que los ambientes –el espacio transformado– tienen la capacidad de aportar a las emociones y sensaciones del ser humano:
“El ambiente hace parte de la dignidad del ser humano”, dice Juan Carlos.
A la hora de concebir un espacio adecuado es importante, como señala Juan Carlos, el valor estético. El arte es esencial en la instalación. Tanto el agente como los niños deben hacer parte de las transformaciones estéticas del espacio teniendo en cuenta los lenguajes expresivos. Esto permite que los niños se apropien del espacio, lo cuiden y mantengan.
“Las estéticas de los niños aportan mucho a la primera infancia, los empodera, hace que los espacios sean cercanos”, agrega Juan Carlos
Otra característica de un ambiente adecuado es que sea un espacio incluyente, tener en cuenta el movimiento que sea fácil el desplazamiento para todos los niños.
me interesa entrar en contacto con ustedes
Claro que sí, Amaranta. Puedes escribir a gestor.maguared@gmail.com