Las historias y las tradiciones del Pacífico: una herencia de los niños y las niñas

Del 15 al 18 de agosto de 2019 el Coliseo El Pueblo de la Unidad Deportiva Alberto Galindo se convirtió en el ‘Quilombo Germán Patiño Ossa’. Más de de 250 niños entonaban como olas en el mar los cantos heredados del Pacífico. Samuelito, La negra, Mi buenaventura o Te invito nacían de los golpes de tambores, cununos, chirimías y marimbas.

Las agrupaciones que se presentaron fueron más de veinte. Siete eran invitadas de los departamentos del Valle del Cauca, Nariño y Chocó, y por Cali siete semilleros que desde mayo de este año se encuentran en talleres de marimba, bombo, cununos, técnica vocal y danza en varias de las comunas.

Orlando Navarrete, de doce años, es uno de estos niños que con mucha emoción se paró en la tarima de este coliseo. El público respondía a las alabanzas, arrullos y cantos con el pañuelo blanco en lo alto, mientras Yulieth Rosendo, madre de Orlando, cantaba de emoción. Su relación con la música comenzó en su colegio “El gran saber” de la comuna 21. Allí Anabelly Ibargüen, maestra de Orlando, vio su afición y le entregó un instrumento: un tambor.  

“Hoy está involucrado con esta cultura, su futuro será mejor gracias a esto y me siento muy orgullosa”, dice Yulieth.

 Hace cinco años Anabelly Ibargüen fundó Mareas del Pacífico, una agrupación que nació con la Fundación América Social, pero que en 2013 se independizó. 

 “Soy chocoana, esa música la llevo en la sangre”, dice.

Orlando Navarrete en la tambora

En 2013, en el colegio “El gran saber” se demoraron nombrando los maestros, así que Anabelly decidió lanzarse a YouTube y desde allí incentivar a que sus estudiantes se conectaran con la música tradicional, para así seguir con su pasión por la enseñanza. 

 Roxana López, directora de Folclore de las Américas, agradece el apoyo del salón comunal en la comuna 8 donde le dejan ensayar desde que comenzaron en 2007, año en que inició el Petronito. 

Sofía tiene doce años y desde los seis hace parte de Folclor de las Américas. Ella recuerda que canta desde que nació con el impulso de acompañar a su padre, quien también es cantante.

“Desde que yo nací, ponía música y la cantaba. También componía canciones”, cuenta.

Antonio Moreno miembro de Folclore de las Américas

 Por su parte, Faiber Felipe Pantoja, de 11 años, llegó a la agrupación en 2016, cuando su abuela, a quien siempre le ha gustado la música, lo llevó a que se presentara. 

“Desde que tenía seis años toco instrumentos. Me gustan todos los instrumentos del Pacífico”, cuenta Faiber.

 Este encuentro Infantil y juvenil nació para rescatar y destacar el talento presente en las comunas de Cali, producto de la diáspora de habitantes de las poblaciones del Valle, Cauca, Nariño y Chocó, quienes han migrado a la ciudad por múltiples circunstancias en busca de nuevas oportunidades.

 Por eso Cali, aunque sea ciudad, suena a selva. Pequeños manglares llevan sus raíces hasta Cali y desde allí entonan su música a través de los cantos, como el de la marimba de chonta, que se se afina con el cantar de las cantadoras y guarda en su construcción los secretos de los ríos y de las voces que con su canto construyen todo un legado.

“A mí me gustaba ver los cantantes en la televisión, quería ser como ellos y hoy estoy cumpliendo mi sueño. Yo me veía y decía: sí yo también soy negra, el sabor me corre por las venas”, cuenta Yisel Maía Quiñones, que hace parte de Folclore de las Américas desde hace cinco años. A  ella una tía fue quien le dijo y la acompañó a inscribirse.

La importancia del Petronito, y del Petronio, es conectar con la raíz del manglar, del Pacífico. Los niños de Guapi, Tumaco, Chocó, Buenaventura convergen en Cali, y desde allí se reconocen. 

 “Es importante que los niños sepan quienes son, que se auto reconozcan. Que se identifiquen con su historia, con su familia, con la tradición y saberes afrocolombianos. Muchos me dicen yo no soy negro, soy café con leche o de piel canela, y yo les digo: soy negros y ese es el color más lindo porque guarda historia, música y tradición”, dice Diane María Díaz, maestra del colegio Vicente borrero Costa, institución etnoeducativa del distrito de Alfonso López.

Selene tiene trece años y lleva cinco años en el grupo. Los primeros cuatro años tocó cununo y desde este año se acercó a la marimba.

“De la música del pacífico me gusta que las personas disfruten de la cultura de tu país. Cuando uno toca instrumentos uno puede transmitir alegría, hacer que bailen y se la gocen”, dice Selene. 

Mauricio Espinosa López, es el más grande del grupo, tiene quince años pero desde hace diez toca en el Petronito. Se sabe en total 30 canciones y dice con mucho orgullo que ha acompañado a grupos como Herencia o Canalón. Como él cuenta, antes de los seis años esta música no le gustaba, hasta que la escuchó con atención y sintió la sabrosura.

Mauricio Espinosa

“La música del Pacífico me entró por el cuerpo, sentí que eran mis raíces. Siempre que me subo a la tarima me expreso. Quiero ser el nuevo rey de la marimba”.

El Petronito es patrimonio sonoro, las iniciativas de los niños, sabedores, gestores, líderes culturales y comunitarios, docentes y familias construyen estos proyectos que mantienen viva la música, los saberes y las expresiones del Pacífico. Todo lo que allí se escucha, se ve y se baila es la transmisión de un legado ancestral que caracteriza nuestra identidad.

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