Vanessa Fort es brasileña y hace unos quince años se dedica a la producción audiovisual para niños y adolescentes. Ella es la creadora y guionista-jefe de la serie infantil Mundo Ripilica, que se puede ver en Discovery Kids Brasil, y es una de las fundadoras de ComKids, una iniciativa que promueve contenidos digitales, interactivos y audiovisuales de calidad para niños y adolescentes. Ella también es fundadora del laboratorio audiovisual 11 mil pés, que desarrolla proyectos de dramaturgia infantil y juvenil, y, además, ha sido curadora invitada de YouTube Kids, ha sido jurado de los Premios TAL, Fan Chile, Japan Prize y de los estímulos del Ministerio de Cultura de Colombia… Vanessa es una de las creativas de contenidos infantiles y juveniles más importantes de latinoamérica.
MaguaRED conversó con ella sobre el audiovisual en los niños, sobre el consumo de contenidos infantiles digitales, sobre las poéticas infantiles y sobre la sexualidad y los estereotipos de género en las producciones infantiles. Para Vanessa Fort lo más importante en las producciones infantiles es hablarle a los niños sobre la vida: sobre sus “geografías íntimas y sociales”.
MaguaRED (MR): ¿Cuáles son los cambios más importantes en la televisión y el audiovisual infantil latinoamericano en los últimos años?
Vanessa Fort (VF): Desde 2009 –y tal vez un poco antes– hubo una gran movida con la creación de franjas, canales específicos para niños, abordajes editoriales, políticas públicas y producciones que han dialogado y dialogan con las infancias contemporáneas; estos aspectos afianzaron la interlocución con los niños acercando sus puntos de vista… Creo que todos estos elementos generaron un conocimiento y una idea de la infancia partir de aproximaciones que concebían a los niños como sujetos de derecho y como sujetos que están en el mundo ahora –en el presente– y no solo en el futuro; este conocimiento tuvo muchos acercamientos interesantes y pulsantes a mi ver: muchos canales públicos y privados con programación infantil fueron creados, otros maduraron, y, junto a los festivales audiovisuales infantiles, muchas producciones y reflexiones fueron idealizadas y concretadas, apalancando una serie de producciones que han tenido hasta el día de hoy relevancia e impacto en la vida de los niños latinoamericanos.
Creo que ahora estamos en un momento de evaluación e inminente transición de todos estos elementos para llegar a otro camino que todavía no sabemos cuál es. Se completaron diez años de una generación de personas que pensaron y produjeron audiovisuales dedicados para la infancia y que ahora necesitan reinventarse en contextos de demasiada fragilidad política –escenario que hace parte de la realidad de nuestro continente.
Muchas veces, como adultos, ponemos palabras en la boca de los niños, bien sea a través de un discurso cultural, de tradición o, por qué no decirlo, a través de un discurso que hace parte de nuestras estructuras narrativas. Pero, al final, ¿qué es lo que los chicos y chicas quieren decir? ¿Es cierto que un niño negro necesita explicarle a un niño blanco el cuánto sufre con la violencia del racismo explícito y del racismo estructural? ¿Necesitamos potenciar –más allá de problematizar– ese niño? ¿Qué tipo de posturas estamos eligiendo para que realmente las infancias contemporáneas se identifique ética y estéticamente? ¿Qué tipo de posturas estamos eligiendo para que se construyan espacios de resistencia cultural y política de los niños en nuestras democracias? ¿Estamos protegiendo o estamos moralizando a partir de una perspectiva colonial eurocéntrica? ¿Cómo nos movemos más allá de los fetiches que los países europeos tienen en relación a nosotros adultos, que se extiende a los niños y adolescentes? Y sigo: ¿Estamos realmente creando algo oriundo de la realidad de esas infancias? ¿O estamos intentando convencer a alguien sobre nuestras culturas?
Hay que pensar en esos temas por cuestiones de territorio, de afirmación de cultura, de apropiación de los procesos, lenguajes y tecnologías. Tenemos que pensar sobre estas cosas para no seguir resistiendo en el sitio equivocado, en el sitio hegemónico: el del adulto sobre el niño, el de lo urbano sobre lo rural, el de la mirada colonizada, el de la mirada que no acoge la diversidad.
Los niños están dándonos tips, pero también necesitamos protegerlos potenciando su participación política, su espacio de construcción de sentido sensible y su lugar de habla. En mi país, ahora, los niños están con miedo de no poder soñar, así como están aprendiendo a alabar armas y la violencia. Tenemos el deber de garantizar protección a los niños, y eso se debe traducir en no amontonar conceptos en narrativas que deben ser de los propios niños. Nuestra participación, como creadores de contenidos, es bastante delicada porque en nuestros productos los niños puedan mirar su propia poesía (de creación de sentidos para sus vidas) y estar en el mundo.
Creo que ahora es el momento de crear otras cosas, de madurar y aprovechar la inmensidad de ideas desarrolladas.
MR: ¿Se puede hablar de una televisión infantil latinoamericana? Si es así, ¿en qué se diferencia de la televisión infantil del resto del mundo?
VF: Pienso que sí se puede hablar de una “televisión infantil latinoamericana”, pero como un movimiento, como algo generacional articulado con dimensiones de sujeto y de tradición. Sin embargo, en eso hay un peligro: totalizar –inclusive en nuestro país y en nuestra región.
Chimamanda Adichie dice que no podemos correr el riesgo de hablar de historia única, inclusive para representarnos –a nosotros o a los niños. En ese sentido, hay que garantizar y descubrir nuestra diversidad: que no sea totalizadora y que narre historias infantiles con muchos puntos de vista, con diversos protagonistas –viniendo de todas las partes– y con repertorios y conflictos diversos.
MR: ¿Cuáles temas son relevantes para tratar en los contenidos dirigidos a la primera infancia?
VF: Yo creo que la primera infancia es el momento perfecto para sentar las bases de la creación en los niños, bien sea de manera sensible o, literalmente, con sus propios pies y sentidos. El niño necesita sentir que el mundo es un lugar seguro para estar y crecer –aunque sepamos que no lo es. Así, pues, pienso que crear contenidos para niños pequeños es una manera de evocar la belleza y el amor en el mundo.
MR: El concepto de poéticas infantiles es reiterativo en varios de sus discursos. ¿Qué son las poéticas infantiles y cómo éstas se vinculan con lo que hace, sobre todo en cine y televisión?
VF: Como guionista, productora e investigadora siento la necesidad de escuchar niños y adolescentes; escucharlos con cada parte sensible que tengo disponible para intentar lograr comprenderlos. Cuando escribo un guión no pienso apenas en los aspectos narrativos y de la historia, también pienso, por ejemplo, en la frecuencia y la atmósfera que circunda cada niño y adolescente más allá de su contexto y complejidad de carácter; para mí todos estos elementos constituyen sus dimensiones como seres sociales y como sujetos… Esos elementos son la poética que cada niño tiene: su estar en el mundo, su personaje, su capacidad de autoinvención, de autocreación.
Pienso que cuando hablamos de poéticas infantiles estamos refiriéndonos a un esfuerzo de aproximación íntegro a las realidades diversas de los niños, a esas poéticas diversas. Un niño –y un personaje infantil– no puede ser constituido apenas por una categoría: un niño negro, por ejemplo. Pienso: ¿Cuál es el nombre de ese niño? ¿Cuántos años tiene? ¿Qué le gusta hacer cuando se despierta? ¿Qué piensa cuando necesita ponerse los zapatos por la mañana? ¿Qué le gusta hacer con su hermano? ¿Tiene hermanos? ¿Cómo se siente cuando los adultos no lo toman en serio en algún dilema que está viviendo o cuándo está sintiendo algo muy profundo y difícil?
Las poéticas infantiles no son una idea idílica de la infancia. Sabemos que la infancia está llena de miles, ¡de gigantescos desafíos! Por lo tanto pensar en poética, en ese sentido, es pensar en Aristóteles y en su concepción de la poética desde un sentido narrativo de la vida: ¿Cómo están creando los niños sus propias narrativas?
Se trata de estar atentos y ayudar a crear sentidos cuando todo lo que se vive está repleto de confusión y conflictos… Yo estoy interesada en descubrir eso.
MR: La mayoría de sus proyectos audiovisuales abordan el tema de la sexualidad, del género, del feminismo, de «ser padre» o «ser madre», sobre los estereotipos y sobre temas como las enfermedades mentales y la participación política. Todo lo anterior, digamos, abordado desde la niñez: de niños y para niños. ¿Por qué y para qué desarrollar estos temas «tabú» en productos para niños –infantiles?
VF: Esos temas son parte de la vida de los niños y jóvenes. Tenemos que hacerlo para su protección. Es un error no hacerlo y si no se hace se estimula el fortalecimiento de los tabúes y de distintas violencias. Tenemos que desmitificar las cosas para que los niños y jóvenes no sufran violencias de todo tipo, para que puedan vivir y crecer fuertes, para que tengan libertad, para que se favorezcan sus derechos: los derechos humanos, el de la vida, el de la diversidad… Tenemos que trabajar contra las injusticias sociales, en favor de la vida de los niños que debe ser protegida, contra la ignorancia que es un riesgo para sus vidas… trabajar para que puedan aprender y crecer. Divulgar estos temas es una manera de hacer viable la vida de los niños, garantizando sus derechos.
MR: Finalmente, ¿qué opinión tiene frente al consumo de contenidos audiovisuales y digitales en la primera infancia?
VF: Esa es una cuestión delicada que necesitamos encarar con integridad. Ahora, antes de responder es importante decir que estamos hablando de niños que tienen acceso a buena conexión de internet y buenos celulares, computadoras, etc., lo que no es la realidad de todos los niños, por lo menos en Brasil.
Haciendo esa aclaración, pienso que nosotros necesitamos garantizar la calidad de estas producciones no estimulando el vicio a las pantallas sino, al revés, estimulando las interacciones offline y online al mismo tiempo, potenciando la relación del vínculo intergeneracional entre grupos y familias. Por ejemplo, los cuentos, los juegos y experiencias interactivas pueden convertirse en dispositivos de reunión entre niños y entre niños y adultos. Creo que eso es un desafío creativo fundamental.