Lawrence Schimel y sus libros diversos

 

Lawrence Schimel nació en Nueva York en 1971 y, como su madre, se considera un lector voraz, pero también un amante de los libros como objetos. Él empezó a escribir desde pequeño cuando se acabaron los libros en su casa y no tuvo qué más leer; sin más remedio empezó a crear sus propias historias. Sus primeros libros se publicaron mientras estaba en el colegio y sus padres tenían que firmar por él los contratos con las editoriales. Hoy en día cuenta con más de 100 libros publicados principalmente en español y en inglés con historias que, como él afirma, contienen personajes que no aparecen en la cultura y que reconocen la diversidad y pluralidad del mundo en el que vivimos: personas que no están reflejadas por razones de raza, discapacidad, género, sexualidad. En sus libros los personajes son mujeres o niñas aventureras, personas con discapacidad, y tocan temas como la adopción, la diversidad de religión, inmigración o la inclusión.

 

Una experiencia que le cambió la forma de ver el mundo fue el hecho de hacer parte del equipo de atletismo. En su colegio era muy importante participar en un deporte y aunque no era el más veloz y perdió el 100% de las carreras en las que participó, siempre terminó la carrera.

“Eso era lo importante: terminar, no rendirme. El mundo editorial puede ser muy hostil, sobretodo para los libros que hago con personajes que no tienen poder y con historias que no suelen publicar. Como tenía esa resistencia de aguantar, de ser corredor lento, he sabido cómo continuar. Si me rechazan mis libros los sigo presentando hasta encontrar un editor correcto para cada proyecto”, confiesa el autor.

Para Schimel sus libros son de dos tipos. Por un lado, pueden ser “espejos”: libros en los que todas las personas necesitan verse reflejados en la cultura. La ausencia de tener este reflejo es dañino desde su punto de vista: incrementa los prejuicios, las brechas económicas y las barreras que tienen al acceso de los bienes culturales.

El segundo tipo son los “libros ventana”. Estos son los libros que le abren una experiencia al lector distinta a la que viven, y esto sirve para reconocer que lo que nos une es la diferencia. Los libros crean realidades ajenas que generan empatía.

En Amigos y Vecinos, libro sobre familias diversas, se narra la historia de un niño adoptado por una pareja gay –el mejor amigo de ese niño es hijo de una madre soltera y juntos se acompañan mientras sus cuidadores trabajan.

Lo que más llama la atención de este libro es que un personaje es madre soltera. No hay historias de madres solteras… Es como las mujeres con tatuajes, ¿por qué no hay mujeres con tatuajes en la literatura infantil? Eso es supresión de la realidad femenina. Casi el 100% de las mujeres que conocemos tienen tatuajes y estas no están siendo reflejadas en la cultura. Lo anterior puede presentar un prejuicio de manera activa, como decir que las mujeres no juegan bien fútbol… Eso es borrar una experiencia femenina. Esas son las barreras que pretendo romper confiesa Lawrence Schimel.

Somos iguales es una historia de niños adoptados. Lawrence descubrió que había pocos libros que hablaran más allá del momento de la adopción; después de ese momento los niños adoptados desaparecen de la literatura. Qué suerte tengo, por su lado, ofrece otra cara de la discapacidad; allí un niño admira lo que su hermano con discapacidad visual hace: leer a oscuras, tener un perro lazarillo y ser más sensible a su entorno.

 

Cecilia y el dragón, para  dar otro ejemplo, es la historia de una niña aventurera que sin ser princesa sueña con conocer un dragón y en su búsqueda termina salvando a una doncella.

“Las chicas necesitan modelos de rol, saber que las niñas también corren aventuras mágicas… También es importante que los niños lean estos libros. Por lo general son los prejuicios de los padres que influyen en la decisión de leer un libro u otro… En este caso, aunque los padres de los niños –masculinos– escogen normalmente las historias con un protagonista del mismo sexo, los niños escogen mi libro (aunque la protagonista sea una niña) porque lo más importante es el dragón. En este caso es más importante lo fantástico que el sexismo”.

 

Para Lawrence Schimel los niños no comparten prejuicios y solo quieren historias:

“Hay que reconocer la inteligencia de los niños, los niños saben que existe la guerra, la pobreza, el sexo. Los niños viven en el mundo y ven que esas cosas existen y en ese sentido se dan cuenta de todo lo que los rodea y afecta. No hay tabúes, se puede escribir de cualquier tema. Tan solo hay que llevarlo a un punto de referencia para los niños: el lenguaje, su vocabulario, explicar lo que requiera explicación. Se puede hablar de la crisis financiera y la manera cómo los afecta… Por ejemplo, cuando los familiares ya no les pueden comprar cosas que antes podían… Lo importante es llevarlo a sus referencias”.

 

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