Por Claudia Ávila Vargas, docente de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, Facultad de Educación.
Objetivo de la experiencia: Descubrir con los niños que el mundo está lleno de personas, animales, familias, cosas… ¡Y que no hay ninguna igual!
El pasado 30 de mayo volví al aula, pero esta vez, no con los jóvenes de la Universidad, sino con 40 niños de 2 a 3 años del hogar infantil Rafael García Herreros, del barrio Minuto de Dios. Allí, durante una hora y media, recordé la alegría, inocencia y amor que irradian los niños.
En compañía de las docentes tutoras conversamos con los niños sobre el tema de la diversidad. Empezamos hablando sobre el tipo de familias que tenían, que lógico eran diferentes: las casas donde viven, las mascotas que tienen, los árboles, las flores, las frutas, los animales grandes y pequeños… En fin, el objetivo era que los niños comprendieran que la diversidad se encuentra en todas partes.
Luego les dijimos que se miraran, en parejas, uno frente al otro. Ellos se reconocieron como diversos, pero hermosos; diferentes, pero únicos; y sobre todo los niños mencionaban que todos tenían lo mismo, es decir, que todos tenemos ojos, cara, manos: somos iguales, pero diferentes porque no venimos de la misma barriguita.
– ¿Pero si venimos de la misma mamá seríamos iguales?
– Claro que no, respondieron muchos y empezaron a contarnos sobre cómo son diferentes a sus hermanos.
Ahora que ya había realizado la contextualización del tema y los niños comprendían sobre qué hablaríamos y el por qué de mi visita, llegaba el momento mágico, la hora del cuento, el momento que, como Docente, madre, y aprendiz, daba lo mejor de mi entonación para que los niños sintieran la narración. El turno en esta oportunidad fue de Elmer, el elefante de colores.
Los niños escucharon atentos la historia, intervinieron a medida que leía, imitamos el sonido del elefante y sus movimientos. Cuando narraba les relacionaba el cuento con el tema de la diversidad:
– Elmer es un elefante diferente, pero sigue siendo un hermoso elefante, al que le gusta sus colores.
Luego de la lectura inicié con la actividad principal: ¡decorar al Elmer como cada uno quisiera, con papeles de colores y tamaños diferentes! Junto a las docentes ayudé a rasgar el papel, a tomar las manitas de los niños, algunas más tensas que otras, a apoyar sus manos en las mesitas e indicarles cómo lograr cortar más pequeños los papeles, hablar de colores, escuchar sus voces tratando de decir el color del papel que elegían, identificar en el ejercicio quienes eran más sensibles con la textura del pegante… En fin, tantas cosas que se pueden visualizar al realizar un ejercicio tan sencillo como estos. Yo los escuchaba contar sus historias de familias, cantar o tararear tonadas infantiles mientras decoraban a Elmer. La historia nos permitió no solo a mí, sino también a las tutoras, identificar lo que entienden los niños de diversidad, la mirada de respeto hacia su significado.
Terminamos el ejercicio con Elmer decorado con muchos papelitos; cada color nos hacía reconocer que somos personas de muchos colores, de muchas luces, capaces de pintar cada rincón de nuestra vida con un crayón diferente.
Conclusión:
Quisiera invitar a todos los padres y docentes a que conversen sobre la diversidad con los niños, a entender que todos somos diferentes, que nuestra diferencia es maravillosa.
Gracias Maguaré y MaguaRED porque cada una de las invitaciones propuestas cada mes es una oportunidad para pensar cómo llegar a los niños; no se trata de entregarles algo a ustedes, se trata de pensar la estrategia para que como docentes, padres, tutores-acompañantes logremos brindar aprendizaje tanto para ellos como para nosotros.
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