Desde que nacemos compartir los alimentos con nuestros seres queridos es uno de los momentos cotidianos de mayor importancia y significado. ¿Quién no ha oído estas frases?: “Está listo el desayuno”, “Vamos a hacer las arepas”, “Mmm, qué rico comer juntos”, “Está delicioso, mamá”, “Nos vemos a las onces o al almuerzo”, “Yo cocino unas deliciosas…”, “Un cafecito con…”.
Lo maravilloso de estos momentos de encuentro es que están acompañados de alimentos que nutren nuestro ser de manera integral (física, emocional, mental y espiritual). Podríamos pensar que solo un panecillo o un café están presentes, pero ¿y la intención de quien los ofrece?, ¿las personas que cocinaron?, ¿de dónde vinieron los alimentos?, ¿y lo que nos ofrece la tierra? Parece que más que de un panecillo hablamos de un regalo de la vida: del encuentro con otro, de la vida presente, de un ofrecimiento con el que nuestro ser accede de una manera amorosa al contacto, es decir, se alimenta el alma de compañía, de otras maneras de ver el mundo.
Ahora bien, existe una preocupación constante a propósito de qué y cómo comer, qué es más saludable, cómo no engordar. Pero estas preguntas tan de moda, ¿qué nos dicen acerca de la nutrición de la vida integral y no solo de la del cuerpo? Estas preocupaciones por la nutrición del cuerpo han invadido nuestra cultura y nuestras formas de vivir, y han inundado nuestras relaciones con los niños y niñas hasta el punto de preocuparlos por verse delgados a su corta edad. Pero debemos preguntarnos: ¿por qué convertir el alimento en algo inadecuado, en algo que enferma?
Hemos venido perdiendo la posibilidad de crear figuras con la masa de las arepas o de las tortas que nos dan nuestras madres, y la de preparar en grupo una torta para celebrar el cumpleaños de un miembro de la familia y hacerle una decoración especial. Parece que con la practicidad de nuestros nuevos estilos de vida hemos perdido la posibilidad de disfrutar del tiempo en familia y de crear una nueva receta.
Es importante darnos cuenta de que acciones simples como cocinar un alimento traen consigo la posibilidad del encuentro con los otros; no solo compartimos el resultado de una preparación sino que también ponemos en juego nuestros deseos, creatividad y destrezas. Nos proponemos, con diversos sabores y mezclas, enriquecer el alimento, y de esta manera (incluso aunque no seamos conscientes de ello) estimulamos los sentidos, enriquecemos los alimentos y le damos integridad y sentido a la vida en la medida en que cultivamos los vínculos entre seres humanos.
Así, la preparación y el consumo de alimentos nos brindan oportunidades para encontrarnos con otros seres humanos, pues son ocasiones que dan lugar a relaciones y conversaciones. Además, son actividades que fortalecen el espíritu de cada persona en la medida en que concibe y lleva a cabo la intención de realizar todo el proceso, desde la decisión de qué preparar hasta la disposición en la mesa y la comida. La construcción de rituales permite fortalecer nuestro ser espiritual, profundizar los vínculos amorosos, enriquecer la realidad y reconocer en los alimentos la propiedad de nutrir el ser en lugar de dañarlo; pues lo que existe en nuestra naturaleza, combinado de una manera equilibrada, favorece el desarrollo del ser.
Entonces, pensemos: ¿qué puede ocurrir en entornos que cumplen la función de maternar y acompañar a niños y niñas en su proceso de desarrollo como salas cunas, jardines, centros de estimulación temprana, centros de desarrollo integral, etc.? Son espacios en los que existen mil posibilidades de construir vínculos amorosos en la cotidianidad.
Es importantísimo reconocer la naturaleza vital e integral de los alimentos, y que las personas que los tienen a su cargo les sumen su ingrediente personal y su toque secreto de alegría, de magia y creatividad, para que la rutina de la alimentación de los niños y niñas tenga sentido integral. Las personas que se encargan de la elaboración de las dietas, la compra de alimentos y la preparación, los expertos en nutrición, los que sirven los alimentos y acompañan su consumo, y también los que realizan el aseo pueden participar de esta visión integral que le aporta al acto de comer todo su sentido: estar al lado de otros, conversar, tararear, cantar, reconocer los alimentos, tocarlos, sentirlos, pintar con ellos, crear maneras diferentes de comer son maneras de enriquecer este momento.
Podemos decir, y recordar siempre, que una labor realizada con intención, con amor y con palabras saludables y constructivas nutre y fortalece al ser humano en todas las facetas de su vida: física, emocional, mental y espiritual.
sobre el articulo me encanta ese tipo de aderezos a la hora de comer no importa lo que se consuma es mucho mas valida la información adicional.