El juego es cosa seria – Los juguetes y los estereotipos de género

 

 

Por Juliana Martínez, profesora de Género y Sexualidad y Literatura Latinoamericana en la American University, en Washington, Estados Unidos; y coordinadora de proyectos de la Fundación Sentiido.

El juego es mucho más que diversión. Evolutiva, histórica y socialmente tiene una función muy importante, pues jugando es como los niños aprenden y modelan las habilidades y valores que son fundamentales para la vida adulta. Los juegos no son universales ni ahistóricos: van cambiando con los años, las tecnologías y las culturas, porque distintas sociedades valoran y necesitan distintas capacidades de sus futuros adultos.

Hoy en día niños y niñas hacen con naturalidad cosas que jamás se les habrían permitido a nuestros abuelos. Por eso, ser conscientes de cómo los juguetes contribuyen a transformar o afianzar los estereotipos de género es importante.

Un estereotipo (de género, pero también de raza u otras categorías) ocurre cuando se asignan capacidades intelectuales y valores, y se coartan las oportunidades y los derechos, basándose exclusivamente en las diferencias entre los cuerpos y las culturas.

Cuestionar los estereotipos no implica negar las diferencias. Lo que hace es rechazar el valor social que se le da a estas diferencias, pues con frecuencia esto se traduce en desigualdad. Por ejemplo, durante siglos se consideró que el color de piel de una persona lo despojaba de su carácter humano y lo volvía un objeto a través del sistema de esclavitud. También a las mujeres se nos impidió votar, estudiar y ocupar cargos públicos con el argumento de que no éramos lo suficientemente racionales y que nuestras “tendencias hacia la emocionalidad” nos impedirían ejercer todas esas actividades.

Hemos avanzado mucho desde esos tiempos. Sin embargo, sin darnos cuenta, aún seguimos afianzado dañinos estereotipos de género a través del juego. Por ejemplo, hoy en día nos parecería absurdo que hubiera una sección de juguetes para niños “blancos” y otra para niños “negros”, y seguramente nos escandalizaríamos si existiera una sección de decoración para pelirrojos y otra para los rubios. Y, ¿qué pasaría si a una tienda se le ocurriera iniciar un pasillo para colombianos y otro aparte para ecuatorianos o franceses? No aceptaríamos segregar los juegos, la decoración y otros objetos para niños bajo ninguna otra categoría identitaria. Sin embargo, nos parece perfectamente natural clasificar rígidamente los intereses, deseos y aptitudes de los niños según su género.

Sin quererlo, y empujados por el mercadeo y el consumismo, con frecuencia sobredimensionamos ciertas diferencias biológicas entre los cuerpos y las utilizamos como etiquetas que definen las habilidades y gustos de nuestros niños.

Pero esto no siempre fue así. De hecho, los estudios demuestran que, irónicamente, hoy en día los juguetes están más separados según el género que hace 50 años. Elizabeth Sweet mostró que, mientras en 1975 solo el 2% de los juguetes estaban explícitamente catalogados para “niños” o para “niñas” en el catálogo de Sears (el catálogo más importante de juguetes de la época en los Estados Unidos), hoy en día todos los juguetes de la página web de Disney están divididos de esa forma.

Además, en su fascinante libro Cinderella Ate my Daughter (Cenicienta se comió a mi hija, en español), Peggy Orenstein muestra cómo esta fuerte división sexual en los productos de consumo destinados a niños surgió como una lucrativa iniciativa de mercadeo en los años ochenta y se consolidó hacia mediados de los noventa. Fue entonces cuando, lideradas por el nuevo director de mercadeo de Disney, las compañías se dieron cuenta que podían duplicar las ventas de muchos de sus productos simplemente cambiando el color o las etiquetas, y atando la mayor cantidad posible de productos a las películas de moda. Por ejemplo, si todos los balones de fútbol tenían la misma gama de blancos y negros, o las bicicletas eran rojas, negras o verdes, los padres sólo comprarían uno para sus dos hijos. Pero si de repente uno tenía una purpúrea princesa y el otro un fornido hombre araña, se verían presionados a comprar uno para su hija y otro para su hijo.

Por eso es útil tener en mente que casi siempre estas categorías son arbitrarias y cambiantes. Basta recordar que hasta mediados del siglo XX la ropa, los juguetes, y demás artículos necesarios para el cuidado de los bebés (más o menos hasta cuando el infante comenzaba a caminar) eran básicamente indiferenciados; y que, de hecho, en los países católicos como Colombia, hasta principios del siglo XX, el azul era considerado el color femenino por excelencia debido a su fuerte vínculo con la Virgen María.

Así, si no queremos que este avance del mercadeo conlleve un retroceso en la formación y el desarrollo de los niños –limitando, en vez de ampliando sus posibilidades– debemos ser conscientes de la importancia del juego.

Nuestra actitudes son particularmente importantes en los primeros años de los niños. En esta época los niños están hiperenfocados en nosotros porque somos nosotros los que les damos la gran mayoría de claves para descifrar el mundo y empezar a entender e imaginar su lugar en él. Entre otras muchas cosas de nosotros aprenden qué diferencias físicas importan más que otras (el color de los ojos, no mucho; el género, mucho), y también qué cosas valoramos que hagan y por el contrario cuáles les reprochamos directa o indirectamente.

Por eso es muy importante recordar que no existen juguetes para niños y para niñas. Lo que hay son expectativas sociales sobre lo que los niños y las niñas deben y pueden hacer cuando sean adultos. Los juguetes reflejan, modelan, pero también pueden ampliar y transformar dichas expectativas. Los juguetes promueven distintas habilidades, y es importante que los niños puedan elegir libremente con cuáles se sienten más cómodas. Hay muchas niñas que prefieren actividades más físicas como jugar fútbol o montar en bicicleta, y muchos niños que, por el contrario, prefieren actividades de motricidad fina como pintar.

Recuerden que la función principal de los juguetes es desarrollar y afianzar las habilidades de los niños a través de la diversión, no coartar la libertad individual ni limitar las opciones según el género. Los niños tienen la capacidad de imaginarse todos los mundos posibles a través del juego, pero con demasiada frecuencia los adultos imponemos versiones muy limitadas y limitantes.

Contribuir desde la inmensa posibilidad del juego a cambiar imaginarios y construir futuros y mundos posibles no es un juego de niños. Por el contrario, es uno de los retos más grandes y complejos que afrontamos como sociedad ¡La buena noticia es que lo podemos hacer, al menos en parte, a través de la diversión y el juego!

 

6 tips para promover habilidades, no estereotipos:

 

Foto de Mike Fox.

 

1. Ofrece una variedad de juguetes. Exponle al niño a una amplia variedad de juguetes en las distintas etapas de su desarrollo, pero sobre todo en las más tempranas. Así le darás la oportunidad de que escoja con libertad cuáles  juguetes le gustan más (independientemente de las expectativas de género), afirmando su personalidad y autoestima. Así  permitirás que desarrolle una mayor cantidad de habilidades cognitivas, motoras, emocionales y psicosociales.

2. Escucha. Como adultos solemos pensar que sabemos más que los niños. Pero es muy importante que escuchemos lo que ellos están intentando decirnos. Valora y respeta los intereses, gustos y habilidades del niño sin importar si éstas se ajustan (o no) a las expectativas de género. Si le gusta dibujar, bailar, hacer deportes, jugar con muñecas o con tractores apoya y respeta su elección sin importar si es niño o niña. Enséñales que tú lo quieres por quien es, y que ser diferente no es malo.

3. No seas un espectador pasivo. Evita y cuestiona generalizaciones y estereotipos de género. Cuando escuches frases como “Eso es juego de niñas”, o “A todos los niños les gusta…” pregúntale por qué dice eso; dale ejemplos que muestren que eso no es necesariamente cierto. Ayúdale a que se fije en las habilidades, valores y cualidades de cada persona, en vez de asignarles características y papeles solo por su género.

4. Busca otras formas de organizar juegos y eventos ¡Sé creativo! Rebecca Bigler, una profesora de psicología del desarrollo, en la universidad de Texas, Austin, en Estados Unidos, demostró, en un importante estudio, que el solo hecho de clasificar las actividades y los objetos según el género, sin asignarle valores negativos o positivos, aumenta los estereotipos de género y la auto segregación entre niños y niñas en solo 4 semanas. Por esto, es importante buscar otras formas de promover las relaciones entre los niños y organizar eventos y juegos. Por ejemplo, en vez de dividir las sorpresas de una piñata entre “niños” y “niñas” se podría simplemente dar opciones para que los mismos niños elijan según sus propios gustos.

5. Da alternativas y modela comportamientos que confronten los estereotipos de género. Busca formas de romper las expectativas de género a través de ejemplos de la vida diaria, películas, libros y otros productos culturales. Muéstrale cómo hombres y mujeres, a través de la historia y en su propio entorno, no solo se salen de las normas de género, sin por ello dejar de ser personas éticas, respetadas y queridas, sino que también han contribuido a cambiar dichos roles para que hoy hombres y mujeres podamos hacer cosas como votar, estudiar y trabajar.

Hoy en día existen muchos libros para niños sobre mujeres científicas, intelectuales y profesionales, y otros muchos que muestran a hombres ejerciendo masculinades en las que es posibles expresar sentimientos como miedo y tristeza, y donde el cuidado y el trabajo en equipo son más importantes que la fuerza física y la gloria personal. “Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes” o la nueva película de Disney Un pliegue en el tiempo (A Wrinkle in Time, en inglés), son buenos ejemplos.

6. Enséñale que el género no debe ser nunca un impedimento y que si quieren hacer algo que aún no se ha hecho, tú estás ahí para ayudarlo. Recuérdales que así es como se cambia la historia y se avanza hacia sociedades más incluyentes y equitativas, y, sobre todo, que si él o ella tiene la capacidad de soñarlo es muy posible que, con una comunidad que los respeta y apoya, tengan también la posibilidad de lograrlo.

Juliana Martínez.

 

Este texto reúne apartes e ideas previamente publicadas por la autora en Sentiido y en TocaBoca.

 

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