Un maestro que les muestra el mundo a los niños y niñas con discapacidad visual

John Díaz es licenciado en educación con énfasis en humanidades y lengua castellana, tiene una maestría en educación con enfoque en comunicación intercultural, etnoeducación y diversidad cultural. Su trabajo está dedicado a los derechos de las personas con discapacidad, las comunicaciones accesibles y, su gran pasión, la literatura.

Aunque John no cree en la palabra o el concepto de normal o de normalidad, lo usa cuando se refiere a su infancia. Una infancia “garciamarquiana”, como él mismo la define. Lo criaron sus abuelos y sus tíos se convirtieron en sus hermanos. Normal, en este sentido, significaba montar bicicleta, saltar, jugar cogidas, escondidas, sus pasatiempos de niño.

A los trece años lo normal daría un vuelco. Por su habilidad como jugador de fútbol, John fue invitado a un campeonato en el que cuatro movimientos lo cambiaron todo. En cuatro movimientos empezaría a vivir lo normal desde otro lugar. 

“En ese campeonato el arquero sacó el balón, yo corrí hacía el balón, lo cogí y giré. Al girar me choqué con otro jugador, justo choque de cabezas”. Cuenta John

John Díaz en su primera infancia

En aquel momento, sin saberlo, John sufrió un desprendimiento de retina. Entre el golpe y quedar ciego pasaron dos horas y media. Por la demora, porque nadie le creyó cuando dijo que algo estaba pasando, perdió la visión del ojo izquierdo. Después vendrían las cirugías, once en total solo en el ojo derecho. Entre cirugía y cirugía apareció un  glaucoma —lo que quiere decir que el ojo se inflama y la presión sube. Luego vino el blanqueamiento de nervio óptico y John dejó de ver totalmente.

“En ese momento me la pasaba mucho en la casa, mis amigos dejaron de ir, dejaron poco a poco de visitarme, pero además no sabía nada, no sabía leer, escribir. Fue volver a aprenderlo todo”.

Después de terminar el bachillerato, su familia quiso protegerlo, dejarlo ahí en su casa. Pero John decidió hacer su vida, salir de su hogar, e inscribirse en la Universidad Distrital. Entró en 2008 y se graduó en 2014.

John Díaz es una sesión de trabajo por el fortalecimiento de procesos de lectura y escritura en la Biblioteca Pública Departamental Meira Del Mar

Desde 2015, hace parte del colectivo Movimiento Social de Discapacidad de Colombia, MOSODIC, uno de los movimientos de personas con discapacidad del país que tiene un enfoque de derechos.

En 2015, también, comenzó la maestría en educación y ahora ejerce como profesor. Trabajó para el Sena, enseñando lenguaje en un colegio de Soacha. Allí el propósito era consolidar los procesos de lectura y escritura. Luego con la Fundación Sirius, Una Nueva Luz, dictó talleres sobre literatura y lenguaje a niños, niñas y jóvenes, y a niños y niñas con discapacidad visual.

En 2017, hizo parte del Instituto Nacional para Ciegos, INCI, y desde allí participó en la formulación del concurso de lectura y escritura para niños y jóvenes con discapacidad visual. En las ferias del libro nacionales participaba llevando libros en braille con el fin de estimular la lectura.

Hoy en día su tema principal de trabajo es la lectura y la escritura multisensorial. 

“Cuando uno hace escritura creativa, uno no escribe ni lee con los ojos, lo hace con todo el cuerpo, si uno lee un poema sobre la nariz empieza a recordar que tiene nariz. Se lee mientras se huele, se toca, y se siente. Eso es la lectura sensorial”. Explica John.

¿Cómo trabajar con niños y niñas con discapacidad visual?

Taller leer con los sentidos, INCI-Maguaré, libro Sopa de soles

El DescLAB estima que en Bogotá cerca de 26.800 niños y niñas con discapacidad en edad escolar estarían por fuera de la educación regular, es decir, segregados y excluidos de su derecho humano y constitucional a la educación.

Como reafirma John, la mayoría de los niños con discapacidad visual están en sus casas, y los que llegan a los espacios educativos por lo general lo hacen en extra edad: cuando se animan a ir a los talleres o cuando las familias se abren un poco más. Eso quiere decir que es difícil trabajar desde edades iniciales con enfoque diferencial, como con los niños y niñas con discapacidad visual. Para esto, es enfático en que la iniciativa debe venir desde casa. 

En Barranquilla John realizó un taller con niños y niñas en edades desde los seis años. Allí, y en alianza con la Estrategia Digital de Cultura y Primera Infancia, Maguaré-MaguaRED, los niños y niñas disfrutaron de Sopa de soles, una publicación en braille, del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, y Fundalectura, que recopila arrullos, cantos y juegos de las comunidades afrodescendientes, indígenas y rom de Colombia.

Para este taller, John consiguió figuras de ranas en diferentes posiciones y formas. La idea era que los niños vivieran una experiencia sensorial, que leyeran con los sentidos. 

Taller leer con los sentidos, INCI-Maguaré, libro Sopa de soles

“Les pasé las figuras y empezaron a tocarlas, no era un sapo solamente, sino varios, solo la boca, sapos saltando, pequeños, grandes, sapos por todas partes”, dice John. 

La intención, como explica John, era brindarles referentes visuales a los niños y niñas. 

“Quien ve sabe que los sapos tienen distintas formas, que no están siempre quietos, en una sola posición. Los niños con discapacidad visual no tienen el recuerdo de esas formas, quizás solo tienen una imagen para lo que piensan es un sapo”.

Por eso, la gran clave para trabajar, entender y cuidar a los niños con discapacidad visual, como aclara John, es la de presentarles el mundo.

Presentar el mundo

Taller leer con los sentidos, INCI-Maguaré, libro Sopa de soles

¿Cómo imaginar una nube? Le pregunta John a los niños y niñas. La razón es que si lo concreto para los niños con discapacidad visual es difícil, lo abstracto aún más. 

“Una compañera con la que estudié me decía que el cielo eran puntos, cuando niña, en el colegio, le ponían puntos sobre la mesa y le decían que así era el cielo. Pero la realidad es que el cielo es un invento, lo que vemos es la acumulación de aire, la atmósfera, pero no se puede tocar, es algo que pasa por ti. Con el sol o la luna es lo mismo. Aunque el sol se puede sentir”, dice John

Los niños con discapacidad visual deben tener estímulos. John cree que una de las alternativas es que con los cuidadores los niños puedan explorar el medio: que los lleven al parque, que salten, jueguen, gateen, palpen y escuchen. El secreto es hacerlo con mucho afecto: 

“Si eres el cuidador, hay que mostrarle el mundo a los niños, si el niño no ve, hay formas; mostrarle el mundo en miniatura, con carros, muñecos, texturas. El tiempo de calidad es esencial, porque fortaleciendo el vínculo se pueden explicar los sonidos del ambiente. No quedarse callado, no esconderlos, invitarlos a tocar, a sentir y a escuchar el mundo”.

La discapacidad, como la explica John: “no es lo que se tiene sobre el cuerpo, sino lo que te encuentras frente al mundo, las barreras que te encuentras cuando interactúas”. La falta de espacios adecuados y de  educación inclusiva son barreras, pero quizás la más fuerte sea la segregación que el mismo ser humano promueve desde su forma de ver y entender el mundo, un pensamiento que cada más es más homogeneizante y estandarizado.

“Todos los seres humanos son diversos y hay que respetar esa diversidad y eso significa generar espacios y estímulos suficientes para que haya accesibilidad para todos. Pero sobre todo que se permita ser a los demás, no permitimos ser al que es distinto. Solemos estandarizar. Si conocemos una persona con discapacidad visual ya se piensa que todos deben ser y actuar igual, pero la realidad es que todos, todos, somos distintos”.

La invitación es entonces a ver la discapacidad con otros ojos, ¿por qué no con los ojos de las personas con discapacidad visual? Entender su lenguaje, así como sus formas de ser y de estar.

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