La lactancia, además de proveer el alimento a los bebés, es también un hilo que transmite saberes, vínculo, afecto, y en algunos pueblos, como el wayúu, es el vehículo de algo muy importante: la lengua.
En medio de coloridos paisajes, entre el mar y la arena, testigos de atardeceres en tierra desértica azotada por vientos alisios, habitan los wayúu. “Persona o gente de arena, sol y viento dentro de la moral del desierto”, dice su cosmogonía.
De allí, más exactamente del Resguardo Indígena de Zahino, comunidad Sabana Blanca, es Claudia Patricia Pushaina, una líder indígena que se define así misma como una mujer empoderada y que es enfermera con título colombiano y gestora en salud pública de Venezuela. Ella se mueve entre dos mundos que combinan una misma pasión: el servicio. Ya sea en educación, promoción, prevención, Claudia entrelaza su conocimiento de la medicina tradicional con su profesión como enfermera en estas dos nacionales, que a los ojos del wayúu es un solo territorio.
Como cuenta Claudia, la lactancia es un acto de amor. Para una mujer wayúu, esta práctica está unida con saberes tradicionales, creencias y hábitos propios de la comunidad, que comienzan desde el lugar que tiene la mujer en el pueblo wayúu, su alimentación y su relación matrilineal que se divide en clanes que se denominan eirrukú, que significa literalmente “carne”, y que están inspirados en la ancestralidad totémica.
“Cuando nace su primer hijo o hija, la madre comienza a alimentarlo por medio de la lactancia. La lactancia en la comunidad es un acto que siempre depende de ese niño o de esa niña que nace. La mamá alimenta a ese bebé desde que nace hasta que el niño deje por su propio medio de amamantar. No es como hace la población occidental que le quitan el seno a los seis meses. En la cultura wayúu los niños dejan el pecho hasta cuando el niño o la niña quiera dejarlo. A veces hasta los dos años e incluso hay niños que hasta los siete años quieren amamantar. Esa es la importancia que se le da a la lactancia, es muy importante para la mujer wayúu”. Cuenta Claudia.
La palabra, el wayuunaiki
“El wayuunaiki es una lengua perteneciente a la familia lingüística Arawak; su significado proviene de los vocablos wayuu-Anaa-Ekii, que en español quiere decir ‘persona de buena cabeza’. Nuestra lengua nos permite entender mejor los conocimientos que nuestros ancestros nos legaron, mantener y transmitir nuestras costumbres, creencias, mitos, cantos y leyendas”. Explica uno de los apartes del libro Lo que somos… lo que soñamos: narraciones de mis abuelos sobre la cultura wayuu (2016) de Martha Cecilia García y Mauricio Archila.
Claudia recuerda que siempre escuchó y habló el wayuunaiki en su comunidad. “Yo no entendí el español hasta los nueve años, cuando me mandaron a un internado”. Antes de eso, entre los tres y los cinco años fue a la primera escuela indígena de Sanja Blanca Zahino. “Me le escapaba a mamá con un cuaderno y lápiz y la profesora Elizabeth Solano me colocaba tareas aunque no tuviera matrícula. Siempre me gustó estudiar”. Cuenta.
Elizabeth, su profesora, decidió hablar con sus padres y la llevaron a un internado indígena en Aremasain, Riohacha. Allí hizo segundo de primaria cuando tenía ocho años y recuerda que sus compañeras de escuela le pegaban por no saber español. “Me daban unos cocotazos y yo solamente lloraba. Mi hermana mayor me preguntaba: ¿qué te pasa? Y yo le contaba que alguien me había pegado. Ella me decía, ¿por qué no acusas? Y yo no acusaba porque no daba para hablar español”.
Luego, y en sus palabras, por ser muy niña no la podían dejar en un internado. Así que entró a la escuela indígena en Monte Alvernia de las hermanas franciscanas y allí hizo tercero, cuarto y quinto donde habló español. “Uno va aprendiendo español a medida que uno se va educando con la cultura occidental. Recuerdo que declamaba poesías, era un encanto para mí y recuerdo estas líneas: ‘Madre, madre tú me besas, y yo te beso más en el enjambre de tus besos’. Eso declamaba en el día de la madre”.
Por lo general los niños hablan como en el caso de Claudia, los primeros años de su vida solo en wayuunaiki, luego cuando por lo general asisten a hogares comunitarios y a los programas de Bienestar Familiar que han tenido cada vez más presencia en los resguardos, donde los niños tienen relación con el español ya que allí hay profesores que no son indígenas, o como se diría en wayúu, profesores arijuna.
Migración y arraigo
El territorio ancestral wayúu es compartido por dos estados nacionales, Colombia y Venezuela. Así, y según datos del censo binacional wayúu de 1992, su población llegaba a las 297.454 personas, con un 43,3% asentado en Colombia y el 50,7% en Venezuela.
Claudia emigró a Venezuela en 2005 en contra de su voluntad. Una amenaza paramilitar dirigida a los líderes de su comunidad, la obligó a estar en este país por cinco años sin saber ni tener contacto con su territorio ancestral. Sin embargo y como ella dice, en Venezuela, encontró su identidad, estudió y trabajó. Allí llegó a trabajar en atención y orientación indígena como trabajadora social y facilitadora bilingüe e hizo parte de un enfoque para ella admirable hacía la salud que es la atención intercultural. Como ella cuenta, sentía que los indígenas tenían participación, eran visibles y los derechos eran para todos.
Por doce años, atendió a cinco pueblos indígenas en el municipio de Maracaibo, Estado Zulia; el pueblo wayúu, pueblo añu, pueblo bari, pueblo yukpa y pueblo japreria. Y desde hace un año y medio volvió a su resguardo para seguir trabajando por su comunidad, ahora en territorio colombiano.
“Esta experiencia me aumentó la vocación al trabajo, a la salud y al apoyo a los indígenas”. Población que como ella expresa, son los que más necesitan de atención en todos los aspectos. “Sucede, por ejemplo, que cuando viene un indígena de la alta Guajira, de bien adentro, esas personas que son monolingües, nos tienen a nosotros como apoyo, además de la atención y el cuidado, estamos para disminuir las barreras lingüísticas”. Complementa Claudia.
Entre dos mundos
Como explica Claudia, hoy en día esos dos mundos, de la medicina tradicional y de la medicina occidental, convergen. Hay comunidades que eligen el parto tradicional, el parto vertical, que es guiado por una partera o por algún familiar, por lo general las abuelas, conocidas como oushu y las tías que tienen este conocimiento.
Respecto al parto cuenta: “si el nacimiento es dentro de la comunidad, la mujer comienza la lactancia de una vez. Con sus cuidados debe alimentarse, tener una dieta balanceada, cero grasa, hay una alimentación que es muy importante para nosotros que es el ujolü, es la mazamorra hecha de maíz, llámese maíz morado o amarillo. Este debe estar recién hecho y la madre lo toma en su dieta durante su lactancia. No puede tomar nada que sea fermentado”.
Así mismo lo señala la enfermera, Ariadna María Angarita Navarro, quien escribió: Creencias y prácticas de cuidado genérico de gestantes pertenecientes a la comunidad indígena Wayúu (2017), “dentro del embarazo y la lactancia, la familia y la pareja ayudan a la gestante cargando agua y leña. Las madres ayudan brindando alimentación, y están pendientes de las gestantes”.
Las primeras palabras que pronuncian los niños es mama, así, sin acento.. “El padre sale a trabajar y está muy poco tiempo, por lo que quien manda es la mamá”. La segunda palabra que dicen los niños es küin küin que quiere decir “dame comida”. “Al nombrar la mamá, luego piden comida”. Explica Claudia “Esas son las dos palabras que dicen los niños, ni teta, ni biberón y lo dicen muy bonito.”Comida en realidad es teküin pero los bebés y los niños pronuncian küin küin.
Te invitamos a conocer la actividad de participación #Misprimeraspalabras.
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