Espacios sonoros en la primera infancia: una entrevista con León David Cobo

 

 

El sonido y la música están presentes desde que los niños están en el vientre. La sonoridad es parte integral de la infancia: los arrullos, cantos, relatos, historias y las voces de los familiares construyen espacios, ambientes y paisajes sonoros.

La Colección De agua viento y verdor, producción liderada y financiada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), acompañada técnicamente por el Ministerio de Cultura y apoyada por Fundalectura, Fundación PLAN, entre otros socios, es un trabajo sobre la escucha en la primera infancia:

“En las ciudades se ve el mundo de una manera muy particular… En el campo, la selva y la montaña el mundo se escucha, se ve y se vive en relación con la naturaleza de otras maneras. Como adultos me parece importante ofrecerles a los niños las posibilidades de aproximarlos a esas otras maneras de relacionarse con el mundo: a través del agua, los animales, el entorno… Tenemos un país muy rico: hay 88 lenguas y 102 comunidades indígenas… Hay que conocer lo que las comunidades tienen para decirnos”, dice León David Cobo.

 

Foto cortesía Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

 

El sonido, no solo la música, sino el universo sonoro de las comunidades indígenas, es muy diverso y variado; está profundamente conectado a la espiritualidad y a la forma en qué se relacionan ellos con la naturaleza y entre ellos mismos –entre los niños y su comunidad.

La Audioteca, desde este punto de vista, es una posibilidad para que los niños escuchen otras maneras de ser, pensar y de existir:

“En este momento, en el que el país está necesitando de armonía y entendimiento, la escucha cumple un papel muy importante, y generar espacios de escucha en la infancia es fundamental para que cuando seamos adultos sigamos escuchando”, dice León David Cobo. Y complementa: “Se trata de escuchar la otredad, escuchar al otro”.

El ejercicio que propone Agua Viento y verdor es expandir esa posibilidad de escucha de los niños, escuchando otros paisajes sonoros, lenguas y la manera en que las comunidades indígenas se desarrollan con su infancia y con su crianza. En ese sentido, el reconocimiento del entorno en la primera infancia es muy importante: cómo suena la ciudad, cómo suena el campo, cómo suena la selva, cómo suenan otras lenguas. Los paisajes sonoros hacen parte de los espacios adecuados en la primera infancia porque a partir de ellos –de su simbolismo– el niño expande, se relaciona con los otros, ocupa y entiende su lugar.

 

Foto cortesía Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

 

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