Por: Nibeth Adriana Duarte – Periodista digital de MaguaRED.
No sabía quién era Luis Pescetti cuando tenía menos de cinco años y mi padre me cantaba mirándome fijamente a los ojos: “Los niños que comen moco son pocos, son pocos”. Mientras lo hacía yo detenía el dedo que estaba punto de entrar a esa cueva y mi papá seguía cantando: “Si tú quieres ser feliz, mete un dedo a la nariz. Si quieres ser otro poco, mete el otro y saca un moco”. Al principio era chistoso y me empezaba a reír a carcajadas, pero cuando la canción empezó a ser repetitiva me invadía la rabia con una mezcla de pena y culpa. Siempre creí que esa canción era autoría de mi padre, hasta que investigando sobre Pescetti encontré un concierto donde interpretaba El Moco.
Oriundo de San Jorge, Argentina, Pescetti asegura que su carrera comenzó cuando tenía 10 años y escribió un poema para su clase y su maestra no le creyó que lo hubiera hecho él; dijo que era autoría de sus padres. Como él cuenta, esa fue la confirmación de que podía hacer cosas increíbles, que podía hacer cosas que parecían ser hechas por adultos. En su adolescencia llegó a la música y en ese encuentro con la guitarra decidió convertirse en profesor, profesión que ejerció por más de 10 años: lo llenó de experiencias y lo acercó al universo infantil.
El humor se convirtió en su forma de acercarse a los más pequeños. Estudió musicoterapia y también filosofía para niños. Trabajó en radio, televisión y teatro en Estados unidos, España, Colombia, Chile, Brasil, Perú, Uruguay y Cuba.
En un punto las letras de sus canciones se trasladaron a los libros y le dio vida a personajes como Frin y Natacha: el primero un chico que comienza a transitar la adolescencia y vive el primer amor; y el segundo una pequeña niña que, como él dice, vive lo que vive un niño en un mes, en una semana.
En su trayectoria ha publicado más de 28 libros, novelas y relatos para niños y adultos. Entre los más populares está El pulpo está crudo; Buduí, biduín; Natacha; y su propia versión de Caperucita roja; así como sus discos Bocasucia, El vampiro negro, y Qué público de porquería –en los cuales el humor, el juego filosófico y el tratamiento del diálogo ocupan un lugar especial.
El Moco, esa canción que solía cantarme mi papá, salió en un disco, en 2005, en Qué público de porquería. Llegó a los oídos de mi papá cuando corría 1996:
“Pregúntale a tu mamá si ella alguna vez comió. Seguro que te dirá ‘Todo moco pasado fue mejor'», decía la canción, y yo lo hacía y mi mamá siempre lo negaba. Situaciones como estas, que para los niños son tan comunes como meterse un dedo en la nariz, Luis Pescetti las lleva al terreno del humor para acercar al mundo adulto, un contexto en el que los mocos por su puesto son a veces innombrables.
Sus presentaciones son una constante invitación a jugar, a reír y a dialogar. En sus canciones y libros los niños encuentran complicidad, la misma que sentí cuando mi padre en lugar de reprenderme me cantaba o decía chistes. Pescetti dice que los niños son como inmigrantes entendiendo el mundo y que hay que tomarlos de la mano en ese recurrido hasta que el nuevo escenario sea propio.
En una entrevista para Página 12, de Argentina, Pescetti reconoció lo mucho que le gustaba jugar con las palabras y usarlas como cosas.
“De eso se trata la literatura, la poesía, las canciones y los chistes: darle sentido a lo que se ve. El lenguaje es una forma de conocer el mundo, y es más divertido si se lo conoce jugando”.
En sus últimos shows Pescetti hace hincapié en el fortalecimiento de las relaciones entre niños y adultos, la importancia de transmitir todo con afecto y de siempre reír sin necesidad de reírnos del otro.
Luego de conocer a este gran personaje le conté a mi papá que había hablado al verdadero autor de El Moco; en medio de risas recordamos otras canciones que me cantaba él, como El niño caníbal, canción que recitaba cada vez que decía “!Nadie me quiere!”. Todavía recuerdo lo que él respondía:
“Yo soy un niño caníbal, nadie me quiere a mí, no me quedan amiguitos porque ya me los comí (…) No tengo padre ni madre, tampoco tengo hermanitos, no tengo tíos, ni tías, tengo muy buen apetito”.