“Bendice madre naturaleza estos alimentos que la tierra nos dio y que el sol maduró. Bendice también a quien con dedicación nos los preparó; que sirvan para aumentar nuestras fuerzas, para compartir con amor y alegría”, dicen en coro los niños del Jardín Intihuasi o Casa del sol. La comida está encima de la mesa. Es medio día y todos los niños, antes de almorzar, dicen estas palabras. Al final se toman de la mano.
Intihuasi es un proyecto pedagógico ubicado en el barrio Nicolás de Federmán, en la localidad de Teusaquillo, en Bogotá. Ellos se inscriben en la Pedagogía Waldorf, basada en la filosofía antroposófica de Rudolf Steiner, que surgió en 1919 en Alemania, y que busca que cada niño desarrolle su yo interior.
Intihuasi está divido en dos casas: en una están los primeros grados, con los niños de 0 a 5 años –que son 45; ellos están en un espacio distinto de los niños más grandes, que ven su primaria básica hasta octavo en otra casa, muy cerca. En total son 180 estudiantes. Los salones de los niños más pequeños se caracterizan porque invitan al juego. En los salones hay una cocina en madera y una tela cubre su área; también hay muñecos de trapo y sillas pequeñas; en un rincón hay tres canastos llenos de juguetes.
En la otra casa, donde estudian los más grandes, hay tableros plegables en los que se escribe en tiza y frente a ellos hay mesas y sillas de madera. En las paredes cuelgan muchas hojas con dibujos y letras relacionadas con imágenes. Lucía Correa, una de las madres fundadoras del proyecto, cuenta que el conocimiento está asociado a una imagen y a una historia, y que por eso las letras que acompañan el ejercicio de aprendizaje de la lectoescritura se enseñan por medio de dibujos que llevan mucho color.
En la estantería donde deberían ir los libros de estudio hay una especie de cuadernos de dibujo que son elaborados por los padres de familia –en Intihuasi no hay libros de texto. Además, en cada salón hay una mesa, una especie de altar con piedras, cuarzos y una planta, así como otros elementos simbólicos que, en el caso de los niños más pequeños, pueden ser una suerte de escudo de caballero de la edad media o incluso una corona.
Pedagogía Waldorf:
Los principios filosóficos y académicos de la Pedagogía Waldorf están centrados en el estudio del ser humano, de su espíritu artístico y de su sensibilidad hacia el medio que lo rodea; por eso el plan de estudios de los niños no es fijo sino que debe recrearse en cada momento y adaptarse a cada niño, lo que exige la continua preparación del profesor.
Las escuelas de este tipo son escuelas para educar a los niños hacia la libertad (eso dicen), formadas exclusivamente por el trabajo conjunto y colegiado de los profesores y por el estrecho contacto y participación de los padres que forman parte de la comunidad.
La pedagogía tiene tres principios fundamentales: el desarrollo del ser humano como un ser que es capaz de conocerse a sí mismo, conocer su entorno y afectarlo de manera positiva. Adicional a esto, la educación se divide en etapas evolutivas: en la primera etapa de vida los niños no tienen procesos de lectoescritura, no viven procesos académicos, y viven procesos de socialización en busca de su autonomía y desarrollo.
Como explica Lucía, en la primera infancia se refuerza el desarrollo de los sentidos inferiores: el tacto, el movimiento, el equilibrio y hay un sentido de la pedagogía que es el sentido vital: el sentido del bienestar y del malestar.
Los niños en Intihuasi ayudan a preparar sus verduras y arepas que hacen a partir de maíz, que muelen ellos mismos. Aquí el arte es muy importante: cada semana tienen un ritmo y cada día de la semana una actividad artística diferente. Todos los días cantan y las maestras dan las instrucciones más importantes con canciones. El maestro que acompaña el jardín acompaña al niño en sus etapas de escolaridad.
Para esta pedagogía el desarrollo del ser humano debe darse en un ambiente libre y cooperativo, sin exámenes y con un fuerte apoyo en el arte y los trabajos manuales. Los niños exploran con la acuarela, el modelado, la crayola, las actividades hogareñas y la creación. Todo es exploración. En el jardín se trabaja únicamente con hojas blancas, los niños van explorando lo que su interior va diciendo; usan pinturas aguadas y papel mojado porque la pintura tiene una significación terapéutica desde el punto de vista de la pedagogía:
«Se puede controlar la emoción, desarrollar el tacto para que la pintura no se expanda o lo moje todo. Los niños solo pintan y exploran sin teoría alrededor de color…», dice Lucía.
Los niños en jardín modelan con materiales blandos. Por ejemplo, preparan pan, arepas y utilizan cera de abejas que tiene que calentarse en las manos para que sea manejable y así crear figuras.
“No existen las notas sino compromisos. Como trabajan tanto con las manos, equilibran su voluntad con sus emociones y sentimientos. No es sólo recibir información. Las matemáticas se aprenden con los pies: cantamos las series, tablas, hacemos ritmos… Todas las mañanas nos reunimos todos para saludar y siempre se hace un ritmo corporal en esos saludos. Eso genera en los chicos un equilibrio emocional”, dice Lucía.
Además del arte, el juego es esencial: “Es la actividad primordial que le permite al niño desplegar las facultades éticas, morales, intelectuales y sociales que determinan su actuar futuro: hace rondas infantiles que le ayudan a la madurez y dominio de las destrezas del cuerpo; construye castillos para desplegar su fantasía creadora; escucha cuentos que le ayudan a desarrollar su imaginación, además de lograr la capacidad de escuchar y prestar atención, tan necesario para la escuela; prepara pan, actividad que realiza a través de la imitación del mundo adulto. También pinta, dramatiza y así, de forma natural, se integra al mundo, preparándose para afrontar su vida futura”, escriben fundadores del jardín en su página web.
Esta pedagogía está asociada al no uso de tecnología, aunque, como explica Lucía, este concepto va más allá:
“La pedagogía Waldorf tiene la fama de que la tecnología no es muy apreciada y esta es una mirada errónea. Lo que hacemos es que los niños comprendan cuáles fueron las primeras herramientas que desarrollaron la tecnología hoy día. Los niños muelen maíz, rayan los alimentos, investigan los oficios… Todo encaminado a la comprensión de cómo la civilización llegó a este punto y cómo eso se transforma. Eso es tecnología”, concluye Lucía.
Otra de las características de la pedagogía es que es muy exigente con el tema de espacios, ya que está basada en arquitectura aerodinámica, salones con formas geométricas, zonas verdes grandes, zonas para cultivos y talleres para forjar.
En este pedagogía, como dijo su fundador, Rudolf Steiner, se pretende «formar seres humanos libres, capaces de impartir desde sí mismos propósito y dirección a sus vidas”. Al fin y al cabo en los niños está la Casa del Sol.
Quiero participar de este espacio para aprender y fortalecer mi labor como educador infantil