Ricardo Prado es compositor y productor musical, y Neyber Lenis es diseñador gráfico, director de producción y director de animación. Ellos son los artistas que recrearon las historias de los personajes de Maguaré en La Ceiba a través de ocho canciones y ocho piezas de karaokes animados, en un trabajo que unió la música y la animación.
Ricardo Prado, el ilustrador de canciones
Ricardo Prado creció en el barrio La Esmeralda, en Bogotá. Allí jugaba fútbol, ponchados o ring ring corre corre entre sus hermanos y amigos que venían de familias numerosas. Ricardo, además de estar rodeado de este ambiente creció alrededor de la música; tenía un tío cantante que hacía parte de un trío musical y su familia era melómana de la música popular. Él creció con una guitarra en sus manos.
Pese a que estudió durante todo el colegio música con maestros independientes e incluso hizo un semestre en el conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia, al terminar el colegio estudió teatro: primero en la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD) y luego en el Teatro Libre. Actuó y su rol, en la gran mayoría de producciones, era el de músico. Por ejemplo, en la telenovela La Loca Pasión, en la que compartió set con Carlos Vives y Marcela Agudelo, los protagonistas, él fue el guitarrista de la banda.
Después del teatro estudió comunicación social para darse cuenta, casi a los 28 años, que definitivamente lo suyo era la música. Y como no quería ser un músico “varado” empezó a entender cómo funcionaba el negocio, el tema de los espectáculos, la producción musical y la generación de contenidos en una época donde no enseñaban esos temas en las universidades.
Así, pues, creó su empresa, que inicialmente se llamó Acústica, luego Prado Producciones y, veinte años después, Banda Sonora. Allí empezó a juntar lo de ser actor, músico y comunicador social, y en ese camino conoció a María del Sol Peralta, artista y escritora con la que se casó y se acercó, de alguna forma, a la literatura infantil. Juntos propusieron que la música sirviera como lienzo en un espectáculo, así como la ilustración sirve de lienzo en la literatura infantil. A partir de esto fundaron Cantaclaro en 2005, proyecto que hace libros, música y espectáculos.
El primer trabajo que realizaron fue Sana que sana, una propuesta que le presentaron al laboratorio farmacéutico GlaxoSmithkline, con el fin de crear bibliotecas para las clínicas en las que hubiera niños internados. El proyecto en su conjunto fue nombrado Palabras que Acompañan y de allí, además de entrenar personas para que le leyeran a los niños en estas condiciones y del necesario acompañamiento médico, la intención era dar algo de afecto a través de las palabras.
Entre Irene Vasco, mamá de María del Sol, y ellos dos, construyeron siete cartillas y una de estas era el libro con el disco titulado Sana que sana, una recopilación de música y tradición oral que tenía como eje transversal la sanación.
María del Sol continuó con Cantaclaro y Ricardo, por su parte, siguió con su carrera como compositor y productor musical y como productor de contenidos infantiles: en 2008, junto a la manager de Maía, Karen Loewy, produjo Canciones en pijama, una recopilación de canciones animadas que cuentan la vida de Lolo, un niño con mucha imaginación que empieza una travesía por el mundo de los sueños.
Luego vino La ley de la papaya, un espectáculo en el que Ricardo se enfrenta al público con tan solo su guitarra y sin más puesta en escena. La ley de la papaya en principio era para adultos, pero a medida que el show fue creciendo empezó a reducir las edades de los espectadores: lo llamaban a presentarse en despedidas de colegios y mientras los adultos compartían con los niños empezó a incluir canciones infantiles y juegos para que los niños pudieran interactuar con la música.
Con toda esta experiencia, Ricardo, en 2018, inició un nuevo proyecto: Maguaré en La Ceiba, un proyecto que lo conectó con su infancia, con su etapa de actor y, por supuesto, con su amor a la música y a la producción. Ricardo «sonorizó» la esencia de los personajes de Maguaré: les dio una música particular que habla de la identidad cultural, de la inclusión, de la familia, de la amistad, la tolerancia… incentivado el juego y la participación de los niños.
Neyber, mejor conocido como ‘Neya’
‘Neya’ recuerda que desde niño dibujaba mucho. Sus papás, que jamás le coartaron este interés y por el contrario lo incentivaron, invertían en papel y materiales para que él pudiera crear con la imagen. En su niñez y adolescencia no faltaron los cursos de pintura y de dibujo y, por eso, decidió estudiar diseño gráfico.
En este proceso como estudiante descubrió la animación y la ilustración, y cuando llegó la tesis y se sintió bloqueado, como él dice, se “engomó” y empezó a animar en su casa todo lo que se le ocurría. Monto un blog sobre lo que iba aprendiendo y cuando llegó el momento de presentar la tesis se le ocurrió que todo ese trabajo podría convertirse en su propuesta de grado.
Al manipular una imagen, ilustrar y dar movimiento plano a plano sentía que sus creaciones tenían vida, casi como lo que sentía el doctor Víctor Frankenstein. Cuando Neyber terminó la universidad ya tenía todo un portafolio en animación que le sirvió para participar en una convocatoria de Fosfenos Media. Ellos necesitaban animadores y fue así como comenzó su experiencia con la tercera temporada de Guillermina y Candelario en 2012:
“Entré sin mucho conocimiento… Una serie es otro cuento. No era lo que venía haciendo de animar en mi casa, implicaba muchos procesos y conceptos”, confiesa Neyber.
Mientras se desempeñaba como animador en Fosfenos Media empezó a optimizar procesos que repercutían en la serie, como formas más prácticas de animar varios personajes plano a plano, y entonces Maritza y Marcela Rincón, directoras de esta productora, le propusieron empezar a trabajar como director de producción.
En 2014 llegó El libro de Lila y allí, como director de producción, conoció todos los procesos: desde la dirección de arte, la composición hasta la organización y planeación.
«Fosfenos ha hecho escuela de animación en Cali. A mi me gusta mucho el color y la imagen… en eso crecí en Bellas Artes. Tengo un conocimiento estético, un conocimiento visual y eso es un plus que no tienen algunos guionistas o escritores», agrega Neyber.
En 2018 vendría la oportunidad de dirigir su primer contenido creativo: Maguaré en La Ceiba. Él animó –le dio movimiento– a los personajes de Maguaré sin que perdieran sus naturalezas.
Maguaré en La Ceiba
Para Ricardo Maguaré en La Ceiba representó recoger toda su experiencia y ponerla al servicio de este universo previamente creado por especialistas en narrativas audiovisuales para público infantil. Él imaginó en forma de sonidos, canciones y melodías cada personalidad, contexto y ambiente sonoro en que se desenvolvían los personajes y además añadió su toque secreto: la diversión.
Para llegar a las canciones Ricardo entró por el lado más “intelectual” de cada narración para tratar de convertirla en obra. La idea era contar cómo era cada personaje sin mostrar sus historias; todo a través de subtextos, narraciones, juegos y, por supuesto, música: con la letra definió el carácter de cada personaje y con la música jugó con los instrumentos y sonidos que están en el inconsciente de todos y que nos sitúan en algún lugar.
“Cuando uno oye un bandoneón algo lo remite inmediatamente a Argentina; un acordeón remite a Valledupar; un tiple a las montañas o a la zona cafetera. Cuando esos elementos se conjugan vienen juntos, una letra que cuenta una historia con una parte que está en la música, entonces musicalmente nos ubicamos geográficamente y culturalmente”, dice Ricardo.
Para llegar a la animación de Maguaré en La Ceiba, por su parte, Neyber necesito conocer de fondo las historias de los personajes y además el trabajo que había hecho Ricardo con las letras y la musicalidad. Conoció de antemano el material gráfico que acompañaba el diseño de los personajes y que se habían desarrollado en años anteriores y a partir de esta información desglosó la letra, generó ideas con su equipo y escribió un storyline para la narrativa de cada clip. Lo siguiente, y como él lo explica, fue el movieboard, donde establecieron la estructura narrativa, el corte de planos y los juegos visuales y de audio, fondos y por último la animación plano a plano.
Para la producción de los karaokes se conformó un equipo de seis personas: María Alejandra Beltrán Góngora, Directora de arte; Jorge Flórez y David Patiño, los animadores; Jhon Freddy Astudillo, asistente de composición; y Álvaro García, asistente de animación. El rol de Neyber fue la dirección general y la composición.
Una vez tenían aprobado el movieboard de cada karaoke realizaron un desglose de producción del capítulo, que consiste en determinar cuántos fondos y planos animados se van a realizar en el clip. Luego, al tener estos insumos, pasaron al montaje y la composición: en este proceso se integraron los fondos y la animación, se agregaron los textos y los detalles que surgen al ver el montaje final.
La creación de contenidos infantiles
Según Ricardo, para crear contenidos para niños se necesitan algunos elementos básicos. Por un lado hacer uso de la memoria, recordar cómo se era cuando se era niño y cómo era esa relación musical a edad temprana. Y, por otro lado, es necesario contar con la sagrada trinidad de los contenidos infantiles –según Ricardo: la sorpresa, el reto y el juego.
“Por ejemplo, en una Canción sin canción es muy importante el reto. De fondo es una canción de inclusión que invita a imaginar lo que sería no ver o no oír una canción; cuando eso pasa lo niños no solamente se están divirtiendo sino que están siendo retados. Cuando a uno lo sorprenden con el conocimiento es más fácil retener información. Los niños están ávidos de conocimiento y cuando hay juego y sorpresa aprenden”, dice Ricardo.
A su vez capturar la atención de los niños es un reto. Por eso la filosofía de Ricardo es que lo menos es más: una melodía sencilla, atractiva y bonita es la clave. Ricardo quiere llegarle a todos los niños, alimentar y enriquecer los oídos con nuevos y divertidos sonidos:
Lo más importante, como explica este músico, es que una canción se convierta en un canal de comunicación y que a través de ésta los niños vivan un momento transformador.
Por su parte, Neyber considera que lo más importante de estos karaokes son, de alguna manera, los valores éticos que quedan plasmados en cada clip… valores que todos los niños en la infancia deberían ver. Por otro lado, y no menos importante, cree que los niños van a recibir una estimulación visual y auditiva a través de un producto visualmente dinámico, donde la imagen está en función del ritmo y la letra de la canción.
“Creo que los niños al ver estos juegos de palabras, colores e imágenes van a tener muchos momentos divertidos e interesantes”, concluye Neyber.
¡Los invitamos a jugar cantar, bailar y pasar un momento de diversión y gozo con los niños a través de los karaokes y canciones de Maguaré en La Ceiba!
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