Los niños de un jardín de Pasto, en Nariño, caminan por las calles rodeados por una cuerda que forma una especie de círculo que los protege; las maestras toman las puntas de la cuerda y los niños tratan de jugar en esa área: hablan, se abrazan, ríen, se hablan al oído. Así suelen caminar cuando salen de su jardín a otro lugar. En Bogotá el escenario no es distinto: los niños suelen estar «blindados» mediante una fila, uno detrás de otro, y cada uno tiene un número para que las maestras sepan cuántos son en total. Ese es el paisaje de los niños cuando recorren las calles de una ciudad: están tomados de la mano en compañía de su familia, protegidos en sus coches, cargados en brazos… están protegidos por un lazo circular u organizados en filas. Así recorren los niños la ciudad.
En el barrio Restrepo, de Bogotá, conocido por ser un punto comercial de fabricación de textiles y venta de calzado, los niños de siete meses a cinco años del Hogar Infantil Jairo Aníbal Niño se toman las calles desde hace cuatro años. El Carnaval Construyendo Nuestra Infancia es un evento en el que los niños, con coloridos disfraces y comparsas, transitan, recorren y viven las calles, y mientras lo hacen los vecinos se asoman por las ventanas y graban con sus celulares el evento: se sorprenden, aplauden, ríen. Bebés, madres embarazadas y niños que no superan los 120 centímetros de estatura caminan, bailan e incluso lloran por las calles del barrio sin una cuerda o una fila que los limite. Los conductores tienen que parar y ante el espectáculo cambian su rostro de enojo por el de ternura cuando ven a estos niños pasar con sus trajes. Las abuelas se animan a bailar, los niños que no están en la comparsa se unen y en general se siente el apoyo de la comunidad.
Detrás de esta iniciativa está el Hogar Infantil Jairo Aníbal Niño, vinculado al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y operado por Fundali. Según Daniel Riaño Garzón, profesor con licenciatura y énfasis en educación artística de la Universidad Distrital, el carnaval representa lo que se trabaja a lo largo del año y a su vez es la “graduación” de los niños entre 5 y 6 años de su curso, quienes continuarán en otras escuelas.
Cada año en las calles de Restrepo salen alrededor de ocho comparsas de niños; ellos, a través de disfraces, música, cantos y juegos, representan un tema anual: el de este año fue “El mundo de los sueños”.
El mundo de los sueños fue recreado en versiones macro y micro. Hay saltamontes gigantes con patas peludas y dibujos que cubren toda la piel; hay arlequines de todas las formas y colore; hay monstruos con ojos inmensos y triangulares, hechos de retazos de tela; también hay guacamayas que pueden extender sus alas y un planeta tierra en forma de mujer con pelo negro y largo; hay un gran elefante de trompa rosada y orejas de flores; hay niños caminando y ocupando las calles: ellos cantan, saltan, hablan y ríen.
“A raíz de las respuestas de los niños y de sus experiencias en aula comenzamos a elaborar los personajes que hacen parte del carnaval. Algunos salieron de los cuentos, como Elmer el elefante; otros de los talleres de exploración, como el Monstruo de texturas. Los personajes elaborados son una especie de alebrijes, artesanías que representan animales zoomorfos de colores vibrantes. Nosotros, los maestros, somos los entrelazadores de los sueños de los niños, de su imaginación”, dice Daniel con una sonrisa en la boca y la voz agitada después de llegar a la meta final de su comparsa; allí los niños bailaron tonadas ecuatorianas mientras movían sus trajes hechos de miles de retazos de colores.
¡Los niños en las calles!
Hace unos seis años, antes de que se creara el Carnaval Construyendo Nuestra Infancia, los profesores del Hogar Infantil Jairo Aníbal Niño iniciaron caminatas pequeñas hacia la Biblioteca Carlos E. Restrepo, a unas cuantas cuadras del jardín; así lo hicieron porque los niños no tenían espacios lúdicos amplios en las instalaciones. Luego, y según su apuesta pedagógica de trabajar alrededor del arte y la literatura, los maestros comenzaron a recrear cuentos infantiles y a ambientar los espacios dentro del hogar infantil. Un año después decidieron exponer ese trabajo y sacaron a la calle el cuento de Donde viven los monstruos.
A raíz de esta actividad y ante la falta de parques y espacios de juego para los niños los profesores decidieron, ese mismo año, cerrar la calle donde está el jardín para que los niños trajeran sus bicicletas, triciclos y juguetes, y así desarrollar actividades pedagógicas con relación a los lenguajes expresivos: trabajando con arcilla, pintura y hasta jabón.
El año siguiente, en 2012, se hizo un concierto animal. Los niños y los profesores se disfrazaron con sus trajes más «feroces» para interpretar canciones infantiles. Y en ese ejercicio la calle quedó pequeña: habían muchos niños y muchas familias compartiendo en una sola cuadra:
Finalmente surgió la idea de hacer un carnaval que recogiera lo aprendido en clase. Los maestros convocaron a las familias y a la comunidad y se generaron redes en las que, por ejemplo, los comerciantes del barrio le entregaban a los maestros materiales que les sobraban (telas, madera, cartón, pintura, entre otros) para que ellos, junto a los niños, elaboraran trajes o elementos para el carnaval.
En 2014, primer año del carnaval, invitaron bandas de marcha de los colegios aledaños y junto con ellas salieron los niños a las calles; junto a ellos estaban sus familias, amigos y hasta los abuelos de la Biblioteca Carlos E Restrepo, quienes siempre acompañan a los niños en sus actividades.
El arte y la literatura como pedagogía
En el Hogar Infantil Jairo Aníbal Niño hay alrededor de 23 profesores y 8 grupos de formación. La consigna es trabajar a partir de las artes y de la literatura luego de un ejercicio de observación y exploración con los niños que se hace cada año. Por eso su mayor apuesta pedagógica y la consolidación de este proceso es el Carnaval Construyendo Nuestra infancia; con éste no solo hacen que los niños sean visibles para la comunidad sino que los mismos niños sienten que las calles también son suyas y que el acompañamiento de sus familias es esencial en el aprendizaje.
Con el carnaval se abre la posibilidad de que los escenarios pedagógicos se desarrollen más allá de un salón de clase, y que la pedagogía en educación inicial también sea en espacios abiertos y de cara a la sociedad. Como explica Daniel el trasfondo tiene que ver con “ser humanos”, con crear unión, hacer comunidad y que los niños empiecen a ser sujetos reales y activos:
“No esos sujetos pasivos que todos ven y dicen ‘¡tan bonitos!’, sino niños que tienen voz y voto, que están participando en su proceso de ciudadanía”, dice Daniel.
En el carnaval los niños se abrazan y ese es un abrazo espontáneo y fraternal. Por eso Daniel dice que son niños que se empoderan desde su sentir y a través de estas actividades dejan el miedo a expresar sus sentimientos:
El carnaval es un ejercicio de aproximación del arte a los niños y sus familias. El objetivo es que ellos se den cuenta de que más allá de una fila o un círculo que los limita hay más posibilidades, lenguajes y formas de ver y vivir las ciudades y sus calles: el mundo, en definitiva.
Gracias Fundali, hacer vivir a los niños y niñas en el arte es permitirles explorar y encontrarse de otra manera con los otrxs. Es nuestro segundo y último carnaval con ustedes, nuestro hijo y nosotros lo agradecemos.