Latinoamérica se debate en una permanente crisis de identidades. Mientras que los grandes medios de comunicación exaltan un modelo ajeno, al que una gran mayoría desea alcanzar, la producción independiente en general lucha por sostener una mirada más cercana a lo que somos en verdad.
La sociedad está consciente de la mala calidad de la televisión, pero son pocos los gobiernos que han apostado por cambiar esa situación y más aún respecto a la programación dirigida a los niños y niñas. Y es que si no hay una voluntad política que lo determine es muy difícil realizar el cambio.
Es en la última década en la que se ve la transformación en calidad y cantidad de programas para el público infantil en algunos países. En la Argentina con el programa Paka paka, que luego fue un canal, se abre un ejemplo digno de una excelente producción que abarca diversos géneros para tratar temas urgentes para la niñez, de forma muy amena. Brasil, a través de algunos canales y programas especiales incorpora una programación que insiste en la diversidad. Chile, que tiene un importante fomento económico anual a la producción y se destaca con algunos programas de alta calidad. Señal Colombia con una fuerte posición desde el Estado es otro referente de calidad extraordinaria. En el resto de nuestra América hay esfuerzos privados muy importantes pero poco sostenibles en el tiempo.
La actual producción latinoamericana para público infantil, tiene en común la urgencia de mostrar la diversidad como una riqueza. Por mucho tiempo, tanto los pueblos indígenas como los afrodescendientes estuvieron negados en las pantallas o presentes con personajes estereotipados. La nueva producción no está solamente en la capital, viaja al gran territorio y allí encuentra gente e historias con un gran potencial. Y es que las cámaras descubren países diversos y permiten un mejor conocimiento de quiénes somos, cómo vivimos, qué pensamos, qué contamos, qué soñamos…
Programas destacados latinoamericanos con títulos muy sugerentes nos introducen en la diversidad cultural al interior de los países. Desde documentales, como por ejemplo Con qué sueñas, serie de televisión de Paula Gómez, o Pichintun serie animada de Patricio Veloso, ambos de Chile. También hay el salto para conocer otros países y culturas como La lleva, en coproducción con cuatro países. Se destaca la producción del canal Paka Paka, de la Argentina, que impulsó la serie Cuentos para no dormir, animación basada en leyendas de los pueblos indígenas, producto de la narración oral. El tema de las migraciones y el impacto sobre los niños se narra también en la serie Migrópolis, mostrando la diversidad y las consecuencias de sus movimientos en una producción colomboespañola. Otro ejemplo es Mi voz mi mundo, una serie ecuatoriana que nos permite llegar a diversos lugares para conocer las actividades de niños y niñas indígenas.
Los pueblos indígenas y afrodescendientes están dejando de ser invisibles en las pantallas pese a estar tan presentes en la cotidianidad y en nuestra historia. Hay un esfuerzo real en la producción de programas que han tomado como protagonistas a niños y niñas indígenas, aunque es menos frecuente el énfasis en el caso de los afrodescendientes.
Un caso particular es la serie de televisión colombiana Guillermina y Candelario, dirigida por Marcela y Maritza Rincón, de Fosfenos Media; en la serie dos niños afrodescendientes viven con sus abuelos en una playa del Pacífico. Esta serie tiene muchos méritos por el protagonismo de niños negros que viven en el seno de una familia diferente con los abuelos: son niños alegres que enfrentan problemas y buscan soluciones. La música, que es parte de su cultura, abarca numerosos instrumentos y responden con creatividad con los pocos recursos materiales que tienen. La naturaleza, el mar y la playa son los escenarios encantadores y una casita sencilla, pero cálida, con los elementos necesarios, ambientan el desarrollo de historias muy humanas. El respeto y la consideración con los abuelos, la solidaridad y amistad con los vecinos y la complicidad positiva de los hermanos están presentes en cada capítulo.
Guillermina y Candelario han recibido muchos premios, siendo su mejor logro la gran recepción de la serie o programas sueltos en muchos países. Ya están en la televisión brasilera traducidos al portugués, pero se constata que es una gran excepción porque hay una ausencia de programas que tengan como protagonistas a niños afrodescendientes, ¡mientras que nuestras ciudades y calles están llenas de niños y niñas negros que quieren ser reconocidos y considerados como ciudadanos con todos los derechos!
En el Prix Jeunesse latinoamericano 2017, realizado en Sao Paolo, hemos tenido la oportunidad de ver dos obras especiales que nos muestran el rostro de un valiente niño indígena guaraní, Kunumi, en medio de la lucha por su territorio, y Respeto, una obra que trata sobre la intolerancia religiosa de la sociedad contra una niña afrodescendiente que fue herida por practicar el culto de candomblé. Los dos troncos fundamentales de nuestra identidad: lo indígena y lo afro están siendo revelados en los productos audiovisuales y también impresos con bastante rigurosidad y respeto.
La producción de programas para niños con tema de la diversidad en Latinoamérica está en uno de sus mejores momentos. El compromiso de los realizadores, directores, casas productoras, talentosos animadores, grandes documentalistas e ingeniosos actores nos muestran un camino exitoso. Pero la difusión sigue siendo un pendiente muy problemático, sólo algunos canales de televisión abren sus puertas a esta maravillosa producción que ha demostrado su alta calidad: no es casual la falta de interés en difundir programas que fortalezcan nuestras identidades. Vamos encontrado nuevas plataformas en las que están prolijamente expuestos estos programas que nos devuelven la esperanza de un audiovisual latinoamericano coherente y profundo con nuestras realidades diversas.
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