SEMBR-ARTE, sanando el tejido kankuamo

La madre tierra los recibe con bombos y platillos. En Chamesquena las lluvias son bendiciones¨”,dice la seño Ana María Monrroy el primer día y ante el aguacero torrencial que ya nos ensordece por el ruido que deja al estrellarse con la tejas. Ketys Maestre junto a Ana maría son las profes y gestoras que crearon SEMBR-ARTE: programa para el desarrollo y fortalecimiento integral de la niñez indígena kankuama, a través de las prácticas artísticas, culturales y de transmisión de saberes ancestrales del pueblo kankuamo” y que en el 2022 fue ganador del programa de Estímulos del Ministerio de Cultura.

Chemesquemena es de esos lugares que son uno con la tierra. Las montañas triangulares y el río Donachuí que desemboca en el Guatapurí en su curso más cristalino, se mimetizan con los niños y niñas indígenas que allí habitan. Sus paisajes son una verdadera riqueza natural: pájaros de distintos colores, gallinas, cerdos, y un paisaje de retazos de verdes que esconden trapiches de caña para hacer panela, el  producto por excelencia de este municipio.

En medio de esta abundancia natural de las que hacen parte, como la raíz de un árbol, los niños, también hay amenazas que no han sabido confluir con este territorio. Entre los años 1999 y 2000, unas 300 familias kankuamas fueron desplazadas de sus pueblos tradicionales en Atánquez, La Mina, Chemesquemena y Guatapurí por amenazas de los paramilitares. Algunos indígenas buscaron refugio en las partes altas de la Sierra Nevada y otros se asentaron en Valledupar, Mariangola, Villa Germania, Bogotá e incluso Venezuela.

“Acá hay muchas historias del conflicto. Esa generación de niños que vivió toda esa problemática del conflicto tenía muchos resentimientos, confusión. Fue muy duro. Yo viví el posconflicto armado. No había nada, no había luz. Se demoraba cuatro días en llegar y por la carretera Chemesquemena era un área de difícil acceso”  dice la seño Ana-

SEMBR-ARTE: inicia muchos años atrás partiendo la necesidad de darle a los niños y niñas kankuamos la oportunidad de desarrollarse integralmente con actividades en horarios distintos a los escolares y con el fin de: potenciar el arte, la cultura kankuama los recursos del territorio desde la infancia. 

Kettys quien además es la coordinadora del colegio del corregimiento y psicóloga de profesión advierte del deterioro en la salud mental de los niños y niñas kankuamos, situación que incrementó luego de la pandemia, ya que no solo fue el encierro en sí, sino el incremento de la violencia intrafamiliar y la rápida y ,de alguna forma, presionada inserción de los aparatos celulares que ,para antes 2019, eran mínimos. Esta situación llevó a que en el 2022 y en el 2021 se suicidara una niña con tan solo 10 años y otro niño de 15 años.

“Son cosas que estremecen convivimos con ellos todos los días y no sabemos qué está pasando en sus corazones o cabezas”. Agrega Kettys.

Ante esta realidad y la rutina marcada de los niños que se daba entre el colegio, la casa y la finca, las seños se dieron cuenta de la necesidad de crear un programa con actividades que incentivaran el arte y los saberes kakuamos para que pudieran tener momentos de juego, exploración, arte, pero al mismo tiempo de cuidado, de amor y de alimento.

Con el primer proyecto que presentaron al Ministerio de Cultura, se enfocaron en la revitalización de las danzas como el chicote, la chinita y el gallinazo, las dos últimas, danzas que poco se practican hoy en día. “En ese proyecto abarcamos una población de 50 niños y montamos una escena con los mayores, los músicos tradicionales y todo fue a través de un proceso de formación que se gestó acá mismo” agrega Kettys

Al calor de una aguapanela dulce para aliviar el frío que trajo consigo la lluvia, Kettys nos contó como en el 2021 las seños reunieron estudiantes egresadas de la institución educativa que en su mayoría eran madres solteras con un gran potencial para las artesanías y el trabajo social y aplicaron a Jóvenes en Movimiento. A partir del fique, la materia prima de Chemesquemena tejieron INNOVARTE KANKUAMO un emprendimiento en el que extendieron el tejido y lo llevaron a repisas, centros de mesas y espejos. Un ejercicio en el que las madres siempre participaron con sus hijos.

Así como el río corre por entre sus casas, lo hace el tejido kankuamo a través de la sangre o más bien de los saberes transmitidos por las mayoras y mayores a los niños desde sus seis años. El tejido es una forma de hilar la verdad y la realidad. En algunos círculos de la palabra los niños acompañados de los mayores, se dedican un día a hilar los pensamientos buenos, pero otro en cambio a hilar los pensamientos malos hasta expulsarlos.

Este hilo del pensamiento en la mochila kankuama toma forma de caminos y montañas. El tejido, en la espiritualidad del pueblo kankuamo constituye el desarrollo y crecimiento del pensamiento. 

“Dentro de nuestros saberes ancestrales hay muchas ramas. La cultura la vivimos en la cotidianidad desde nuestras comidas, danza, música, la siembra, la cosecha, visitar los sitios sagrados, la práctica de limpieza espiritual, y por ende de sanación”

Una sanación que dejó de ser horizonte para los jóvenes que ven con más frecuencia referentes externos que los ponen en jaque ante su riqueza natural que se pierde por algunas carencias propias de la sociedad del consumo y que ven a través de las pantallas.

La palabra puesta con los mayores, cuando ellos narran las historias, también es importante para mantener los principios del pueblo indígena que hoy sigue resistiendo pese a que la colonización les arrebatara su lengua propia. Como lo ven las seños, los saberes ancestrales son la herramienta y la guía que los niños y niñas kankuamos necesitan no solo para preservar la cultura sino para abrazar su identidad y sentirse acogidos, escuchados y acompañados.

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