Desde septiembre de 1958 se conmemora el Día Internacional de las Personas Sordas. Todo se debe a que en el mismo mes en 1951, en plena postguerra en Europa, se llevó a cabo en Roma, Italia, el Primer Congreso Mundial de Sordos, con el ánimo de reconocer los derechos de una población que sufría discriminación, abandono y exterminio.
Geovani Melendres, el primer lingüista sordo de la Universidad Nacional, conoce esta historia y es enfático en que la lengua de señas, la lengua usada por las personas sordas o de baja audición, los hace una comunidad lingüística con enfoque Dual. Esto quiere decir que el debate de si las personas sordas tienen o no discapacidad está abierto. Si la discapacidad es vista como dis-capacidad, personas sin capacidad o incapaces, las personas sordas no se asumen como discapacitadas. Sin embargo, y tras la convención de los derechos de las personas con discapacidad, se sabe que el entorno es el que genera la discapacidad, la barrera: “Ahí se cambia el sentido político de la discapacidad y hay personas que lo han aceptado”, cuenta Giovani.
Para Liliana Patricia Torres, profesional de la Subdirección de Gestión Educativa del INSOR, existen tres barreras principales para los niños sordos: el diagnóstico tardío, la desinformación de las familias, quienes llegan primero al sector salud, y la ausencia de políticas públicas en las alcaldías locales y gobernaciones.
Cuenta Liliana que, en alianza con la Secretaría de Integración Social, el INSOR acompaña el desarrollo de un modelo de atención integral a la primera infancia que funciona en la localidad de Kennedy en el jardín infantil Argelia. Allí desde el 2018, atienden a niños y niñas con discapacidad auditiva de varias localidades de Bogotá.
“Cabe decir que para el caso del territorio nacional, las ofertas para los niños en primera infancia son restringidas y salvo algunas acciones en Medellín y ahora en Bogotá, no se encuentran acciones articuladas en otros lugares. Sin embargo el INSOR, a través de sus procesos de asesoría y asistencia técnica, trata de incidir en el trabajo que se debe realizar para la apertura y consolidación de ofertas pertinentes para la atención de los niños sordos en primera infancia.
El debate ha encontrado una salida y es la del enfoque dual. “Por un lado, las personas sordas se reconocen como personas con discapacidad, ya que necesitan herramientas y estrategias para eliminar las barreras y, por el otro, son una comunidad lingüística, hablante de la lengua de señas, que es viso-gestual y desde la cual las personas sordas sustentan su pensamiento, cultura e identidad” cuenta Geovani.
El Primer Congreso Mundial de Sordos fue un hito histórico, sin embargo, en Colombia, el reconocimiento de la lengua de señas es muy reciente, a partir de la ley 324 de 1996. Con la creciente participación de la comunidad sorda, la lengua de señas colombiana se consolida cada vez más. Colombia es el cuarto país mundo que reconoce la lengua de señas.
Fue con la Constitución de 1991 cuando Colombia se declara un país pluriétnico y multicultural, que reconoce los derechos de las personas y comunidades, considerando la diversidad. Esto sin duda, allana el terreno para lograr un avance significativo en el goce de derechos para la población sorda.
Una historia de vida
Geovani Melendres es lingüista egresado de la Universidad Nacional y Master en educación de la Universidad Distrital. Actualmente es asesor de la dirección general del Instituto Nacional Para Sordos, INSOR, en donde ha trabajado por casi una década, ejerciendo distintos roles. Su vida es la evidencia de las transformaciones que ha dado el país en la educación para personas sordas.
Desde muy niño, y gracias a su mamá, quien quiso darle la mejor atención, entró al Instituto Colombiano de Audiología y Lenguaje (ICAL), hoy Fundación Para Niños Sordos. Allí empezó su formación. Su mamá aprendió lengua de señas, esto hizo que la interacción en casa mejorara, gracias a esta forma de comunicación.
Durante su formación Geovani estuvo expuesto a diversas metodologías de enseñanza. Al principio, en los ochenta, en el ICAL, inicialmente lo educaron con enfoque en la oralización.
“Mis padres, oyentes, pensaban en mi futuro ¿qué iba a pasar conmigo? Tenían paradigmas. Había muchas representaciones sociales negativas”, nos cuenta Geovani.
(Esta conversación la hace posible una intérprete Lengua de Señas Colombiana (LSC) – español).
“A, E, I, O, U”, las vocales, pronunciarlas, era uno de los ejercicios que tenía que repetir Geovani incansablemente. Aprendió a hablar, pero, como él mismo explica, sin sentido.
“Yo era como un loro, repetía todo lo que me decían que tenía que decir. Lo decía bien, pero el concepto y significado, lo que construía en mi mente, no tenía sentido. Ese era el problema de la metodología”, cuenta Geovani.
La segunda etapa que vivió fue la de “comunicación total”, en la que se combina oralización con lengua de señas. Geovani empezó a relacionar los medios de comunicación que tenía con lo que quería decir: “con las señas pude compartir mi construcción del mundo”.
Los enfoques han evolucionado a miradas más integrales, pasando de la educación bilingüe que separaba la lengua de señas del español hablado y escrito, hasta una educación bilingüe y bicultural.
“Cuando llegué a la lengua de señas, fue una adquisición natural, el español para mí no lo fue. Para mí era más una barrera. Después de adquirir la lengua de señas, pude entender el español”.
Lengua de señas
En 1771, y según Wikipedia, el cura francés Charles-Michel de l’Épée, creía que Dios les daba a los niños sordos la capacidad de entender. En uno de los suburbios que solía visitar el cura, conoció a dos hermanas que se comunicaban usando una lengua de señas. En medio del encierro que ofrecía el internado, los sordos empezaron a comunicarse entre ellos con señas. Esta experiencia instó a L’Épée a dedicarse la enseñanza de la lengua de señas y a apoyar a la población sorda. Creó la primera escuela gratuita para sordos. En dicha institución acogía a niños sordos de París, a los que enseñaba todo tipo de temas.
¿Por qué lengua y no lenguaje?
El lenguaje es la capacidad, la facultad que tiene todo ser humano de expresarse, la capacidad de comunicarnos: “la forma puede ser distinta, y todos contamos con esta facultad”, explica Geovani
La lengua de señas es viso-gestual y espacial, lo que quiere decir que la comunicación ocurre a través de la vista y se expresa a través de señas, sin la dependencia que tienen las lenguas orales del aparato fonador.
Así como las lenguas orales son únicas en todo el mundo, pasa lo mismo con la lengua de señas, no es universal. Cada país tiene su propia lengua y eso depende de la historia, de la construcción de los códigos y de las transformaciones de la propia lengua.
“Esto significa que hay una riqueza, es un patrimonio cultural, lingüístico, y por ende riqueza de pensamiento e identidad, pues es una construcción de la comunidad de los sordos que han creado esta lengua de señas a partir de la cosmovisión que tienen del mundo”, dice Geovani.
De sexto a noveno de bachillerato, la mamá de Geovani tuvo que pagar un intérprete para poder recibir las clases en el Liceo Español Pérez Galdós, que era un colegio privado. Recuerda los esfuerzos de toda su familia pagar cubrir ese gasto. Después de noveno entró al colegio distrital Jorge Eliécer Gaitán. De ese colegio se graduó. Cuando entró a la Universidad Nacional, ésta asumió los costos del intérprete en todas sus clases, cumpliendo con su obligación y esto que le facilitó avanzar en su carrera hasta graduarse como lingüista.
Infancia y familia
Como afirma Geovani, es esencial adquirir la lengua natural, la lengua de señas, en el caso de la población sorda y, simultáneamente, aprender los distintos procesos que facilitan un mejor desarrollo desde la primera infancia.
Muchas familias no detectan a tiempo que los niños tienen discapacidad auditiva y, por las representaciones sociales equivocadas, algunos se llenan de temor y generan rechazo. “No hay que tenerle miedo, se trata de comprender que el niño es distinto y aceptarlo, entender que ve el mundo de otra forma, saber que cada persona es diferente y única. No asustarse porque ese miedo no ayuda a facilitar el proceso de aprendizaje”, dice Giovani.
Es vital la identificación de los niños y niñas con discapacidad auditiva al momento en que nacen, como hoy lo dispone la ley, sin embargo, antes dicha identificación se daba de manera tardía. Gracias a la nueva ley de tamizaje neonatal, las alcaldías, gobernaciones y centros de atención, pueden establecer rutas de atención a una población que hoy está invisibilizada en cuanto a cifras, edades y contextos.
Según El proceso de resocialización de los padres oyentes con hijos sordos de Esther Fernández-Mostaza El 90% de los niños con discapacidad auditiva nacen de padres oyentes. En esos casos es necesario que las familias también aprendan la lengua de señas.
“Necesitamos personas adultas que sean proficientes en el uso de la lengua de señas colombiana, que sean modelos lingüísticos, o docentes bilingües que apoyen la adquisición en los niños y niñas”. Piensa Geovani.
Además de su vida laboral, Geovani es esposo de Jenny y padre de Noa, que tiene tres años y está creciendo en un ambiente que facilita el bilingüismo, lo que significa que de manera paralela, está adquiriendo lengua de señas colombiana y español. Ella hace parte de un porcentaje de la población con discapacidad auditiva: hija de padres sordos con hijos oyentes, lo que en inglés se conoce como Child of Deaf Adult, CODA, y en español como Hijos Oyentes de Padres Sordos, HOPAS.
“Su cultura es distinta a la de las personas oyentes. Cuando está con sus padres, acostumbra a usar lengua de señas, y en la escuela se comunica de varias formas (…) A veces le hablo, le digo: ¡Noa! En voz alta. Vivimos con mi mamá y entre ellas dos se comunican en español” afirma Geovani
En el jardín infantil han trabajado para que algunos maestras y maestros aprendan lengua de señas y para que ella pueda expresarse como quiera. Noa se ha convertido en la maestra de lengua de señas para muchos en su espacio educativo y eso ha fortalecido su relación con la escuela, pero también con los demás niños.
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