Dos mamás y una misma inquietud: ¿qué hacer con la tecnología?

 

Por Nibeth Adriana Duarte – Periodista digital de MaguaRED.

 

Una Liebre Feliz

Al entrar a la casa de Claudia, Julia y Federico lo primero que se ve en las paredes son los dibujos de Julia de 2 años y siete meses. Los dibujos son como una cascada con destellos coloridos; a los ojos de un adulto estas figuras resultan indefinidas, pero para Julia, de ojos grandes y pelo rubio ondulado, son su forma de expresar todo lo que ha descubierto y asimilado del mundo en estos años. Son las cuatro de la tarde del miércoles y Julia se propuso regalar sus «obras» a sus amigos y familiares más cercanos; sentada en el piso y a su misma altura está Claudia, la mamá, quien la acompaña en esta actividad y le ayuda a marcarlos. A simple vista esta imagen podría ser cualquier escena de vida en familia, pero no, hay algo común en nuestros días que no está en este plano: las pantallas.

Claudia Bautista ha dedicado su vida a producir contenidos para la televisión. Es realizadora de cine y televisión y docente de la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá. Hace más de tres años visitó a una amiga y descubrió lo que era Babytv y no le gustó lo que vio. Empezó a interesarse por la producción de contenidos infantiles, sobre todo para la televisión pública, y en ese camino se cruzó con las ideas de Regla Bonora Soto, del Instituto Nacional de Cine y Televisión de Cuba, quien asegura que no hay que darles ningún dispositivo electrónico –¡Ninguno!– a las familias o cuidadores porque puede alejarlos de los niños en sus primeros años de vida –eso incluye a las pantallas.

Esa idea quedó en la cabeza de Claudia hasta que en 2015, fecha en la que Julia aún no había nacido, leyó un libro llamado Why love matters, escrito por la psicoterapeuta sudafricana Sue Gerhardt. Allí la autora explicaba cómo el afecto moldea el cerebro de los bebés.

Aprendí que es muy importante que el cuidador se dedique a los niños en sus primeros tres años, ya que el afecto y el vínculo están conectados con el desarrollo neuronal en esta primera etapa. La ausencia del vínculo afectivo está relacionada con problemas de orden cognitivo que pueden derivar en el futuro en problemas de inseguridad, bipolaridad, pánico, ansiedad y depresión”Explica Claudia

Cuando Claudia estaba en embarazo decidió que no prendería el televisor luego del nacimiento de Julia. Pero antes de eso aprovechó y vio todo lo que después no vería con la niña, o sea, series y películas de acción que contenían violencia. Aunque dejar de verlas era un gran sacrificio para ella –una “adicta” a ver casi cualquier cosa– la acción (u omisión) la creía conveniente por su hija. Claudia está convencida de que las pantallas la distraen de la relación con Julia:

En la lactancia, por ejemplo, es muy importante establecer contacto visual con el bebé para crear un vínculo, para generar afecto; lastimosamente muchas personas optan por agarrar los dispositivos en ese momento. Cuando los niños reciben afecto hay un desarrollo correcto de las neuronas y éstas tienen posibilidad de expandirse en muchas direcciones y de generar múltiples conexiones casi hasta los tres añosClaudia Bautista

Otra razón por la que Julia no ve televisión, además de la anterior, es que el lenguaje audiovisual contemporáneo se produce a un ritmo vertiginoso de edición que se aleja de las velocidades de acción a las que acostumbra la realidad. Por ejemplo, mientras Julia toma un libro que contiene un rompecabezas, en esa acción, “en el tiempo real”, ella decide prestarle atención a eso y lo mira el tiempo que quiera: a veces explorando cada pieza, armando y desarmando, tal vez concentrándose en una figura específica y después que deje de resultarle interesante cambiará de lugar y se fijará en otra cosa: en su mamá leyendo, en los colores que hay sobre la mesa o en la vista que tiene en la ventana. Por el contrario, si Julia viera a una niña armando un rompecabezas en YouTube la velocidad sería diferente –más vertiginosa– y el cuadro –la escena– estaría fragmentado por las mismas lógicas audiovisuales: por ejemplo, la niña aparecerá en plano medio y el contexto estaría limitado por un cuarto de juego, y rápidamente cambiaría a otro plano en el se ve únicamente la pieza de rompecabezas que sostiene en la mano,digamos; esto provocaría que Julia no pueda detenerse a contemplar alguno de los detalles y a vivir algunas realidades a ritmos lentos –porque armar un rompecabezas toma su tiempo.

Según Claudia, era menos grave para un niño ver televisión en los setentas que ahora, por la cantidad de planos que se veían por segundo. Actualmente un plano de un noticiero dura cuatro segundos máximo; en un comercial la vida de una persona se puede ver en 30 segundos: el día a día puede ser insoportable para una persona que está acostumbrado a esos ritmos. De ahí que Claudia aprecie Plaza Sésamo, un programa infantil que suele usar planos fijos donde el personaje se mueve: alejándose, acercándose o apareciendo en distintos lados de la pantalla.

“La mayoría de lo que uno ve y que está hecho para niños está pensado desde la lógica del videoclip. No se puede esperar que los niños vayan a esa velocidad”, sentencia Claudia.

A pesar de lo anterior, Claudia sabe que es imposible mantener a Julia al margen de las pantallas: ellas están en todas partes y es difícil decir “no” al uso de celulares cuando los adultos los usan constantemente. En esta apuesta son varios los retos, uno de ellos es la vida laboral.

“El trabajo se convirtió en un problema porque tengo que contestar el celular o escribir un mensaje por WhatsApp para gestionar algo… Cuando esto pasa a Julia no le gusta”.

Para Claudia el uso de los dispositivos móviles tiene que ver con privilegiar el mundo de los adultos del de los niños, como es el caso «WhatsApp-Trabajo». Por esta razón evita al máximo primar su mundo adulto al mundo de su hija.

Otro reto es proteger a Julia de los efectos de las tecnologías y de los referentes que llevan otros niños al jardín después de ver un programa infantil popular –como Minnie o Mickey Mouse o Peppa Pig. Entendiendo estas situaciones, tanto Claudia como Federico, el papá, han acudido a tres tipos de contenidos para Julia: después de cumplir dos años ella mira de vez en cuando IPanda, una página donde transmiten en vivo la vida de unos pandas (las 24 horas, los 7 días de la semana), en la Fundación de Investigación Chengdu, en Giant Breeding Panda, uno de los mayores santuarios de pandas en China. En este canal hay varias cámaras ubicadas para la transmisión y los planos son fijos y sin cortes. El segundo contenido es una página que descubrió Federico, donde se pueden ver aviones aterrizando y despegando en vivo. El tercer “pecado” es el famoso vídeo del Show de Plaza Sésamo, Mana Maná, de 1976: el plano es fijo y el movimiento al interior de éste es marcado por los muppets protagonistas.

Los beneficios que ha visto Claudia en Julia a partir de estas decisiones es que ella a su corta edad ama leer, hace figuras tridimensionales en plastilina y es una excelente conversadora. Aprendió a muy temprana edad que sus opiniones importaban y que puede decidir a cualquier hora si quiere disfrazarse de liebre, por ejemplo. Como explica Claudia con base en la neurociencia, contrario a lo que se piensa, “cuando más se afianza el vínculo y los niños son más dependientes, en el futuro tendrán más herramientas para ser independientes y tomar sus decisiones”.

Sobre lo que se viene en el futuro relacionado con el tema de las pantallas, Claudia y Federico ya tienen sus planes: después de los 3 años Julia podrá ver el primer cortometraje animado y los contenidos en televisión que estén diseñados para ella; cuando cumpla 6 o 7 años le mostrarán la escuela clásica audiovisual y verán El Gato Cósmico, Star Wars, así como las producciones nacionales para público infantil que estén en el momento. Adicionalmente, Claudia y Federico alimentan un blog en el que le escriben a Julia sus mejores momentos para que cuando ella sea grande reciba estas palabras.

 

Una Familia Tecnológica

A 419 kilómetros de distancia de Bogotá, en Medellín, vive Ángela Múnera con su Esteban, el esposo, y sus dos hijos: Lucas, de siete años, y Juana, de cinco años. Aunque los cuatro disfrutan de la vida en familia y salen al parque a jugar todos los domingos o a hacer ejercicio por la mañana –¡todos!–, hay un algo que también hace parte de su día a día… Cuando Lucas llega del colegio puede llamar a sus papás desde su reloj inteligente. Lucas tiene permitido usarlo al salir de la escuela que queda lejos de su casa y así poder comunicarse con sus papás. Por su parte Juana puede ver vídeos en su tableta desde su aplicación de Youtube Kids y cuando están todos en casa suelen ver una película o serie en Netflix. Ellos se consideran una familia tecnológica.

 

 

Ángela es publicista y desde hace siete años, momento en que tuvo su primer hijo, decidió dejar el trabajo de oficina para dedicarse de tiempo completo a su rol de madre. Ella cuenta que su familia siempre ha sido tecnológica: su esposo es un “gomoso” de la tecnología y un vanguardista en el tema, por lo que en la casa, antes de que nacieran Lucas y Juana, ya existían consolas, computadores, tabletas y, claro, un par de televisores. Lo anterior no lo podían –y no lo querían– esconder a sus hijos, por eso Lucas y Juana han estado siempre permeados por los dispositivos electrónicos, sin embargo Ángela y Esteban han tenido claro que ellos no se pueden exponer solos. Cuando los niños, siendo bebés, sentían curiosidad por los aparatos, ellos les ponían música de Cantoalegre o videos cortos de Pixar, no cualquier cosa:

Yo trato de ser cautelosa. Estoy enterada de los peligros que existen en internet y los efectos que tiene en los niños la exposición a la tecnología. Yo pienso que siendo prudentes y manejando el tiempo de exposición a las pantallas y controlando los contenidos se puede convivir tranquilamente con la tecnologíadice Ángela

Después del colegio y el jardín los niños comparten toda la tarde en compañía de Ángela. Dependiendo de las tareas del día, ella les presta la tableta por cierto tiempo y para su uso –¡siempre!– ellos tienen que pedir permiso. El horario y las reglas son simples: máximo una hora por día (aunque por lo general son 30 minutos y no todos los días) y todas las aplicaciones que descarguen deben tener el consentimiento de Ángela y Esteban, lo anterior para revisar que el contenido sea pertinente.

A Juana le gustan las aplicaciones para colorear, los juegos que tienen canciones y los que permiten tocar varios instrumentos. Lucas, por su parte, prefiere el juego de Lego o el Subway Surf. Además, ya que los dos están aprendiendo alemán, sus padres descargan y buscan aplicaciones divertidas que los familiarice con el idioma.

Hay juegos que les pueden gustar y todos sus amigos los pueden tener, pero si vemos que el contenido es violento o inadecuado simplemente no se compra o se descarga. Lo mismo pasa con la televisión. Muchas personas creen que Los Simpson o South Park son series infantiles por estar animadas. ¡No lo son! Siempre estamos informados y actualizados sobre las nuevas tecnologías y los nuevos contenidoscuenta Ángela

Sea cual sea la postura de Ángela y Esteban sobre la tecnología, la prioridad de ellos es que los niños jueguen con todo lo que tienen, que salgan, que se relacionen, que hagan deporte y disfruten de sus clases de música. Si la tarde tiene un buen clima ella prefiere salir con sus hijos al parque y hacer otras actividades.

Aunque en las situaciones difíciles como una pataleta no les entregan ningún dispositivo, Ángela reconoce que ha “pecado” dándoles la tableta o el celular cuando está ocupada y necesita trabajar, o cuando están en un restaurante y los niños terminan la comida y se ponen inquietos.

“No es fácil”, dice Ángela. Por ejemplo, a pesar de que Juana tiene tan solo cinco años, ella imita todo lo que ve en YouTube y le pide constantemente a su mamá que le grabe vídeos en los que explica cualquier situación como si fuera una youtuber profesional.

“En esta plataforma aparecen los niños que explican juguetes y hasta el lenguaje y la forma de dirigirse a los demás se lo aprende”, explica Ángela y acepta que la graba de vez en cuando, pero que estos vídeos sólo los comparte con sus familiares.

“Ahora tengo claro que no quiero que se convierta en una niña famosa de internet… Más adelante hay que ver cómo se maneja el tema. Sea como sea hay que hacerlo siempre con ellos, en compañía, porque la tecnología nos abarca a todos y es imposible tapar el sol con un dedo”.

 

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